Equilibrio fiscal o desequilibrio social

Señor director:

–“¿Con qué plata?”, se oyó decir mientras se debatía en la Cámara de Diputados la situación previsional. También se recuerda la frase del Presidente cuando afirmaba a los gritos que el ajuste lo iba a pagar la casta.

Y mientras, una oposición tan culpable como los demás de la aberrante condición de los jubilados, argüía con verdades que ignoró por décadas.

Y el pato lo pagarán los mismos de siempre mientras Milei se anima a prometer su veto si sale una ley con un aumento que de todos modos es una afrenta, después de haber dicho eufóricamente que los empresarios que evadieron impuestos son héroes. Y en Davos tildando de igual manera a los que fijan las condiciones globales que bien sabemos lo que nos cuestan. Sin hablar de que son los que nos imponen las políticas de género, etc., mientras intercalaba la frase que calificaba al aborto de crimen abominable.

¿De qué equilibrio estamos hablando? Se exime a sectores poderosos de la economía del pago de impuestos, se aumentan escandalosamente sus dietas los legisladores o diciendo alguno que el aguinaldo debe derogarse, se elevan las tarifas, el combustible y el transporte sin miramientos ni distinciones, trepa el precio de alimentos y medicamentos. El mismo presidente viaja como un rock-star para hacerse ver como un líder, creyendo que lo tienen en cuenta aún cuando las condiciones de la economía lo llevan a aceptar las imposiciones de los prestamistas. O se entrevista con los empresarios de la tecnología cuando bastaría, justamente, hacerlo por video-conferencia.

Por poco que suban el salario mínimo y las jubilaciones no hay duda de que el desfasaje con respecto al costo de vida será todavía inmenso y la brecha social se agudizará por más que el nuevo relato pseudo-académico pretenda justificarlo y se convierta en un mero contrapunto vacío con el anterior, igual de prepotente y vulgar.

Por una razón extraña todavía le dura cierta credibilidad. Pero los desórdenes en su equipo, los innumerables descartes de sus funcionarios, los despidos sin fin (inclusos justificados), la caída de la producción, el desmesurado crecimiento de la pobreza, no da la impresión de que sean los que menos tienen los que se beneficiarán con su altisonante y provocador proyecto.

Si, como hasta ahora, los hechos desmienten las palabras, habrá que tener cuidado de las consecuencias; porque suficiente experiencia tenemos con los lobos que medran cuando el descontento se generaliza. Y eso, ya lo hemos visto, no habrá de redundar sino en el agravamiento de una situación ya prácticamente insostenible para casi la mitad de la población.

Para ese entonces, cuánta desilusión para los que todavía confían y qué responsabilidad para los que lo fomentan.

Juan Martín Devoto

DNI 10.625.501