Después de gruesos errores de comunicación de Santiago Caputo que resucitaron a la oposición, entró en escena el ministro de Economía para poner al tope de la agenda el acuerdo con el FMI.
El plan de gobierno de Javier Milei durante su primer año de gestión fue simple: ordenamiento de la economía combinado con anarquización política de las mayorías opositoras. La primera parte del plan superó las expectativas más optimistas, lo que desconcertó y paralizó a todos sus enemigos: el “establishment” político y sindical, los medios, los grupos de presión empresarios y las organizaciones activistas callejeras. Las élites corporativas pasaron a la defensiva, mientras el gobierno marcaba la agenda, veía aprobado sus proyectos en el Congreso y crecer su aceptación en las encuestas.
Pero la tendencia parece haber empezado a cambiar en el año electoral, algo que los asesores políticos de Milei no registraron todavía, por lo que siguen aferrados a las viejas recetas de su guerra contra la “casta” y los medios. Consiguieron desgastarlos, pero ahora pelearse con dirigentes sumidos en la irrelevancia como el radical Manes es a pura pérdida para el oficialismo. El que tiene imagen positiva e intención de voto para perder es Milei, no el kirchnerismo, ni los radicales, ni los Macri.
En esto reparó la Casa Rosada cuando sacó del escenario al asesor presidencial que había tenido dos intrusiones públicas calamitosas -manipulando a un periodista y enfureciéndose con Manes- y lo reemplazó con dos apariciones del funcionario que frenó la inflación. Con ese paso adelante del ministro de Economía logró, además, instalar en el tope del temario del Congreso el acuerdo con el FMI prometido incontables veces, pero que tarda más en aparecer que Godot.
En un foro de inversores en Mendoza, a mediados de semana, Luis Caputo avanzó sobre un anuncio de Milei ante la Asamblea Legislativa, tapado por el escándalo Caputo-Manes: habrá acuerdo con el FMI en abril, el programa económico está aprobado y el organismo “nunca pidió una devaluación". Anteayer amplió la información: está definido hasta el monto del crédito que no conocen ni los bancos que operan mediante “papers” filtrados a la prensa.
Horas antes la vocera del Fondo había hecho declaraciones en el mismo sentido, confirmando que el camino de Milei hacia los dólares que abulonarían el tipo de cambio hasta por lo menos octubre estaba allanado y agregando un detalle no menor: que la forma de conseguir apoyo interno sobre el crédito dependía de la normativa argentina, es decir del Congreso. Y en ese punto el ministro de Economía puso en marcha la segunda fase de la táctica oficial, explicando que el DNU apunta a evitar el bloqueo del kirchnerismo “que quiere que al país le vaya mal”.
En pocas palabras. Polarizó, responsabilizó a la oposición del mantenimiento de la estabilidad macroeconómica y trasladó especialmente a la Cámara de Diputados la batalla por la gobernabilidad. Su planteo es que si los “dialoguistas” se suman al kirchnerismo y bloquean el acuerdo, deberán hacerse cargo del rebrote inflacionario que resultará inevitable.
En suma, una jugada de campaña, encargada a un vocero “técnico” que trata de provocar la fragmentación de la dirigencia opositora sin agresiones verbales ni tuits agraviantes. Un intento de retornar a la estrategia que permitió el año pasado frenar el rechazo del DNU 70 y dar luz verde a la ley “bases”.
Menos favorable se presenta, en cambio, para Milei la colonización de la Corte Suprema que el jueves puso límites al ingreso de Ariel Lijo con una decisión que provocó sorpresa generalizada y que no previeron los medios, que ofician habitualmente de Casandras haciendo los peores pronósticos para el Gobierno. Hasta el otro favorecido por el decreto presidencial para ingresar al tribunal, Manuel García-Mansilla votó en contra del juez federal, con lo que quedaron a la vista dos cosas: una, en su primer fallo el “académico” quiso dejar más allá de toda duda su independencia política; dos, Ricardo Lorenzetti, promotor de Lijo para cambiar el equilibrio de fuerzas dentro del tribunal está más solo de lo que pensaba.
Ahora la suerte del juez federal depende del kirchnerismo. Si rechaza su pliego en el recinto, estará fuera de la Corte con lo que quedarían a la vista otras dos cosas: una, cualquier negociación con el kirchnerismo es inviable, porque su concepción del poder es total, como la de Milei; dos, si el objetivo de Cristina Kirchner es tener jueces comprensivos con sus problemas judiciales, está a punto de apretar el botón incorrecto.
De lo que ocurra con el pliego de Lijo en la Cámara alta podrá extraerse también una conclusión adicional de acuerdo con la cantidad de senadores peronistas que obedezcan a la ex presidenta y den quórum a la sesión para rechazarlo. Si consigue ese triunfo parlamentario, revivirá su liderazgo que está en riesgo inminente de perder peso en la interna peronista.