EL RINCON DEL HISTORIADOR

Entre pianos y pianistas: Don Juan Pedro Esnaola

El miércoles 14 de junio de 1827 la Gaceta Mercantil anunciaba que “pianos perpendiculares y cuadrilongos, de una construcción muy elegante y de voces muy superiores, venidos en el último buque llegado de Europa, se venden a precios equitativos, en la casa de la calle Florida No 79”. Según una lista de los señores contribuyentes del año 1826 ese número de puerta era el del Señor Mendeville, en principio profesor de música, casado con Mariquita Sánchez viuda de Thompson en 1820. Ya para entonces Juan Bautista Washington Mendeville (en algunos documentos figura Mandeville) había abandonado la enseñanza del solfeo y los pentagramas, y gracias a la expectable posición social de su mujer había obtenido en 1825 el cargo de cónsul general de Francia para las Provincias Unidas del Río de la Plata, que mantuvo por una década en que dejó el cargo, Buenos Aires y a Mariquita con los hijos habidos del matrimonio para no volver nunca más.

A la vez en el mismo número se comunicaba: “Venta. Un piano grande del célebre Erad, de construcción y voces superiores, del precio de 800 pesos, se vende en 500 de orden del fabricante. En la calle de la Florida No 28”. En el Almanaque político y de comercio de la ciudad de Buenos Aires para el año de 1826 aparece en ese domicilio una sociedad de negociantes colocada bajo patente de Mandeville, Loreilh y Cia; sin duda es el mismo personaje que ya citamos en el párrafo anterior.

También se anunciaba “Pianos de todas clases. Hay en venta en la calle de la Florida No 103, casa del maestro fabricante José Santo. Estos instrumentos que por la mayor parte son de los maestros más célebres de Europa, se recomiendan por sus incomparables buenas calidades y precios equitativos: se invita a un honrado público, con toda confianza, a inspeccionar un surtido de instrumentos que nunca se ha presentado en Buenos Aires”. El vendedor de profesión “carpintero” aparece en ese domicilio en el citado Almanaque.

CELEBRE CASONA

Hablar de la calle Florida nos trae a la memoria la célebre casona de Mariquita Sánchez, allí en 1813 se ejecutó por primera vez nuestro Himno Nacional. El instrumento es un “Pianoforte rectangular construido por William Stodart en Londres, c.1813, atribuida su propiedad a Mariquita Sánchez de Thompson de Mendeville. Se trata de un ejemplar representativo de la escuela de construcción inglesa. 
El instrumento está revestido en madera de caoba, con detalles en palisandro y filetes en bronce. 
Su inscripción indica que el instrumento ha sido construido en Londres y distribuido en Argentina por parientes del constructor, quienes poseían un local de ventas de artículos musicales en esa época, en Buenos Aires”.

Miguel Ruffo una autoridad en materia de iconografía y estudioso de Pedro Subercaseaux recordaba que quien veía el cuadro del chileno en el Museo Histórico Nacional, nada tenía que ver con el pianoforte en el que la tradición dice que se ejecutó nuestro himno.

Tantos pianos, nos llevaron a preguntarnos quiénes eran los que daban clases de música en el Buenos Aires de 1827.

Uno de los grandes maestros, quizás el más importante de esos años a pesar de su tempranísima edad fue Juan Pedro Esnaola que mereció este comentario del reconocido musicólogo Carlos Vega: “Es el pianista más famoso y el compositor más culto del período inicial de la Argentina artística”.

Había nacido en 1808, en una casa cercana “una cuadra de la Fortaleza al norte” sobre la calle 25 de Mayo No 31.

En setiembre de 1812 sus padres don Joaquín de Esnaola y su madre Josefa Teresa Picasarri, pasaron a la Guardia de San Miguel del Monte; acompañando al hermano de ella el presbítero Juan Antonio Picasarri destacado compositor y ejecutante, que allá entre el polvo y los soles de la pampa mientras cumplía la pena por su filiación realista, formó al muchacho en el arte musical.

Permanecieron en esa población hasta 1815, al menos así lo atestiguan las partidas guardadas en la parroquia local de San Miguel Arcángel, donde reiteradamente el sacerdote celebraba bautismos, comenzando el 12 de octubre de 1812 con el padrinazgo de su sobrino “José Evaristo Esnaola, que nació ese día, hijo legítimo de José Joaquín Esnaola y de Josefa Teresa Picasarri, naturales ambos de Guipúzcoa. Padrinos: Pbro. José Antonio Picasarri. Conste que lo anoto en el libro de los niños españoles”.

Cuando se levantó la medida a fines de 1815 regresaron a Buenos Aires, y poco después Picasarri partió a España con su sobrino Pedro Esnaola, para seguir la formación del muchacho. Volvieron a Buenos Aires en tiempos de Rivadavia y ya Esnaola un dotado para la música y la ejecución del piano, con apenas 14 años publicaba el 18 de setiembre de 1822 en El Argos este aviso: “Juan Pedro Esnaola y Picasarri tiene el honor de anunciar al público que va a abrir una escuela de música bajo la dirección de su tío, D. José Antonio Picasarri”.

Se instalaron en la casa mencionada, edificada en tres lotes que el deán de la catedral José Ignacio de Picasarri adquirió separadamente, el primero al notario del Cabildo don Pedro Martínez de Velasco el 1º de diciembre de 1779; el otro lo hizo el 8 de julio de 1785 a don Pedro Asmentín y el tercero a doña María Mercedes de Zárate el 16 de octubre de 1788. Picasarri falleció en Buenos Aires el 15 de diciembre de 1806 la propiedad pasó a sus sobrinos el Pbro. Juan Antonio Picasarri y su hermana Josefa Teresa. Ésta casó en noviembre del año siguiente en la cercana iglesia de la Merced con el vasco José Joaquín Esnaola, matrimonio del que nacieron Juan Pedro en 1808, María Dorotea en 1810, José Evaristo, bautizado en Monte en 1812 que no es citado, seguramente por haber muerto de corta edad y Mariano Luis en 1815.

NIÑO PRODIGIO

Juan Pedro Esnaola, tuvo fama y cierta además de ser un niño prodigio, ya que a los 14 años había compuesto unas piezas para piano. En 1860 hizo unos arreglos a la música de Blas Parera del Himno Nacional Argentino.

Su hermana María Dorotea casó con José María Gallardo y fueron los abuelos de Ángel Gallardo, éste en sus Memorias, recordó el fallecimiento de su tío abuelo Juan Pedro Esnaola “madrugada del 8 de julio (de 1878), cuando regresó papá que lo había velado toda la noche y me dio la fúnebre noticia. Era la primera vez que la muerte nos arrancaba un miembro de la familia”. Con sus escasos 10 años Gallardo así lo veía: “Era tan severo y tan seco que yo no le tenía mucho cariño, seguramente menor que el que él me profesaba a mí, pues me dedica una frase muy cariñosa en su testamento al dejarme una casa “para que recuerde el nombre de su tío abuelo, al que llamaba abuelo”.

Pinta algunas ocurrencias de Esnaola y sus formas: “Era un hombre muy serio y muy adusto que trataba a todo el mundo de Ud., pronunciando mucho la dé final. Trataba a la gente con severidad y tenía un afán de exactitud y de precisión. A un inquilino que vino a hablarle de una casa de la calle Potosí, le contestó: ‘No hay calle de ese nombre’. Acababan de cambiar la nomenclatura por la de Adolfo Alsina, donde vivía el famoso caudillo que dio motivo a una cuarteta que decía: ‘En la calle Potosí / entre Salta y la de Lima / hoy llora una guitarra / porque ha muerto Adolfo Alsina’”.

Volviendo a Esnaola, a un interlocutor que se apoyaba en el marco de la puerta le dijo: “Deje la puerta, no se va a caer”. Y quizás lo más gracioso es lo que cuenta Gallardo, claro que siendo niño no le pareció bien: “Cuando nos iba a visitar me cargaba en sus rodillas, lo que era para mi sumamente aburrido. Cansado de mirar la cadena del reloj y un sello de oro con una piedra verde con puntitos rojos, ensayaba abandonar las rodillas. ‘Ya está Ud. cansado de la visita de su abuelo’ me decía, y yo me quedaba helado. Un día me anunció: “Aquí te traigo un regalo” y me dio un envoltorio. Cuando yo me imaginaba alguna caja de soldados, resultó que era un retrato de don Juan Pedro, con marco. De decepción me puse a llorar y me costó una penitencia. Otra vez pasó algo análogo con otro regalo que resultó ser una docena de naranjas”.

Justamente siendo canciller del presidente Alvear el doctor Ángel Gallardo, se trató el tema del Himno Nacional, cosa que recuerda éste en sus Memorias al evocar a su tío.

La antigua foto que encontramos de esa casa demolida a comienzos del siglo pasado, donde estaba la mercería Al divino botón nombre por demás bien puesto como publicidad, nos permitieron buscar algo más de ese muchacho que allá en la Guardia del Monte había empezado sus lecciones de piano, y encontramos estas olvidadas páginas de su sobrino nieto.