APROXIMACIONES AL ESCRITOR SALTEÑO EDUARDO CEBALLOS

Entre latines, folklore y tango

En la primera página de un poemario de Eduardo Ceballos titulado Ciclomundo aparecido en 2015, a más de aproximar su estro a las etapas, los matices, los claroscuros y las diversas condiciones, posibilidades y enseñanzas de la vida, tal como se viene desarrollando en esta común y descuidada casa terrestre, donde intereses avaros tienden a contradecir aquella bondad de la creación de la que habla el Génesis, leemos: “Miro el paisaje del Valle Calchaquí,/ la luz juega su papel protagónico./ Pienso en los caldeos/ que de tanto mirarla/ dividieron el círculo en 360 partes/ afirmándose en el movimiento/ que juega con la sombra/ en la incesante revolución del sol.”

Será de advertir en estos versos, que la marca profunda de las orgullosas raíces locales, a verdecer en el repaso de topografías entrañables, alcanzan lozanía de copas tupidas con inquietudes y latidos ancestrales de resonancias cósmicas: “cuántas lluvias humedecieron tu carne/ que almacena recuerdos”.

Aquí el autor como en cada uno de sus entregas poéticas y prosísticas anteriores y posteriores a Ciclomundo, se presenta ante los lectores en estado de celebración de lo creado, y mejor todavía del Creador. No movilizado por el dionisíaco hedonismo pagano con tradición en un Anacreonte, sino recorriendo pleno de gratitudes elevadas al plano religioso, quizá a influjo del poeta San Francisco de Asís, el listado de las consonancias posibles del universo con su espíritu en gracia de entendimiento y en trance de intuir absolutos desde su mirador tendido a campo abierto y nunca erigido sobre una torre de marfil.

Así, más por saber percibir la luz en su estar contemplativo que por jugar con el recurso del oxímoron, nos participa de sus experiencias integradoras: “La oscuridad de la noche/ aclara la visión del cielo”, en tanto asume pitagórico la astral “música de ritmo continuo.” Algo de Ernesto Cardenal del Cántico cósmico puede emparentarse con su apertura más mística que científicista a los misterios celestes, que como en el caso del monje trapense de Nicaragua, lo es sin desentenderse de su tiempo, su terruño y sus habitantes, en suma de su “destino sudamericano”.

DONES DE LA TIERRA

Nacido un 25 de mayo de 1947, en fecha patria que seguramente debe haber marcado su vocación de escritor nacional impregnado de provinciano acento, porque amores son realidades, Eduardo Ceballos nutre su canto con los dones de su tierra, como los viñedos de altura cafayateños. Y visionario logra observar tras el cristal de los racimos, ampliadas hasta alcanzar el nivel de la debida atención y la consecuente solidaridad, las siluetas de los laboriosos trabajadores del vino cargados con demandas largamente desatendidas.

Su poética, directa por dialogante, sencilla en la expresión y profunda en el mensaje, admite no obstante rastrear las muchas lecturas del autor y sin forzar hermenéuticas, vincular por ejemplo ciertos pasajes con la idea del “sorge” (“cuidado”) de Heidegger. Ello por ser cuidadosa su disposición para el mundo y su actuar en estado de alerta ante él; sintiéndose aquí y ahora Ceballos atribulado frente a tantas ajenas precariedades: “La tierra está dividida/ trágicamente./ La tierra es todo un orbe/ de terratenientes./ Los hombres tienen/ la razón dormida,/ ofrecen disputas propietarias”.

Es entonces cuando irrumpe el humanista cristiano y entona en vuelo de purificadora oración frente al panorama apocalíptico que presenta la actualidad: “Por el ojo de la uva/ vuelvo la atención hacia los hombres”. Y que en otro momento, el siempre devoto de San José Obrero, al saludar a un carpintero pueblerino, en quevediana correspondencia de los sentidos, “escucha con los ojos”, cómo en las manos trabajadoras de aquel artesano: “la corteza cuenta la historia.”

Aunque con parecida insistencia que Neruda en su conocida acusación en verso “Los enemigos”, Ceballos que no los tiene, ha pedido en las estrofas de “Los zapatos con sangre” solamente justicia y castigo en su caso, para los responsables de la desaparición todavía en democracia, el 11 de marzo de 1976, del ex gobernador de Salta doctor Miguel Ragone, de quien solo quedó en el lugar del secuestro, una mancha de sangre y un zapato, cuando: “Tras unos forcejeos se lo llevaron,/ dejando un almacenero muerto/ en la mitad de la mañana.”

Sin embargo carece de la unidimensión que en general caracteriza al poeta social y más al versista político. Sí se lo advierte un creador con el oído atento a su pueblo. A ese pueblo que al decir de su comprovinciano Jaime Dávalos trae aluvional la conciencia creciente “de abajo como el árbol”. De allí la lírica pesquisa de Ceballos por exhumar pasadas edades de oro: “América era verde y cantaba,/ el inca jugaba en sus arroyos, con el oro.” No para proyectar una utopía y menos dar letra a precarias consignas partidarias. En cambio su conclusión lírica: “Los siglos de este pueblo/ poblaron con nombres el canto,/ hasta treparse en el cielo”, parece dirigirse a restaurar por el milagro del arte a su mano, la tierra carnal con dimensión metafísica. Es decir la Patria, y no un mito criollo o criollista, con plena incorporación de la marechaliana “provincia de la tierra y el cielo”, desde cuya bóveda provino revestida de colores marianos nuestra insignia.

Lo elemental en tanto identificable con lo básico, lo imprescindible y doméstico, llega filtrado de prosaísmos en sus versos libres o medidos y queda fijado con el cemento de su evocación, lo que significa un poner y disponer el corazón al empecinamiento de la memoria. Así, en otro de sus libros: Un río, la poesía, igualmente de 2015, canta las letanías del pan recién salido del horno de barro, santificando el alimento, suponemos tal vez que vivo en su mente aquel título de la obra teatral del catamarqueño Juan Oscar Ponferrada: El trigo es de Dios. Y dirá entonces Ceballos en tono elegíaco: “El perfecto olor del pan era un señal de la tarde. (…) Lo triste es la vida que se acaba/ luego de tanta fragancia que cruza por la infancia.”

Como en un juego de tenues medias luces, en un anterior poemario publicado en edición bilingüe Es primavera (2012), con traducción al italiano de la poeta friulana Mara Donat y que lleva un prólogo del historiador y periodista Gregorio Caro Figueroa, hay más sugerencias que explícitos. Más empeños por nombrar con adánica naturalidad las cosas, que posmodernas disoluciones del lenguaje y el sentido: “Tomo el papel y busco el verbo/ que viene de las entrañas.” Y sobre todo hay voluntad de hallar una perspectiva a lo tangible desovillando la temporalidad, sin por eso manifestar intención de quedarse en el pasado pecando contra su propia condición cronológica: “Vuelvo al punto de origen/ donde el mundo habla/ desde su asombrosa realidad.”

VOZ DE UN CATOLICO

Eduardo Ceballos, católico devoto y practicante, fue seminarista en su juventud en el Seminario Metropolitano de Salta, cuando estaba a cargo de los hijos de Don Bosco el centro formador del clero salteño fundado en 1874 por el Obispo Buenaventura Rizo Patrón y cuyo primer rector fue el después sucesor de aquél en la diócesis, Monseñor Pablo Padilla.

Entre sus maestros se contó Monseñor Miguel Ángel Vergara, notable historiador de Salta y de Jujuy y miembro de la Academia Nacional de la Historia. El Arzobispo de Salta Roberto José Tavella de gran influencia en su primera formación lo vinculó con el salesiano español R.P. Arsenio Seaje, hagiógrafo de San Paulino de Nola e investigador de la historia eclesiástica del Noroeste.

Nunca perdió sus latines y en la lengua de Cicerón saludó y conversó un día de noviembre de 1965 con el rey de Bélgica Balduino –monarca de originaria vocación sacerdotal- que había viajado a la ciudad del cerro San Bernardo con la española reina Fabiola de Mora y Aragón, su esposa, para pedir ambos al Señor y a la Virgen del Milagro la gracia de ser padres.

Una entre tantas anécdotas de este estudioso de las lenguas clásicas como lo es igualmente afecto al folklore y al tango, a punto tal esto último que el 18 de septiembre del año en curso fue incorporado por unanimidad de votos de los integrantes, como miembro de la Academia Nacional del Tango de esta ciudad de Buenos Aires, disertando con buen acopio de datos y vuelo imaginativo probado en sus narraciones sobre “En busca de una memoria del tango”.

Este poeta culto con alma de coplero popular, es además un polígrafo autor de obras eruditas como: Conozca la historia de Salta a través de sus efemérides (1993) y el Diccionario Cultural del Noroeste Argentino (2022) presentado en la última Feria Internacional del Libro, que aporta conocimientos acerca de más de cuatro mil escritores vinculados con la región e incluye figuras nativas de las provincias de Salta, Jujuy, Tucumán, Catamarca, Santiago del Estero y La Rioja.

Ceballos, residente en la ciudad de Buenos Aires en sus tiempos juveniles, donde participó en ciclos radiofónicos y entrevistó a personalidades como Benito Quinquela Martín, se ha desempeñado largamente en el periodismo salteño y en la actualidad tiene una columna semanal en el diario El Tribuno. Desde hace más de treinta años es director y editor de la revista cultural La Gauchita donde han colaborado y colaboran los más distinguidos autores del Noroeste Argentino.

Activo oficiante de la amistad y la gratitud, uno de los libros más originales que ha dado a la imprenta carece de texto propio y refleja su alto espíritu, generoso, desinteresado y ajeno a la competencia tan común en los ambientes literarios. Se titula: Testimonios de amigos en las letras (2021) y en 270 páginas reúne las dedicatorias presentes en los libros que nutren su biblioteca y que le fueron siendo obsequiados desde su adolescencia hasta la actualidad por los colegas escritores, varios de ellos considerados por Ceballos sus maestros como el antropólogo Julián Cáceres Freire, el historiador Armando Raúl Bazán o los poetas Julio Díaz Villalba, Raúl Aráoz Anzoátegui, Manuel J. Castilla, Jorge Calvetti y Domingo Zerpa.

Existencia trajinada, sufrida como todas y productiva como pocas la de este hombre de la cultura, hoy en plena y fecunda actividad de publicista. Con razón el merecido reconocimiento público del que da cuenta el volumen Labor legislativa del geólogo, escritor y diputado (M.C.) salteño doctor Ricardo Alonso. Allí puede leerse el Proyecto de Declaración de autoría del antedicho legislador documentado en el Expediente Nro. 91-31571/13 y destinado a destacar de manera oficial la labor de Ceballos. Entre los fundamentos de ese Proyecto cabe anotar lo atinente a “la notable tarea del escritor y periodista Eduardo Ceballos por mantener vigente el acervo cultural salteño, siendo reconocido como un magnánimo defensor del folklore y la cultura de Salta.”

Los muchos que conocemos, queremos y admiramos al maestro Eduardo Ceballos, suscribimos por supuesto esas palabras.