En verdad, no los entiendo
Señor director:
Siempre he admirado a los militares. Siendo chico, la frase de Job: “milicia es la vida del hombre sobre la tierra”, me conmovía profundamente; adolescente, estuve en la Escuela Naval dos años, pero ahora, pongo todo mi esfuerzo en tratar de comprender por qué alguien decide meterse a la milicia. Y no consigo entenderlo.
No comprendo por qué, en el país en que la Argentina se ha convertido, una persona joven eligiría entrar en un trabajo donde la principal condición es ser disciplinado y el requisito primordial es la obediencia hasta que, con suerte, llegue a general, almirante o brigadier y, aun así o peor, tendrá que estar a las órdenes de un político que, en el mejor de los casos, tratará de usarlo y en el peor hacerle sentir su desdén.
No me cabe en la cabeza que alguien opte por ponerse el uniforme de cualquiera de los tres ejércitos- como llaman los españoles a sus Fuerzas- por un sueldo que solo es una mísera parte de lo que una puta de la farándula cobra por contar en televisión su última encamada.
No puedo entender por qué un joven en pleno siglo XXI, asuma valores para toda su vida futura como son el sacrificio, la entrega sin condiciones, la obediencia, el honor, la lealtad, la constancia, mientras el resto de la sociedad hace caso omiso de esos valores.
Hay que tener mucha moral, coraje y decencia para cargar sobre los hombros de uno la responsabilidad tremenda de proteger a una sociedad que mientras duerme, toma cerveza o se va de joda, ignora y menosprecia a aquellos que amparan su libertad o dejan la vida en la búsqueda de la tranquilidad de sus congéneres.
Porque hay que tener mucha humildad, llaneza y desprendimiento para entrar en una forma de vida en la que la ambición es la última de las prioridades, en la que te pueden mandar al cu... del mundo a cumplir una misión que nadie entiende, o en la que te cambian de destino por razones de servicio y no puedes ni esbozar una protesta.
Pero, seamos sinceros, a quien en realidad no entiendo es a la sociedad argentina, que desprecia a los militares porque en su ignorancia no los comprende o, porque un uniforme les recuerda la época en que, cag... de miedo, les pedían a los militares que levantaran patíbulos en cada plaza del país.
Porque la sociedad argentina es incapaz de agradecer al colectivo que, en su momento, la salvó de ser una sociedad encadenada y que si hoy votan- aunque lo hagan habitualmente mal- es porque pese a sus errores, ellos lo lograron recibiendo como premio la cárcel y el escarnio. Porque en su egoísmo olvida, esta sociedad, que con una crónica escasez de medios, las fuerzas armadas velan por su vida y por la soberanía nacional; una sociedad egoísta que, sin duda alguna, protestaría si se aumenta el presupuesto de Defensa, mientras mira con indiferencia el robo que los políticos practican a destajo.
Y, menos aún -más allá del desprecio que siento por ellos- entiendo a los políticos que desde hace cuarenta años quieren hacernos creer que los militares han sido siempre un grupo elitista que se apropiaba de la república cada vez que querían, olvidando que fueron ellos los que, golpeando las puertas de los cuarteles, les daban sustento civil a lo que fuera.
Porque son ellos, los políticos, los que nos quieren hacer creer que las fuerzas armadas solo sirven para ayudar a damnificados en inundaciones, sismos o desastres en general o, peor aún, para hacer comidas para los “menos afortunados” que, seguramente, cobran en planes, mucho más que un soldado voluntario.
Pero, aunque no entienda a aquellos que hoy -pese a la liviandad reinante y al egoísmo que nutre la vida nacional- quieren vestir el uniforme, vaya para ellos mi homenaje porque al fin y al cabo, como decía Calderón de la Barca, poeta y soldado de infantería:
“Aquí, en fin, la cortesía,
el buen trato, la verdad,
la firmeza, la lealtad,
el honor, la bizarría,
el crédito, la opinión,
la constancia, la paciencia,
la humildad y la obediencia,
fama, honor y vida son
caudal de pobres soldados;
que en buena o mala fortuna
la milicia no es más que una
religión de hombres honrados”.
JOSE LUIS MILIA