CARLO CAFFARRA, ARZOBISPO DE BOLONIA

En recuerdo de un gran cardenal

POR BERNARDINO MONTEJANO

En estos tiempos tan oscuros existen y existieron hombres que alumbraron noches sin luna ni estrellas, que ellos mismos son y fueron luces que señalaban y señalan el camino del Reino de Dios.

Hoy quiero recordar a uno de ellos, el cardenal Carlo Caffarra, arzobispo de Bolonia, a quien Dios quiso sacarlo del combate para llevarlo junto a Él, a ese lugar donde ya no habrá mas preguntas ni respuestas porque todo será beatitud, en el lenguaje de Saint-Exupéry.

Allí arribó Caffarra que un día junto a otros tres cardenales presento unas dudas con la esperanza de la respuesta de Francisco que nunca llegó. Caffarra pensó que estaba frente a un caballero, a un hombre inquieto por la verdad, pero se equivocó ante la realidad de un politiquero eclesiástico que confunde y medra.

OBRA DIABOLICA

En su homenaje quiero comentar algunas de sus respuestas a Religión en Libertad y al semanario Tempi del 27 de junio de 2015.

Al inicio del diálogo con relación al reconocimiento de las uniones de personas del mismo sexo por el Parlamento europeo respondió: “Es el fin. Europa se muere… se ensalza la homosexualidad. Esto es abominable”.

Ante hechos de este tipo que muestran el oscurecimiento de la mente del hombre, Caffarra sostiene que “es una obra diabólica” contra el gran edificio de la Creación que se asienta sobre dos columnas: hombre-mujer.

Hoy se traba una lucha que será larga y dura, en la cual por un lado estarán los pastores de la Iglesia y los matrimonios cristianos, todos en sentido estricto. Porque el corazón no engaña.

“La Iglesia ha enseñado siempre: el pecado no ha corrompido radicalmente al hombre. El hombre ha hecho desastres enormes, pero la imagen de Dios ha permanecido”.

Se refiere a los jóvenes de hoy y a la juventud de San Agustín a quien conmovió ver a un obispo, Ambrosio, y a una comunidad que cantaba la belleza de la creación.

Como hombre culto Caffarra recuerda a Heráclito: “El pueblo debe luchar por las murallas” y denuncia a los Estados de nuestro tiempo que han abdicado de su dignidad, reduciéndose a una cinta grabadora de los deseos individuales, cuyo resultado es una sociedad de egoísmos opuestos o frágiles convergencias de intereses contrarios. Sigue una cita de Tácito: Corruptissima res publica plurimae leges (“Cuando el Estado es corrupto, las leyes se multiplican”).

Que este sentido recuerdo de un gran cardenal sirva para compararlo con algunos sucesores italianos acomodaticios, politiqueros. Sinvergüenzas, pero no argentinos por suerte.