En la cancha se ven los pingos

Está llegando la hora de tomar decisiones políticas ante el deterioro interno y externo producto de la ceguera de la clase dirigente. Podemos prever, sin temor a equivocarnos, que el próximo gobierno adoptará medidas económico-sociales para atender los problemas más urgentes mientras ajusta -si es que ya lo tiene- un plan de gobierno para realizar durante sus cuatro años en el poder.

Muchos somos los que deseamos que éste no sea una mera repetición del actual ni basado en generalizaciones, que cuente con metas concretas ya que no hay tiempo para ambigüedades. Debe ser un punto de partida apropiado para la recuperación económica de la Argentina.

Desde el primer día se debería informar sobre los lineamientos generales para que la actividad privada pueda hacer sus propios planes, saber a qué atenerse. El cambio inmediato de política será fundamental para poder estabilizar la moneda y los precios, elevar las reservas monetarias, disminuir el déficit presupuestario y devolver a la empresa privada su responsabilidad y libertad de acción.

Se necesita un país que permita equipar a sus empresas, elevar la ocupación y la producción, además de garantizar la paz en las calles. Los pantalones largos implican rigor, dentro de la Constitución y la ley, con respaldo popular suficiente para poder modificar, en lo que haga falta, el código penal y de procedimiento en lo criminal. Ello aseguraría evitar tales grados de impunidad que han dejado indefensa a la ciudadanía.

Jerarquizar la justicia es tarea pendiente para que sea sostén del orden social, ayude en la fiscalización de los funcionarios públicos, evitando de ese modo actos delictivos. Si la corrupción no es castigada y el control público no existe, la corrupción se convierte en impunidad, tiene que dejar de verse como algo natural.

PRIORIDADES

Hay prioridades, como por ejemplo ordenar el sector estatal y fijar una orientación para la actividad privada mediante la política impositiva y aduanera, quizás con algún estimulo directo, siempre que esté en relación con el equilibrio económico.

Si no hay inversión y los capitales emigran del país será imposible un desarrollo genuino. No lo habrá si no existe confianza en el valor futuro de la moneda, si existe el control de cambios, si el déficit del presupuesto nacional es enorme y menos aun si el gobierno interfiere en el libre desenvolvimiento de la actividad privada.

Sin políticas que inspiren confianza a inversores locales y extranjeros nadie invertirá, no se podrá lograr con semejante índice de inflación, peste que lleva al caos y a la disolución social si se la intenta bajar con medidas dirigistas y sin la meta de llegar al primer plano en la consideración de los organismos internacionales, de los cuales no tendremos más remedio que recurrir para obtener fuentes financieras, de las que por ahora no podremos prescindir.

Los efectos de la intervención compulsiva del gobierno en el mercado produjo efectos destructivos, los cuales no se limitan al aspecto económico, se extienden a otros campos, como al entendimiento humano. Por falta de información fidedigna muchos se hallan influenciados por los razonamientos de la demagogia dirigista: siembra una terrible confusión en las ideas, además de la corrupción que la acompaña.

Esta no es la primera crisis, no es consuelo pero si la hemos superado en otras ocasiones, bien podremos hacerlo una vez más, teniendo en cuenta el ejemplo de otros países ante situaciones económicas semejantes.

Los problemas que aquí tenemos fueron resueltos: se afirmaron las instituciones liberales y la economía de mercado. Es paradójico que en Argentina, con tantos recursos, haya alcanzado el 43% el nivel de pobreza. Existen sólo por errores de quienes gobiernan y se pueden corregir. El 22 de octubre podría ser una inmejorable oportunidad, si quien gobierne se propone ser fuerte ante la acción de los grupos antisociales que comprometen el sistema que defiende la libertad.

Debe terminar con el circo edificado demagógicamente por los Kirchner, hacer cumplir las leyes, sin privilegios de ningún tipo. Es elemental permitir el desarrollo de la economía capitalista porque ha salvado al mundo de la pobreza, consiente una apertura mayor a la de cualquier otro sistema económico conocido, da más posibilidades de vida y desafíos creativos para ejercer la aventura de vivir, como también mayores oportunidades para el desarrollo de las potencialidades personales.

Los dirigentes que llegaron al poder resistiendo al sistema capitalista, predicando frugalidad y austeridad inauguraron el consumismo socialista: prefirieron que el ascetismo lo practicaran los trabajadores.

Es una obligación del Congreso abandonar la maña de dejarse estar, se suma a su inoperancia el criterio electoralista de muchas leyes. Son pocos los que se atreven a enfrentar problemas acuciantes, como por ejemplo la ley de alquileres.

En un permanente afán demagógico se le introducen parches parciales, los cuales reflejan el terror de herir susceptibilidades de una supuesta clientela electoral. Sabotean las verdaderas soluciones constructivas que se proponen. Muchos de ellos responden a intereses personales que anteponen al bien de la comunidad, intereses que se mueven en el sentido de asegurar ganancias y privilegios fáciles y rápidos, tanto para ellos como para los grupos triunfantes de esta política inmoral y de privilegio.

CASTIGO

Debería existir, además del voto, una ley que castigara a los funcionarios que no cumplen o se comportan irresponsablemente con la tarea para la cual fueron elegidos, haciendo un grave daño a la sociedad.

Este gobierno, como también los de Néstor y Cristina Kirchner, desplazaron al ciudadano de la esfera del derecho a la del permiso previo, donde se debate sin garantías, falto de seguridad jurídica y expuesto a todos los discrecionalismos que sobrevienen de la quiebra del marco normativo.

No se deberían prometer soluciones sin que previamente se esté en la situación de llevarlas a cabo, sería útil que la opinión pública pudiera escuchar debatir a los candidatos sobre los problemas más urgentes antes de la confrontación electoral de octubre, daría la oportunidad al ciudadano común de comparar las propuestas que tienen por delante.

La responsabilidad que tendrá el nuevo gobierno es promover el gran cambio, del que tanto se espera, dentro de los cauces constitucionales, evitando que se dé por otras vías, de cualquier manera.

A quienes desean cambios extremos, radicales, creyendo que existe el milagro político de transformar todo el orden social, vale la advertencia del filósofo Karl Popper: “Debe tenerse cuidado de la actitud irracional originada en la embriaguez que ocasionan los sueños de un mundo hermoso y mejor, lo que llamamos romanticismo. Bien puede buscarse el modelo de la ciudad divina en el pasado o en el futuro, bien puede predicarse ‘el retorno a la naturaleza’ o ‘el avance hacia un mundo de amor y belleza’ pero su llamado estará siempre dirigido a nuestras emociones, no a nuestra razón. Aun inspirado por las más bellas intenciones de traer el cielo a la tierra, sólo conseguiremos convertirla en un infierno, ese infierno que sólo el hombre es capaz de preparar a sus semejantes”.

La crisis económica golpea con tozudez las puertas de cada hogar pero el problema es político. Los presidentes, de ahora en más, deberán reagrupar a la ciudadanía alrededor de una doctrina liberal, la única que puede romper la parálisis que vive el país. Y, sin duda, para realizar el gran cambio que tantos esperamos será imprescindible el sostén político.

 

* Miembro de Número de la Academia Argentina de la Historia. Miembro del Instituto de Economía de la Academia de Ciencias Morales y Políticas. Premio a la Libertad 2013 (Fundación Atlas). Autora de “El Crepúsculo Argentino” (Ed. Lumiere, 2006).