El rincón de los sensatos

En el país de la desmesura

Cuando André Malraux visitó Buenos Aires acompañando al general Charles de Gaulle, se refirió a esta ciudad como  la capital de un imperio que nunca fue.

Y algo de razón tenía... Todo es grande y desmesurado en la Argentina: tenemos la avenida más ancha y también la más larga a orillas del río más ancho.También tenemos las pampas más fértiles, las vacas más fecundas, las montañas más altas y las planicies más extensas en un país generoso que construye de noche lo que los argentinos destruyen de día.

Esta riqueza natural creó una falsa sensación imperial que nos condujo del esplendor a la miseria en un breve  trayecto sinuoso, donde imperó el derroche, la administración injusta y una falta de  conciencia de las limitaciones, además de la indiscutible corrupción que cada día nos sorprende con nuevas facetas que no dejan de asombrarnos por su desfachatez. 

“Dale nomás, dale que va ¡Que allá en el horno se vamo a encontrar!”, dice una estrofa de Cambalache, nuestro himno nacional. Así fue como que en el imperio que nunca fue hay biblias y calefones .Allí coexisten una  de  las mayor proporciónes  de médicos, abogados y psicólogos per cápita del mundo junto a analfabetos ,semianalfabetos y los ni ni –un mal que a principios del siglo XX supimos extinguir y exhibir con orgullo, pero que vuelve, aunque algunos no quieran reconocer la decadencia–.

LUJOS INSOPORTABLES

Hay cosas que en el imperio inexistente ya no  podemos darnos el lujo de mantener. Como una familia de alta burguesía que se resiste a la decadencia social, preferimos mantener estructuras que nos recuerdan épocas de bonanza pretérita y nos asimos a ellas como las memorias de tiempos mejores, proceso evasivo que nos impiden tomar conciencia de la presente y deprimente realidad.

Si se quiere mantener al Cine Gaumont y el Estado no los puede bancar, muy bien, los que lo quieran así que aporten para su mantenimiento pero no es justo que los habitantes de Jujuy y Neuquén que nunca lo vieron tengan que pagar impuestos para mantenerlo.

¿Debemos tener un Conicet que hace publicaciones como “La era del aguante: Génesis, mutación y ocaso de las formas de la violencia en el fútbol argentino” o “Tensiones en torno a la institucionalización del quidditch argentino” (aclaración, es un juego de pelota practicado por los personajes de Harry Potter) o “De encuentros y trayectorias: el fenómeno Pokémon GO”.? 

Aclaro, todo esto no es fruto de una fértil imaginación -que no llegaría a estos extremos- ni de una inspiración etílica. ¡No! Están en la página web del Conicet. Véanlo ustedes mismos. 

Entiéndase bien, el Conicet fue creado con la mejor de las intenciones por un baluarte de la ciencia argentina, el Dr. Bernardo Houssay, primer premio Nobel de medicina de Argentina y América latina. No creo que el Dr. Houssay hubiese permitido gastar un peso en el estudio del quidditch o del Pokémon GO.

Obviamente que el Conicet hizo cosas buenas, muy buenas, pero en este mundo mediático pesan más los escándalos y desatinos... De  allí la importancia de evitarlos.