Default humanístico

"En drogas ... ¿A dónde vamos?"

“…la imaginación es la mitad de la enfermedad, la tranquilidad es la mitad del remedio y la paciencia el comienzo de la cura…”

Ibn Sina (980-1037) médico y filósofo persa

Oscar llega traído luego de dos terapias intensivas. Lo conocí hace muchos años abusando del alcohol. Abandona el tratamiento y busca formas de huir de los cuidados familiares y elige un camino de codependencia con una pareja para seguir consumiendo. Del alcohol a la cocaína hay un paso hoy precisamente para poder tomar más alcohol sin los efectos negativos del mismo (depresor del sistema nervioso) y se forma un círculo infernal de alcohol-cocaína y luego pastillas para “demoler y bajar “al sujeto enfurecido que surge.

Así llega a dos terapias intensivas con riesgo de muerte inminente y con daños evidentes y visibles en su salida. Es lo que llamamos un “joven crónico” (no puede estar sin consumir) con crisis de abstinencia imperativas y de una gran violencia contra otros o contra sí. Los estudios neurológicos demostrarán un daño cerebral luego de meses de consumo inveterado de todo tipo de sustancias. El descontrol reemplaza al sujeto libre.

Llegan más y más pacientes dañados por el consumo de drogas. Hay una “legalización de hecho” que actúa en todos los países de América Latina con Estados Fallidos y fronteras porosas ante la magnitud del negocio que se mueve. La enfermedad reina con la secuela de discapacidades psiquiátricas y sociales evidentes en donde se mendiga un “certificado de discapacidad” en gente, aun joven, pero mutilada en su capacidad cognitiva y con daños psíquicos y neurológicos evidentes e inhabilitada para un trabajo estable.

Las familias quedan abandonadas, hijos sin padre o madre y una fuerte fragmentación de los vínculos humanos y emocionales. No importa la edad o clase social ya que es un fenómeno que atraviesa todos los sistemas de distribución económica porque parece ser una cultura de la aceptación de las drogas la que ha triunfado.

El hombre Químico suplanta al sujeto de la palabra. “Poderoso Caballero es Don Dinero” como decía el célebre escritor suple a una ética del Bien Común dado los múltiples intereses que se mueven. La química (sin prescripción médica) lleva a la peor de las esclavitudes.

La evidencia científica muestra el daño evidente del consumo y la pérdida progresiva de la libertad en los pacientes. Sin embargo, se denosta esta evidencia y se proclama como un acto de libertad al consumo llevando a la esclavitud a millones con pingues ganancias que eluden todo fisco y cuando algún país como Uruguay intenta regular estatalmente el negocio de la marihuana nos encontramos con que el mercado negro la vende más barata y aumenta el consumo de otras drogas paralelamente a esa regulación.

Ya la cultura de la banalización de los daños y de la aceptación social està triunfando. La sociedad asiste anestesiada a estos cambios como sucede cuando avanzan los males sociales manipulados por una mercadotecnia determinada y con procesos de reingeniería social (como mostramos en estas columnas) precisamente calculados.

Los pacientes como Oscar necesitarán un largo proceso de rehabilitación con cambios en su estilo de vida, actividad física, mucha terapia grupal, individual y cambios de conducta y rutina de salud frente a las rutinas de la enfermedad que se habían instalado.

MIENTRAS TANTO…

En un acto de cinismo monumental se decreta el fin de Guerra contra las Drogas (¿qué guerra?) y se propone legalizar la cocaína en foros de presidentes y expresidentes de la propia América Latina hundida por el consumo de estupefacientes.

La verdadera batalla cultural no se dio y es en las escuelas y en la formación social lo más pertinente. Los países de Europa que han avanzado muestran que la Ley debe ser acompañada por campañas y programas de prevención en todas las edades y para todas las familias y restos de familias que tengan los chicos.

Si por guerra se entiende la disputa por los campos de producción en manos de grupos delictivos indudablemente esto no ha sido un avance. Colombia luego del llamado “Acuerdo de Paz” duplicó su producción y sirvió para que pingues ganancias se licuaran dentro del

sistema legal y muchos entraran en puestos del Estado como Señores en donde también se “lavò” su imagen. Ahora siguen dominando provincias dentro de un Estado legal pero Fallido y ampliaron sus dominios a países vecinos.

En Colombia, Chile y México avanza la legalización de las hojas de coca, su producción y comercialización a través del Estado. Se ha creado la Comisión Latinoamericana sobre Drogas y Democracia y distintos ex -presidentes e incluso los que firmaron el célebre acuerdo de Paz que fue rechazado en votación por el pueblo colombiano, pero igual aplicado.

Dentro de esta tragicomedia en el propio documento mencionan que la cocaína es un estimulante extremadamente adictivo que afecta al cerebro. Se intenta vender desde el Estado aquello que ellos reconocen daña la salud de los consumidores y fundamentalmente el cerebro. El objetivo es abaratar el consumo porque ha aumentado su precio por las dificultades de transporte por la pandemia. Dar más barato aquello que daña. Argumento insostenible por el cinismo que lo sustenta. O sea, facilitar aquello que es mucho más difícil de conseguir.

Argumentos baladíes y sin sustento ya que nunca como ahora en América Latina las drogas están “a la mano” con una vasta red de comercialización y distribución y sin ningún elemento protector cultural para la población y con dominio de provincias y territorios en muchos casos a “punta de fusil “y con grupos organizados. La tecnología actual permite que los “Carrier” de distribución llegan a la casa sin ninguna dificultad.

COCAINA Y CEREBRO

¿Iremos “armando” un conjunto de población solo alucinada por consumir? Por momentos pienso que sí. El cerebro no está apto para recibir drogas ya que sufre alteraciones en su función y en su estructura (pequeños infartos cerebrales). El consumidor va haciendo un curso acelerado de dementización precoz.

Estas alteraciones funcionales y estructurales de esa delicada estructura de 100 mil millones de neuronas alimentan el descontrol ya que se dañan las estructuras de control (lóbulo prefrontal, frontal y temporal) y el descontrol facilita la conducta compulsiva y repetitiva que lo menciona el paciente cuando nos señala “no puedo parar”.

La compulsión que culmina en muchos casos en la muerte o la sobredosis es un enigma para todos nosotros; buscan un placer que como “flash” se evaporo desde los primeros momentos del consumo pero que queda como una “llama prendida” en la memoria adictiva y que nunca más volverá, pero igual lo siguen haciendo. Del placer buscado se llega a la muerte quizás también buscada. ¿Para qué vivir así entre ciclos de abstinencia, angustia y un éxtasis nunca logrado?

Hoy los médicos de terapia intensiva viven no solo el drama del Covid sino también el fantasma de pacientes con sobredosis que alteran todo el andamiaje en donde hay pacientes de riesgo de todo tipo. La tolerancia que generan estos estimulantes hace que cada vez sea mayor la necesidad y cantidad a consumir. Incluso muchos desafían los manuales de Farmacología ya que las dosis están fuera de la estadística de los mejores textos. El inicio va acompañado por irritabilidad, inquietud, luego paranoia y al final delirios persecutorios llegando en muchos casos la crisis a la crónica policial con uso de armas y daños a si y a terceros.

Campo evidente de la psicosis en donde el paciente pierde el sentido de realidad con las alucinaciones confirmándole esta verdadera “ceguera” del otro y de sí. Con el crack (muy usado hoy) la vida media es más corta y se necesita consumir cada vez más; todo el aparato respiratorio se daña, hemorragias nasales, ulceras en la nariz, problemas en la deglución e incluso aumenta el riesgo de contraer neumonía y por supuesto COVID por la baja sustancial de sus defensas inmunológicas y por el estilo de vida que lleva. Un neurotransmisor clave en nuestra vida es la dopamina que participa en múltiples funciones cerebrales como el aprendizaje la memoria, la motivación y la recompensa ante los estímulos placenteros (induce a la repetición de las conductas que nos comportan placer como la alimentación, el sexo, el deporte, etc.) el sueño, el humor, la atención y es precisamente el consumo de estimulantes lo que desarticula todo este sistema electroquímico tan preciso.

Los estimulantes como la cocaína al hiperactivar el llamado sistema dopaminérgico facilita una euforia inicial, exaltación, agitación

psicomotriz, aceleración del pensamiento, la producción de la ideación paranoica con delirios y ausencia de contacto con la realidad. Se desequilibra así todo el sistema nervioso llevando a la hipofunción de este y a la muerte neuronal. La cocaína es vasoconstrictora de los vasos sanguíneos disminuyendo el aporte de oxígeno llevando a micro infartos cerebrales con el consiguiente deterioro y envejecimiento cerebral.

Es común consumir cocaína con alcohol y se realiza en el organismo un experimento químico en donde en el hígado se combina el alcohol con la coca y se fabrica etileno de cocaína aumentando los riesgos de muerte súbita.

Las drogas -todas-alteran el sistema de recompensa y generan una neuro-desconexión (verdadero “asesinato” del sistema nervioso) que generan desde actos antisociales hasta delirios y al afectar la corteza prefrontal (verdadera diferencia cerebral con los simios) se altera la llamada neuro-moral con la consecuente pérdida valorativa, fomentado la desinhibición de conductas, y alterándose la planificación y organización del futuro. Esto en un marco anómico social como el que muchos viven puede ser catastrófico.

NEGAR LA EVIDENCIA CIENTIFICA

Esto que mostramos recién es una evidencia científica. Se denosta de ella y se pretende regular desde el Estado aquello que daña. La prevención cultural verdadera barrera para el daño social no es mencionada y solamente se mencionan campañas de guerras fallidas. Mientras tanto la “batalla cultural” es mediante una reingeniería social mostrando que el uso de drogas es un experimento que necesita realizarse como un verdadero “rito de pasaje” hacia la adultez. Esto es precisamente un “asesinato” de los jóvenes ya que el neurodesarrollo recién termina a los 25 años aproximadamente y la inmadurez del sistema nervioso facilita la entrada rápida al consumo que puede transformarse en crónico.

Recordé al inicio al médico persa que recordaba principios básicos de una rehabilitación; imaginación, tranquilidad y paciencia. Son otros tiempos es el campo, hoy, del vértigo, la impaciencia y el descontrol consumista. La cocaína parece interpretar a este tiempo vertiginoso “llevándose puesto” al hombre mismo.