​En Europa respaldó la causa americana­

­­Ante un nuevo aniversario del fallecimiento de José de San Martín, el 17 de agosto de 1850, me parece interesante repasar su derrotero en su ostracismo en Europa. En particular de los primeros años, ya que habitualmente se tiene en cuenta el período que va de 1838 hasta el año de su descenso, particularmente por su apoyo al gobierno de Juan Manuel de Rosas ante los ataques franceses y británicos, pero se deja de lado la primera época de su exilio.­

Después de la entrevista de Guayaquil con el Libertador Simón Bolívar y el fin de su gobierno en Perú, regresó a Mendoza en enero de 1823 para partir a Buenos Aires, previa autorización del gobierno bonaerense, para ver a su esposa que estaba muy enferma. El fallecimiento de su esposa el 3 de agosto y la enemistad del sector unitario, liderado por el ministro Bernardino Rivadavia, lo deciden para emprender su exilio a Europa.­

Según A. J. Pérez Amuchástegui en `Ideología y acción de San Martín' (1966): "El 10 de febrero de 1824 partió San Martín de Buenos Aires llevando consigo a Mercedes e insistiendo en su argumento de que ésta necesitaba una férrea guía paterna. Para todos, sin embargo, la niña seguía siendo el pretexto"

En realidad tuvo como planes operar políticamente en pos de reafirmar la independencia americana frente al acecho de la Santa Alianza.­

La llegada de San Martín a Francia no pasó inadvertida. Restablecido el rey Fernando VII en su trono español, por las armas galas, la policía local lo siguió de cerca, pasando informes puntillosos a sus pares de Madrid. Allí estuvo poco tiempo y partió el 4 de mayo hacía Southampton, para luego viajar a Londres

Primero se preocupó por dejar a su hija en un colegio como pupila y al cuidado de la esposa del capitán Peter Heywood, y luego empezó a concertar reuniones en la capital británica, donde buscó información sobre las pretensiones europeas en reconquistar el suelo americano.­

Uno de los más interesados en entrevistarse con el Libertador fue el ex emperador mexicano Agustín de Iturbide. Partícipe de la independencia mexicana, fue proclamado emperador en su tierra el 18 de mayo de 1822. Tensiones entre los grupos locales por su ejercicio del poder, un levantamiento militar lo obliga a abdicar el 20 de marzo de 1823, obligándosele a exiliarse. Quizás asimilando su caso a la experiencia sanmartiniana en Perú, Iturbide tuvo con Don José una reunión secreta de dos horas en Londres, donde debatieron la posibilidad de España de reconquistar las tierras americanas y el eventual apoyo de las otras potencias europeas. Por propia decisión el ex emperador decidió viajar a los pocos días de dicha reunión a México, arribando a su lugar natal el 16 de mayo. Pero no contó Iturbide que había sido condenado por el Congreso como "enemigo del Estado". Arrestado en Soto a Marina, Tamaulipas, fue fusilado en Padilla, ciudad del mismo estado, el 19 de julio.­

Mientras tanto San Martín, más allá de tensiones con Alvear y Rivadavia, entabló conversaciones con toda la comunidad hispanoamericana en aquellas tierras, amén de agentes oficiosos del primer ministro Canning.­

El libertador, en esos días, operó como diplomático extraoficial, elevando informes a sus contactos en Perú y Argentina, amén de conectarse con los sectores liberales europeos antiabsolutistas.­

Ello se desprendió de una carta a Guido y en otra misiva a Molina, del 17 de mayo, desde Londres, donde le expresó que su misión era "averiguar la opinión del pueblo y gobierno con respecto a la América". Analizó que Inglaterra impediría el accionar de la Santa Alianza por el interés de británico en la independencia de las repúblicas americanas y los empréstitos ofrecidos a las mismas, al tiempo que machacó en la necesidad de lograr "un gobierno central" que expresase "la unión de nuestras provincias".­

De Londres viaja a Ostende y nuevamente regresa a la capital británica. Quizás se reencontró con su hermano Justo Rufino de San Martín, que se hallaba en Bruselas el 14, siendo éste residente en Francia como "coronel retirado al servicio del rey de España". Y, se pude especular, que, más allá de temas familiares, charlarían desde sus distintas posiciones sobre el acontecer político del momento, al punto que Justo posteriormente viajaría a Londres a continuar dichas pláticas.­

Al tiempo José visitó a su amigo lord James Mac Duff V, conde de Fife, en el castillo de Banff, en el norte de Escocia, quien no sólo lo recibió con honores sino que los gilds (las corporaciones mercantiles o gremios escoceses) lo honran, siguiendo a Pérez Amuchástegui, cuando "fue designado ciudadano libre (burguess) y miembro de los guilds del Real Burgo de Banff", tal como consta en el Archivo Mitre.­

El visado de su pasaporte, entre 1825 a 1830, mostró una activa travesía de Don José por Londres, Bruselas, Marsella París, Amberes, Ostende y demás puertos europeos.­

Su estadía en Bruselas fue muy activa, tal como testimonió en varias cartas, analizando la posición de la Santa Alianza. El 4 de febrero de 1825 le escribió a Molina que, al reconocer el Reino Unido a nuestra nación, repercutió enormemente por cuanto "las actitudes de Prusia respecto de los países hispanoamericanos eran menos terminantes que las de sus aliados, mientras que Suecia, Dinamarca y los Países Bajos, en tanto recibían una influencia directa del gabinete inglés" y "miraban con simpatía el reconocimiento"

Al punto estuvo vinculado con los sectores liberales e independentistas belgas, descontentos con la unión forzada con Holanda al constituirse el 23 de mayo de 1815 la creación de los Países Bajos, que en 1825 la logia La Perfecta Amistad dejó constancia de su admiración por el prócer americano, lo que dio lugar a un sinfín de estudios y justificaciones sobre la filiación o no masónica del Libertador. La vinculación de San Martín con logias, con una lógica política al operar éstas como partidos liberales contra la Santa Alianza, en nada puede hacerlo ver como un místico devoto del gran Arquitecto del Universo o, en contraposición, un fanático anticatólico, sino un dirigente político de su época que se valía de todos los contactos posibles para ver cristalizada la independencia sudamericana.­

Todos estos contactos se interrumpen al decidir su vuelta al sur. El 7 de octubre de 1828 de Londres partió a Buenos Aires. Los posteriores sucesos del asesinato de Manuel Dorrego convencen al Libertador de permanecer en Montevideo y no arribar a estas tierras para no tomar parte de las luchas fratricidas.­

Sus contactos se reforzaron en Francia y Bélgica, al punto que se le ofreció, en el marco de la revolución francesa de 1830, y de su contraparte en Bélgica, liderar militarmente la independencia belga. Dicho honor lo declina, sugiriendo a Juan Van Halen y Sartí como conductor de armas, tal como investigaron José Pacífico Otero y Vicuña Mackenna

En definitiva, su rol en Europa, fue la de un vigía imperecedero de la independencia del continente americano, sea en época de la Santa Alianza o cuando Francia y el reino Unido vulneraron nuestra soberanía en época del Restaurador de las Leyes.­

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