Elecciones y pócimas mágicas: ¿qué nos venden los candidatos y cómo lo hacen?

Soy un hombre mayor y he conocido muchos problemas, la mayoría de los cuales nunca ocurrieron. Preocuparse es como pagar una deuda que no debo. 
He pasado la mayoría de mi vida preocupado por cosas que nunca pasaron  
Mark Twain 


Las campañas electorales no escapan a la lógica de la búsqueda de clientes, de compradores, consumidores, que realiza cualquier emprendimiento comercial. En el terreno de la propaganda se usan diferentes recursos que han ido evolucionando a lo largo de los años pero que no salen de la matriz inicial de buscar influir sobre los aspectos prerracionales, emocionales y subconscientes del comprador /consumidor / votante. El espectro es amplio en esa promoción y propaganda, desde los que apelan a aspectos más racionales en el convencimiento de que su propuesta es mejor, hasta los que saben que venden una ilusión, como los “curadores” trashumantes que vendían sus pociones, apelando a la fantasía y a la necesidad de soluciones mágicas que albergamos en el fondo ancestral de nuestras mentes, especialmente cuando no hemos obtenido respuestas en el mundo de lo concreto y real. 
Este domingo estamos transcurriendo por el inicio de un camino que es el periodo eleccionario, que culminará posiblemente en octubre y en caso de ballotage en noviembre. Sin duda ya son y serán momentos de mucha intensidad y cambios, de los cuales somos espectadores o quizás actores secundarios. 
En sociedades en vías de desarrollo o aquellas en transformación, toda elección plantea una serie de dilemas en búsqueda de una respuesta. Sin embargo, en el contexto de una sociedad como la actual de nuestro país, en la cual no dejamos de estar en una montaña rusa de eventos con consecuencias en general desfavorables de todo tipo, nuestra mente y nuestras emociones puestos a prueba infinidad de veces a lo largo de los años, lo serán quizás aún más. La historia de una sociedad que ha transitado el trauma como cotidianeidad y se ha acostumbrado a ella, mostrará las consecuencias de ese trauma acumulado en estos días. Es en ese estado de conmoción crónica e incertidumbre, que vamos a votar. Reflexionar o tomar conciencia de esos estados anímicos y de conciencia, quizás sirvan, para poder entender la incidencia en la toma de decisiones trascendente que implica nuestro voto. 
Elegir entre opciones es una toma de decisión compleja con consecuencias que a veces banalizamos. Toda elección tiene sus consecuencias, algunas de nuestra vida cotidiana son de menor trascendencia y otras implicaran cargar con las consecuencias durante mucho tiempo y en amplios sectores de nuestra existencia, como es el voto. Votar en el contexto actual, implica una toma de decisiones, pero en un ambiente condicionado a las características sociales y personales de ese contexto. Hay condicionamientos que son propios como los factores emocionales, pero hay otros que buscan influir, manipulando esos factores emocionales, esas expectativas y que sin duda serán más intensas en función del resultado del proceso del día de hoy. 
Según los modelos de clasificación de emociones más usados (Ekman y Plutkin) clasificamos a las mismas en seis u ocho modales. Para Ekman: miedo, sorpresa, asco, ira, alegría, y tristeza, a la cual Plutkin suma amor y anticipación.
No es de sorprender que en las crisis las emociones que predominan son las negativas. Así el miedo, la ira/agresividad/violencia y en particular la desesperación son las que vemos presentes en una sociedad en la cual las carencias, solo por mencionar a las económicas, implican a más de la mitad de la población, y peor aún en cuando a niveles de carencias extremas a cifras inimaginables hace unos años. La desesperación en este contexto es un factor cuyo origen y razón es fácil de entender, así como la facilidad para manipularla con ilusiones. 
En este contexto de incertidumbre y emocionalidad, en el caso de un proceso eleccionario, es posible que estemos más inclinados a votar por un candidato que se dirija más a las emociones que a los aspectos racionales.
Los políticos saben, palpan y trabajan sobre este territorio unos más que otros, pero el uso de tácticas de manipulación emocional es constante. Así por ejemplo el uso del miedo, frente a la inseguridad física como a la económica, es una alarma que nubla la posibilidad de una evaluación por medio de factores racionales. El mencionar el crecimiento del crimen, y sus formas cada vez más violentas, genera promesas de seguridad, protección o de orden, aun cuando ellos mismo estén o hayan estado en condiciones de abordar el problema. Ese control se propone combatir con más violencia, pero centralizada en el poder del estado o desde otra perspectiva, prometiendo solucionar la otra fuente de inseguridad y violencia, la económica, pero en este caso estableciendo una relacion entre pobreza y crimen, en la cual solucionando la primera variable no existiría la segunda. Al mismo tiempo atacan la primera postura. No existen instancias intermedias o superadoras, sino visiones de la sociedad y del problema seguridad en este caso, confrontadas.
El uso de la ira, el enojo: Estamos todos enojados, y es un estado emocional que se expresa de múltiples maneras, desde la calle a las redes sociales, diariamente en nuestra sociedad. Se exalta esto buscando demonizar de las más variadas maneras a sus adversarios, transformándolos en general en responsables de los males anteriores. Interesantemente el fuego cruzado de acusaciones revela cierta verdad en ambos lados, solo que se ve la paja en el ojo ajeno. Aquí no elegiríamos a un candidato bueno, sino debemos evitar a todo costo la del demonizado. Ese enojo también puede llevar a decisiones de voto impulsivas inclusive en la idea de abstenerse, de “no querer saber nada con nada ni con nadie”. En este contexto se presentan ofertas cuyo atractivo coherente con el enunciado previo, es que no pertenecen a ese grupo o no son políticos. Interesantemente es lo que ocurre en la época postpandemia en la cual, ante el fracaso de los hoy desaparecidos expertos oficiales, aparecen propuestas tentadoras desde la anti-medicina. La lógica (falacia) es si “tales políticos o médicos han sido malos, la solución debe estar por fuera de la política o de la medicina”. Así no estar calificados o sin un plan realista, los califica ya que no pertenecen a ese “colectivo” y de alguna manera aparentan estar tan molestos y enojados como nosotros. Allí la identificación es un arma de propaganda, toda la propuesta es la identificación emocional básica con ese enojo. 
La esperanza: el planteo de un escenario de cambio, una revolución de cualquier tipo (productiva, de esperanza etc), en la cual el candidato guía, líder, les muestra que podrán ser habitantes de un mundo nuevo, feliz (Brave New World diría Huxley). Todo lo anterior ha sido malo, lo que el guía propone es el camino a la tierra prometida, esperanzadora. Es aquí de nuevo que evitan mencionar la posibilidad que tiene o ha tenido de realizar lo que ahora proponen de manera virginal, nueva, siendo ajenos a su pasado o inclusive a su presente. En este escenario se instalan los que intentan demostrar que son opciones nuevas sin antecedentes en la función pública, lo que paradójicamente es un buen signo ya que no forman parte del tejido corrupto anterior. Lo nuevo, lo desconocido en este caso es por definición y como sola razón, bueno.
La repetición de una consigna o mensaje: Esto es un método básico de la propaganda que tantas veces se ha citado a Goebbels, sin embargo, era de Bernays como hemos visto en otras notas. No importa el contenido discursivo, pero si palabras, tonos que impliquen decisión, promesa, y que aun sin guardar una coherencia lógica, sean motivadoras. La frase, la consigna, debe ser siempre, preferentemente sin sentido lógico ya que ello podría “gatillar” la posibilidad de reflexionar. El mantra debe ser dicho sin escuchar o permitir una repregunta, y especialmente repetida incansablemente.
El personalizar se usa cuando un candidato busca demostrar pertenecer a la misma clase o grupo al que busca seducir: él es como ellos, pero al mismo tiempo les muestra otra realidad socio-económica. La idea implícita es que ellos también pueden llegar en caso de identificarse masivamente, ser como sus líderes y así lograr lo que ellos exhiben como espejos de colores. Este fenómeno de imitación adquiere características de comedia en algunos casos cuando se ve que seguidores de alguien usan la misma retórica pero especialmente tonos, estructuras sintácticas y referencias. El personalizar busca identificar y así fidelizar por imitación.
El efecto carroza o la falacia “Bandwagon effect”: Es un sesgo cognitivo, una falacia. Viene de una época en los Estados Unidos en la que ciertos candidatos usaban grandes carrozas en las que llevaban bandas de músicos (Bandwagon) que paseaban por las calles cargadas de gente y con multitud de extras que generaban la ilusión que todos querían ser parte de eso. Es el equivalente al actual FOMO (miedo de quedarse afuera-Fear of missing out), en redes sociales, en el cual, si creo que todo un grupo, en particular un grupo de pertenencia con el que me identifico acompaña a ese candidato, no puedo no pertenecer, y pertenecer es lo que me da identidad.
En general una sociedad castigada, desesperanzada, desanimada, y de alguna manera enferma en sus enormes necesidades, busca que alguien les prometa que no habrá incertidumbre. La tentación es muy fuerte ya que es la lógica de lo inmediato, de la sociedad del camino corto, de la adicción a la recompensa inmediata, y así al líder salvador. La trampa es que nadie dice la única verdad ya que fracasaría estrepitosamente y es que la existencia no es segura, es el reino de la incertidumbre. Prometen algo que saben no podrá ser cumplido, ya que no es inherente a la vida humana, y que casualmente la única forma de liberarse de esa adicción a la certeza, es saber que no hay caminos cortos inmediatos y sin costos de retribución inmediata, que quien proponga eso, solo busca captar mentes de la manera que capta una secta o cualquier tipo de adicción.
En la nota hablamos de las acciones por parte de los políticos o grupos de interesados en obtener porciones de poder. Pero no es todo desesperanza. Quizás evaluando más las diferentes formas de la propaganda y la manipulación, de la creación de mensajes y personajes en épocas eleccionarias, nos permita empezar a recuperar para nosotros ese poder delegado que en definitiva es eso la democracia, delegamos administración de la cosa pública pero el poder sigue siendo de los ciudadanos. Empezar cada uno a recuperar el espacio personal del pensamiento propio, crítico e independiente, puede ser la primera elección a ganar y quizás allí nuestro voto.