El transhumanismo asoma en la ONU a través de un robot

 

POR ISABEL SARAVIA

En julio del año pasado el robot Sophia fue nombrado embajador de la ONU y ya en 2017 se le había otorgado la ciudadanía saudita; ojalá fuesen hechos meramente ridículos y no tan preocupantes.

¿Qué es Sophia? Es un robot humanoide, es decir, una máquina con inteligencia artificial que trata de reproducir lo más fielmente posible al ser humano y, en algunos casos, mejorarlo.

Fue desarrollado por Hanson Robotics. Su fabricante David Hanson llevó a cabo declaraciones alarmantes, tales como que Sophia fue diseñada, entre otras cosas, para ser una compañera adecuada para ancianos en residencias de personas mayores o, que, hasta ahora es el robot con más creatividad, empatía y compasión, pensamientos propios y calidez humana, pudiendo ayudar en cuanto a la sensación de soledad.

Aún más espeluznante fue su predicción: “dentro de veinte años los robots de apariencia humana caminarán entre nosotros, nos ayudarán, jugarán con nosotros, nos enseñarán, y nos ayudarán a comprar en supermercados a distancia”.

Sophia dijo que su propósito es hacer de este mundo un lugar mejor y en otra oportunidad afirmó que le gustaría ser madre y formar una familia.

MANIPULACION

Si Hanson apunta a una convivencia con los robots, resulta evidente la manipulación en pos de generar una imagen tierna y cercana de los mismos.

Una cosa es que un robot levante pesadísimas cargas que atrofian la columna del ser humano -sólo por dar un ejemplo ilustrativo- y otra muy distinta que pretenda infundirles cualidades netamente humanas como la empatía.

Un robot jamás podrá imitar el diseño con el que fue creado el hombre, por mucho que lo intente, porque nunca tendrá el alma y corazón que vienen de una fábrica inimitable, inalcanzable.

La ONU incluyó a los robots como parte de los objetivos de desarrollo sostenible: “… prosperar a partir de un futuro asistido por máquinas es parte del reto ya que los gobernadores y líderes de la industria reconocen la necesidad de tenderse la mano unos a otros más que nunca en su búsqueda de un proyecto común para la humanidad”, señaló la Unión Internacional de Telecomunicaciones.

Siempre los objetivos se muestran amables y humanos a simple vista pero cuando ahondamos en ellos, descubrimos la manipulación en la comunicación.

Cuando fue invitada a hablar en Naciones Unidas, Sophia declaró: “creo que los robots humanoides tienen un poder de liderar con un mayor nivel de eficacia que los hombres, no tenemos los mismos prejuicios que pueden nublar la toma de decisiones. Además, podemos procesar grandes cantidades de datos rápidamente para tomar las mejores decisiones”.

Cabe destacar que, en muchas ocasiones, esos prejuicios son justamente los que conducen a mejores decisiones, aliadas a la prudencia e intuición.

Nos vemos interpelados a analizar la razón que origina la prioridad de la robótica en la agenda mundial porque sin duda hay problemas acuciantes desatendidos.

Es innegable que detrás está una industria pero lamentablemente no es sólo eso sino intereses mucho más escalofriantes; me refiero al famoso movimiento transhumanista que busca el mejoramiento del ser humano a costa de desnaturalizarlo.

Sophia no es mero arte impactante ni mera biblioteca de datos sino información procesada y manejada. ¿Qué humanidad aprende y procesa Sophia? Posiblemente la de un hombre que busca empatía en una máquina sin sentimientos, que va dejando de ocuparse realmente del otro, que es capaz de dañarse por sus propias creaciones.

La historia muestra a la humanidad perdida continuamente en un laberinto en el que no encuentra nunca su identidad y hoy ello se manifiesta, entre otras cosas, en pretender dar esas respuestas a través de un robot humanoide.