EL LATIDO DE LA CULTURA

El tiro del final

Randal Kolo Muani nació hace veinticuatro años en la ciudad de Bondy, departamento de Sena-St. Denis, distrito de Bobigny. Desde sus inicios como profesional, en 2016, el futbolista se desempeñó mayormente en el F.C Nantes hasta que en marzo de 2022 se oficializó su traspaso al Eintracht Frankfurt de Alemania.

Antes del Mundial de Catar, no hacía mucho tiempo que Kolo Muani jugaba en el seleccionado francés. Su debut se produjo apenas dos meses antes de la competición. De hecho, el delantero de ascendencia africana ni siquiera iba a dar el presente en la copa. No figuraba en la primera nómina de jugadores pero terminó reemplazando a su compañero Christopher Nkunku, quien sufrió una rotura de ligamentos después de ir a trabar una pelota con Eduardo Camavinga durante un entrenamiento.

En el partido por semifinales que enfrentó a los galos contra Marruecos, Kolo Muani ingresó para sellar el resultado del partido, después de una gambeta y una asistencia dentro del área de Kilyan Mbappé. Al término del cotejo declaró: ""Es un sueño de la infancia. Una final no se juega, se gana"".

Arrancó la final en el banco de suplentes pero producto de los desajustes defensivos provocados por Dembelé y la falta de agresividad de los azules, entró cuando terminaba el primer tiempo. Durante el alargue, a falta de quince segundos para finalizar el partido, Kolo Muani tuvo en sus pies la posibilidad de cambiar la historia. Luego de un pase llovido de Kingsley Coman, quedó de cara al arco, mano a mano frente al arquero argentino. Con Mbappé sólo a su izquierda, optó por rematar un derechazo abajo que Emiliano Martínez tapó con el tobillo, estirando elásticamente toda tu pierna izquierda. Apenas cuatro metros con cincuenta centímetros separaban al delantero del arquero. 

Por el momento del partido y lo agónico de la jugada, la atajada de Dibu fue considerada por varios medios como unas de las mejores de la historia de los mundiales, además de la mejor en la historia del fútbol argentino.

Me gusta pensar que ese pase de Coman en realidad salió desde mitad de cancha el 5 de diciembre de 1998. Que el día en que Kolo Muani nació, ese balón empezó a trazar una lenta y larga parábola de casi un cuarto de siglo. Que cuando su madre dio a luz al pequeño Randal, en algún lugar estaba escrito que su hijo se encontraría con una pelota capaz de cambiar el curso de la historia, un acierto en la lotería, una sola bala en el tambor. Por obra de Dios, del azar o del destino, a todos alguna vez nos queda una carambola capaz de cambiar los acontecimientos. Pero por obra de Dios, del azar o del destino a veces el tren de las oportunidades pasa delante de nuestras narices pero nos encuentra sin boleto.

Durante la final del Mundial de Brasil 2014, producto de un errático cabezazo alemán, a Gonzalo Higuaín le cayó una de esas pelotas de oro. Increíblemente, Pipita se apuró y desvió su remate. También se culpó a Rodrigo Palacio, quien mano a mano frente a Neuer decidió definir de emboquillada y la pelota se fue por el costado del arco. "Era por abajo", se le recriminó. Pero ninguno de ellos tuvo la culpa. Esas ocasiones, a fin de cuentas, no les pertenecían.

Anoche soñé que Kolo Muani convertía y perdíamos el Mundial en la última jugada. Al despertar, ridículamente caminé cinco pasos. La distancia de una gloria que, por justicia poética, tenía otro dueño, pensé. Porque en el fútbol (como en la vida) a veces sencillamente ""no tenía que ser"".
No en este caso. La de anoche fue tan solo una pesadilla.