El tiempo de la depravación

La aventura sobrenatural

Por E. Cross y B. González

Seix Barral. 488 páginas

 

A finales del siglo XIX y comienzos del XX los ambientes culturales de Europa y América cayeron bajo la fascinación del lado oculto de la existencia, entregados a modas como el espiritismo, la clarividencia, la magia negra o la telepatía.

El fenómeno, intenso pero efímero, fue vivido con singular interés por una pléyade de notables escritores y artistas en los años finales de la Inglaterra victoriana. Esa curiosa afición literaria es la que refleja La aventura sobrenatural, el libro que escribieron en colaboración Esther Cross y Betina González.

Una galería de grandes nombres conducen la narración, que parece avanzar por dos vías. William Butler Yeats, Oscar Wilde, el ocultista Aleister Crowley (la “Bestia”), Robert Louis Stevenson, Alice James, Rachilde, Vernon Lee (seudónimo de Violet Paget), el Barón Corvo (Frederick Rolfe), Arthur Conan Doyle, Gustav Meyrink, Virginia Woolf, y hasta un descreído Sigmund Freud son los actores destacados del drama.

Las variadas anécdotas personales, extraídas de biografías, diarios íntimos, memorias, recopilaciones periodísticas y de la prensa de la época, se alternan con descripciones del contexto histórico, breves inmersiones en los hechos y las manías que dieron forma a unos años que parecían anticipar el crepúsculo de toda una civilización (y, en efecto, algo de eso ocurrió con la matanza de la Primera Guerra Mundial).

La magia se alternaba con las sesiones espiritistas, el “diálogo con los muertos” competía con el satanismo, los videntes, quiromantes, médiums o brujos ganaban adeptos, especialmente entre la clase ilustrada.

Eran tiempos de decadencia y perversiones, de “pactos con el demonio”, de grandes crímenes inexplicables (como los de Jack el Destripador), de tedio y cansancio vital y, cómo no, de alejamiento de la religión organizada y sus doctrinas eternas.

Las autoras consiguieron entrelazar sus relatos apelando a un estilo neutro, contenido, informativo y con un tono de irónico desapego. Desde el subtítulo quisieron destacar el carácter verídico de lo que cuentan, pero no sería extraño que hubieran cedido a la tentación de filtrar añadidos o correcciones ficticias a la caravana de extravagancias que registran sus páginas.

Cross y González descubrieron de manera casual el interés compartido por estos temas. Empezaron a escribir el libro en 2020, en vísperas de la interminable cuarentena argentina. El encierro facilitó la tarea. La división del trabajo, explicaron, obedeció a los gustos de cada una. Luego la parte difícil fue organizar el material con criterio temático, sin atenerse a un estricto orden cronológico.

Su lectura, que es llevadera aunque por momentos abruma, despierta inquietudes y viejos temores. También invita a reflexionar en las razones profundas de que fueran aquellos años y las islas británicas, en concreto, el escenario de esa llamativa fuga hacia lo preternatural y lo demoníaco.