El tiempo corre
Sentar las bases de una economía ordenada que aliente y favorezca en un clima de seguridad jurídica e inversión de capitales es indispensable. No la habrá mientras nuestra economía no de la seguridad de que el capital y las ganancias estén representados en una moneda sin depreciaciones, que conserve su valor.
Esto exige tiempo, mucho más del que podemos disponer. Es necesario incrementar nuestras riquezas, sobre todo las que más rápido puedan acercarnos a la recuperación. Es patente la importancia del factor tiempo, tanto en la solución como en el camino a seguir, por ello preocuparon tanto los días perdidos por culpa de un Congreso que no estuvo a la altura de la grave situación.
El temor, ya nada disimulado, es que la presión de la necesidad económica, cada vez más asfixiante, y de la social, cada día más perturbadora, lleven a crear un clima que se conozca en el exterior y se haga sentir en contra de los intereses nacionales, dificultando la acción del Gobierno.
Es urgente acortar el periodo que necesita todo gobierno para que la gente perciba, aunque sea en parte, los beneficios y resultados de las medidas adoptadas. Si se logra, se seguirá teniendo fe en la dirección y habilidad de quien conduce. El orden, la ley y el Gobierno legítimamente constituido estarán a salvo, porque el gran argumento de la necesidad de la carestía sin corrección, de la incesante suba de precios, dejará de ser una amenazante realidad.
LEY BASES
A partir de la Ley Bases se va a apartar del camino todo lo que obstruya las soluciones de los problemas económicos que a gritos pide el país. La mayoría apoya porque quiere elevar su nivel de vida y sabe que sólo se logrará mediante la expansión económica. Esperamos que muy pronto el Gobierno anuncie medidas concretas, el tiempo corre.
El Estado se está haciendo a un lado dejando de intervenir en la actividad privada y su capacidad extraordinaria de creación, pero hay que luchar aún contra políticos y burócratas que alientan sistemáticamente falsos sentimientos.
Javier Milei ha sido franco con la ciudadanía: ambiciona dar la lucha asistido por la verdad y lealtad para con los argentinos, frente a la mentira, el cálculo y la estrategia, armas de las que algunos no quieren desprenderse.
Anteriormente se utilizó a la gente sólo como masa electoral, sin profundizar en la base de sus problemas ni hablarle con sinceridad acerca de las soluciones. La confianza que ha ganado el presidente en el extranjero y en nuestro país, por cierto con altibajos, como lo ha mostrado esta semana el dólar y el riesgo país, debería afianzarse, teniendo en cuenta que la política del gobierno, corrigiendo algunos errores, nos llevará hacia adelante.
La mayoría de las críticas sobre la desocupación y la recesión no viene escoltada de propuestas viables. La política kirchnerista provocó grandes déficit que fueron financiados mediante emisión monetaria provocando inflación. Se impulsaron empresas y negocios desde el Estado y con ello la creación de empleos, pero no se pudieron mantener sino a base de subsidios y protección del Estado, privilegios financiados con la creación espuria de dinero.
Si se seguía esa ruta era con hiperinflación. El Gobierno, a toda costa, se esforzó por detenerla cerrando los grifos que la alimentaban. Ello provocó que varias empresas dejaran de tener actividad. El saneamiento de la economía tiene costos, surge siempre un desfasaje, es el que estamos viviendo. No se ha producido todavía la reabsorción.
La recesión y la desocupación no se deben a Milei y su política sino a los errores cometidos durante muchos años, de los cuales nadie quiere hacerse responsable.
Luego de las reformas que anuncia el Gobierno, las empresas tendrán que revisar sus programas de producción demasiado apegados todavía a la ideología autárquica anterior y dirigir la mirada hacia las posibilidades del mercado.
Argentina debe salir de años de una estructura esencialmente socialista con nacionalizaciones, estatismo, burocracia, dirigismo, sindicatos únicos y politizados, intervencionismo, precios políticos, subsidios, controles, precios máximos, emisión de moneda e inflación tipo avalancha.
Pero también es cierto que el país y la opinión pública requieren soluciones más rápidas y paliativos a la situación delicada actual: quitar impuestos o bajarlos para las inversiones directas es positivo, también la moratoria para que capitales que están en el exterior regresen a la Argentina sin rendir cuentas ni recibir castigos, pero sin perdonar deudas impositivas y previsionales, sería injusto.
EL ABISMO
El Gobierno debería tener muy en cuenta a economistas que acercan algunas correcciones. Si se equivoca podemos, otra vez, caer en el vacío. Ninguna recomendación de gente idónea debe ser desestimada si ayuda a ir hacia la excelente elección de la mayoría de los argentinos: un sistema liberal de libre mercado, con estabilidad monetaria, donde los precios se adecuen al poder adquisitivo disponible, con producción de bienes en aumento y atenuación de la inestable situación mediante excedentes en el Tesoro público. No habrá solución sin un plan de reactivación económica, no se debe perder un minuto más, el país ha sufrido más de lo que debía.
La gente ha sido engañada reiteradamente, explotada por falsos dirigentes quienes le hicieron sostener una política realmente suicida para el país. El Gobierno ha subido el telón, se están ubicando en el escenario los personajes que maniobran en su contra.
La campaña debe seguir siendo esclarecedora: mostrar los actos terribles de corrupción, manipulación y engaño, los cuales están haciendo cambiar la mentalidad de muchos argentinos, trabajada durante años en beneficio de intereses inconfesables. La Justicia tiene un papel fundamental en el castigo a los culpables, debe cumplir con su deber, sin excepciones.
El presidente ha tenido el coraje de tirar por la borda años de desastres, es el mejor ejecutor para la actual política. Aunque hay aspectos de su personalidad que no gustan, se tendría que diferenciar este problema de lo que es la gran transformación que ansía realizar. Desde el llano es fácil creer en panaceas.
Será imprescindible ayudarlo en su lucha titánica por la libertad y el sistema civilizado de vida en el que está empeñado: la libertad es indivisible, no podemos ser liberales en política y socialistas en economía. Ojalá que la capacidad para hacerlo traiga anticuerpos a una sociedad enferma y dolorida.
También que el programa económico no choque con el de las administraciones provinciales para que no frenen con obstáculos el esfuerzo en la marcha de Argentina, ni se propaguen efectos políticos perturbadores contra el plan de libertad económica, respeto por la propiedad privada y eliminación del Estado como fastidioso socio de los trabajadores.