Claves de la religión

El sentido de la vida está en crisis

Hace ya tiempo, publiqué un artículo titulado "Pibes chorros"· Allí expresaba una inquietud social reflejada en los medios de comunicación. Como causa, yo sentenciaba: "no hay familia, no hay escuela, no hay Iglesia". Es decir: de una familia normal -baste este adjetivo- no procede un chico dispuesto a apoderarse de la propiedad ajena. Además, la experiencia indica que, en general, carecían de una escolaridad completa en el orden primario, y les faltaba una buena catequesis y la cercanía de una comunidad cristiana. Lo que se echaba de menos en esos casos era el sentido de la justicia y el valor y la legitimidad de la propiedad privada.

Actualmente, el asombro y aun la indignación y la pena, también expresadas en "los medios". Ahora el diario -que también se lee en internet-, la televisión y "las redes" manifiestan los casos de menores que matan y mueren con una inconsciencia innegable; diríamos casi con una especie de ingenuidad. Son chicos de hasta catorce o quince años. Por eso algunos proponen bajar la edad de imputabilidad a los doce. ¿Habrá que multiplicar cárceles infantiles?

 

EL SENTIDO DE LA VIDA

Lo que se halla en crisis en el mundo de hoy es el sentido de la vida. Las guerras siempre han hecho percibir dolorosamente ese sentido; las dos grandes guerras del siglo XX han dejado huellas tremendas. El sentido de la vida lo posee el niño sin necesidad de reflexionar, como una especie de instinto de la naturaleza. Después, la educación ilustra el valor de la vida humana, y su sentido es asumido como una realidad social. Algunas profesiones lo ejercitan como algo insoslayable, lo profesan como aquello que las identifica; así ocurre, por ejemplo, con los médicos y los policías. Es interesante señalar que los menores asesinos se ensañan precisamente con los policías; el odio que conduce al crimen tiene como telón de fondo la desconfianza de la sociedad con la actuación y la función policial.

La fe y la cultura cristiana presentan a la vida humana como un don del Dios Creador, que ha hecho al hombre a imagen suya. En el caso de los menores que matan, la falta del sentido de la vida, la propia y la ajena, muestra el oscurecimiento de la fe, aunque estén bautizados e incluso hayan hecho la Primera (¿única?) Comunión. La vida es una realidad amplísima, que abarca, también, al reino vegetal y al animal y es fuente de belleza. Puede hablarse, entonces, del misterio de la vida. Solo las piedras no tienen vida. La gracia santificante, don del Espíritu Santo, que tiene su origen en Cristo Resucitado, es una participación de la vida divina, y un anticipo de la vida eterna. "Para mí, la vida es Cristo" (Flp 1, 21), escribió el Apóstol San Pablo.

La predicación de Cristo Resucitado, y la exposición del misterio de la vida, sintetizada en el signo de la Cruz, harán disminuir y hasta casi desaparecer el caso lamentable de los menores asesinos.

 

PROBLEMA POLITICO

Diré, por último, que existe un problema político: en la familia debe aprenderse el sentido de la vida. El gobierno debe favorecer, espiritual y materialmente, a la familia; que en Argentina se está extinguiendo, con el desplome dramático de la natalidad, y las leyes disolventes de las últimas cuatro décadas. Según la Doctrina Social de la Iglesia, la familia es "el santuario de la vida".