“El salario real sufre la peor caída desde el 2002”

En diciembre los ingresos del segmento registrado se desplomaron un 10%. El 2024 será el séptimo año consecutivo de retracción, asegura Santiago Manoukian. El drama del trabajo informal. Pluriempleo y precariedad.

Las góndolas están al rojo vivo producto de la liberación de los precios. Muy pronto comenzarán a actualizarse también las tarifas de los servicios como el gas, el transporte y la energía eléctrica. Todo sube, menos los salarios.

La ecuación le sirve al Gobierno porque en su manual, en la teoría que aplican, la inflación sólo bajará a partir de una severa recesión y de una fuerte caída del consumo. De allí que para que el plan se cumpla es clave que los salarios no sean indexados de acuerdo al proceso inflacionario.

“Lo que estamos viendo es una corrección de precios relativos que está llevando adelante el Gobierno, que ya había comenzado en la segunda quincena de octubre, a lo que después se le sumó la devaluación. Y parte de esto empezó con el desarme de acuerdo de precios que estaban rigiendo bajo el gobierno anterior. Eso marcó una notable aceleración inflacionaria”, describe Santiago Manoukian, jefe de research de la consultora Ecolatina.

“Nosotros estimamos que en diciembre el salario real del sector privado registrado sufrió la peor caída mensual desde 2022, totalizando un 10%. En abril de ese año había caído 9,5% -añade el economista-. Partimos de una situación socioeconómica compleja, con una pobreza que estimamos que cerró el año en torno al 43%y ya los salarios reales venían cayendo hasta 2023 durante seis años consecutivos. Este deterioro se acentúa desde diciembre y se prolongará hasta el mes de febrero, muy claramente”.

Con respecto al futuro cercano, Manoukian recalca que “en el promedio de 2024 proyectamos que el salario real volverá a caer, marcando el séptimo año consecutivo de caídas. Hasta noviembre se veía que el salario real promedio de la economía era 20 puntos más bajos que hace cinco años. Había, sin embargo, una gran disparidad. El segmento formal privado, con heterogeneidad, puede defenderse mucho mejor de la inflación que el sector informal”.

PRECARIZACION

-Hay otro punto relevante: Argentina tiene un alto nivel de empleo informal.

-Cuando se va desgranando el análisis lo que surge es que la mayor parte del empleo que se generó en los últimos años en la economía fue cuentrapropista e informal. En ese sentido, eso le dio una posibilidad a la tasa de desempleo de seguir bajando hacia niveles mínimos históricos. El último dato que conocemos arrojó un 5,7%. Pero justamente se marcaba una precarización del mercado laboral en los últimos años. Este mercado está partido en dos: hay un segmento privado formal que mal que mal se está defendiendo de la inflación, en general corriéndola de atrás. Además tiene derechos laborales y mayor estabilidad. La otra parte, en cambio, se ve mucho más afectada. La caída del salario real del sector informal es del 40% en los últimos cuatro años. Es decir, el doble del promedio.

-¿Cuál es el parámetro a partir del cual se fija el salario en el segmento informal, teniendo en cuenta que no responde a las paritarias?

-No hay ninguna pauta. La única referencia que en general se tiene en esos sectores es lo que ocurre con el Salario Mínimo Vital y Móvil. Ahí hay que tener en cuenta en que por cómo quedó fijo en diciembre, la caída real puede ser del 15% en un mes. Fue 10% para el promedio de los salarios registrados. Eso hasta que se rediscuta el nivel. Viene mostrando deterioro desde los últimos años. Se trata de un mercado laboral que no hizo el ajuste por cantidad sino por precio.

-¿El deterioro es claro?

-Hay dos grandes tendencias: una es el pluriempleo, que afecta más a la clase media o medio alta. Personas que intentan mantener el estatus de vida que tenían hasta el momento. El otro, que atañe a los hogares más pobres, es el efecto del trabajador adicional. Es decir, el integrante del hogar que antes no trabajaba y que ahora se ve empujado al mercado laboral para aportar ingresos. Consigue el trabajo pero se inserta en modalidades precarias. Eso va generando un impacto en el bienestar de la población. Porque por más que una familia logre mantener su nivel de vida, está trabajando más y por lo tanto le resta tiempo al ocio, al esparcimiento, a compartir en familia.

-En el último informe recalcan que hay un uso del salario como ancla para combatir la inflación. Es decir, se busca restar capacidad de compra. ¿Cuánto puede prolongarse en el tiempo esta política?

-Nosotros decimos que dado el esquema que ha planteado el gobierno, el salario termina siendo un ancla para la estrategia de baja de la inflación a futuro. Ahí está lo crucial del rol que pueden jugar los salarios. El Gobierno ha promovido paritarias libres. ¿Podría haber hecho otra cosa? Sí. Podría haber coordinado acuerdos de precios y salarios, como en los programas de estabilización históricos. Eso para moderar la inercia inflacionaria y la indexación que tiene la economía. Ese es un elemento más heterodoxo. ¿Por qué no lo hizo? Se puede discutir. Eso implica un involucramiento activo del Estado en las relaciones económicas y por supuesto que este gobierno, más liberal, no está identificado con eso. Otros dirían que para eso hace falta una credibilidad que todavía está en construcción. La Libertad Avanza es una fuerza política que no tiene vínculos aceitados con actores como el peronismo y los sindicatos. Ya sea por una u otra razón, paritarias libres es el lema del gobierno. Entonces en ese sentido el salario tiende a ser la variable de ajuste. En un extremo está el riesgo para el gobierno de que si de repente se abrieran masivamente las paritarias queriendo indexar de acuerdo a la inflación, podría dispararse una espiralización de precios y salarios. Eso minaría la popularidad del gobierno y generaría un golpe a la credibilidad del programa. Lo que estamos viendo es que el salario no se va a indexar rápidamente, acá no va a haber algo parecido a un Rodrigazo.

-En la teoría, para que la inflación baje el Gobierno apuesta a la caída del consumo y para eso los salarios no deben ser actualizados de manera permanente.

-Nosotros no decimos que el Gobierno apuesta a eso pero la forma nuestra de plantearlo es: la consecuencia lógica del programa económico tiende a ser esa. No es únicamente eso. También están las políticas para corregir los desequilibrios macroeconómicos para que haya menos presiones cambiarias. Es decir, reducir el exceso de pesos que hay en la economía, volver a acumular reservas, generar el ajuste de precios relativos para que haya sectores que hacia adelante no generen presiones. Recordemos que el diagnóstico del Gobierno es que hay un exceso de emisión de pesos, que ha tratado de controlarse con acuerdos de precios que generaron distorsiones. Todo eso tiene que corregirse. Eso acompañado de una recesión económica, una caída del consumo, una amenaza de mayor desempleo y una apertura comercial que discipline aumentos de precios. Todo eso en algún momento debería ayudar para frenar las presiones inflacionarias. Pero, en el medio, hay caída fuerte del salario real y pérdida de empleo. Esas dos cosas se conjugan para que haya una caída general de los ingresos de la población.

-¿El miedo a perder el trabajo también juega su partido a la hora de discutir salarios?

-Uno diría que si el sindicato va a estar más preocupado por proteger el empleo que por proteger el nivel de salario, ahí habría un disciplinamiento. Algo de eso puede estar jugando ahora.

-Algunos sindicatos plantearon la actualización mensual. ¿Cómo opera eso en la práctica en el sistema?

-Lo que veníamos diciendo es que ya veníamos con una inercia inflacionaria y un nivel de indexación que es el que llevó a este régimen de alta inflación. El riesgo es que los acuerdos de precios y las paritarias, podríamos mencionar también a los alquileres, se han ido acortando cada vez más en su duración. ¿Cuál es el riesgo de eso? Que cualquier shock que existiera se trasladará más rápidamente a la política inflacionaria. Es natural que las paritarias se vayan acoplando a esta dinámica más frecuente.

-La realidad es heterogénea. Hay sindicatos que aún no mueven sus piezas.

-Claro, eso va a depender del poder de negociación de cada sindicato. También ocurrirá que hay sectores que no estarán tan mal como otros. Por ejemplo, sectores como minería, petróleo y gas, que estarán bien este año. También el agro, cuyo rendimiento rebotará en la cosecha. Economía del conocimiento también estará bien. Son segmentos que tienen otras dinámicas. En cambio, los sectores que están más vinculados al consumo interno y son menos proclives a exportar o tener una inserción en el mercado internacional, esos probablemente tengan que sufrir un ajuste mayor.

-En los planes tradicionales de estabilización de precios se le pone un freno a la indexación para que la inflación baje. No es el caso actual.

-Por eso un riesgo que tiene este programa es no poder frenar la inercia inflacionaria. La indexación en muchos programas se ha resuelto con desagios o con otras herramientas. Una indexación que ya se cortó es la de las jubilaciones. La fórmula de movilidad es una indexación porque estaba ajustada a la inflación. Pero en otros programas se han discutido cláusulas de indexación para frenar la inercia porque sino, por más que se corte con las fuentes de presión inflacionaria a nivel estructural como la emisión monetaria para financiar el déficit fiscal, los mecanismos igual nos pueden llevar por delante. Es un riesgo porque la dinámica ya está enraizada en la economía.

-Eso significaría empezar a regular algo, que no es propio de la ideología de este Gobierno.

-Exacto. Esa es una debilidad porque el Gobierno no está apuntando a intervenir ahí. Acuerdos de precios y salarios, de alguna forma, también llevan a desindexar. Se fija una pauta salarial y de precios hacia adelante hacia la cual todos nos acoplamos. El Gobierno deja de emitir, baja el gasto público, reduce la tasa de interés y lleva la nominalidad hacia un nivel inferior. Bueno, la idea es que todos los sectores se coordinen para ir hacia ese nivel. De alguna forma el acuerdo de precios y salarios es fundamental para moderar las presiones de aquellos sectores que ya hicieron el ajuste, que no vienen rezagados. Por ejemplo, debería hacerse algo de esto con Indumentaria, que ya hizo el ajuste. Hay otros sectores que no ajustaron. ¿Qué va a ocurrir? No lo sabemos. El mercado va a tener la última palabra.

EL TRATAMIENTO DE LA LEY OMNIBUS EN EL CONGRESO

La política, un factor clave

-En su análisis la aprobación de la Ley Omnibus es clave de cara al futuro.

-Claro. La Ley Omnibus hace a este shock de expectativas que quiere instrumentar el gobierno para la regeneración de la credibilidad y la confianza en el programa económico. La pata fiscal, que es el principal pilar del programa, está condicionado por lo que ocurra en el Congreso. Por ejemplo, la moratoria, la suba de retenciones, el cambio en la fórmula de Movilidad. Hay una serie de medidas que dependen de lo que ocurra en el Congreso. Por eso ahí la debilidad del Ejecutivo en lo que hace a la gobernabilidad tiene un rol relevante. La realidad entendida en esas tres dimensiones que siempre remarcamos: la fortaleza política, el plafón social y el rol de la Justicia. Dentro de las discusiones que se están dando vamos a ver si el Gobierno se mantiene intransigente. Claramente tiene una minoría en el Congreso que lo limita en sus intenciones. Aun partiendo de cierto plafón social, aunque siempre decimos que la Argentina es volátil y lo que se gana un día, pronto se puede volver en contra. Para el programa económico es clave lo que ocurra en el Congreso.

-El paquete de leyes habrá sido enviado al Congreso a sabiendas de que no serán todas aprobadas. ¿Piensa que hay plan B?

-Sí, creemos que fue una medida lógica para un gobierno que tiene como moneda la legitimidad de las urnas pero como debilidad la minoría en el Congreso. Presentó el paquete para negociar. Pero sigue siendo un riesgo. ¿Qué cosas va a negociar? ¿Cuánto? Son inquietudes que se reflejan en el mercado. El mercado pagó para ver. El Gobierno hizo muchos anuncios para inflar las expectativas pero eso va a tener que ser, más temprano que tarde, validado por resultados concretos. Ahí es donde el mercado va a ver al gobierno gestionando en serio.

 

¿Habrá dolarización?

-¿Cree que la dolarización sigue latente?

-Creo que sigue siendo una posibilidad. No está descartado de cuajo. El propio ministro de Economía no está en desacuerdo con esa política. Hay algunas medidas que se han estado tomando que son consistentes con la idea de ir hacia la dolarización en algún momento. Sabíamos que eso no iba a ocurrir este año porque requiere de pasos previos como subir el nivel de reservas y tomar medidas de estabilización. Por lo menos ir licuando el nivel de pesos en la economía y sanear los pasivos del Banco Central. Aun así hay limitantes políticos porque se necesita la aprobación del Congreso para avanzar en la dolarización. Ahí está el principal obstáculo. Había tres: el político, el financiero y las medidas previas para corregir los precios relativos y levantar el cepo. De estos, el factor político sigue siendo el más relevante.

-No parece haber un ambiente proclive hacia la dolarización entre los economistas.

-En general no. La visión es que no. Además, si se llega a estabilizar la economía, si tienen éxito con eso, se estaría reviviendo al peso como moneda. Estaríamos encaminados en un sendero de mejora de la moneda como mecanismo de ahorro, como refugio de valor. ¿En ese momento, habría incentivo para dolarizar? Pienso que a Milei, en ese momento, también se le generaría el dilema de qué hacer.