UNA MIRADA DIFERENTE

El riesgo de que Milei se convierta en una vacuna antiliberal

El populismo peronista sólo se tomará un descanso, y esperará pacientemente el fracaso para volver peores, como hizo a partir de 2015.

Nadie puede saber las razones ciertas por las que la ciudadanía votó de ese modo el domingo. Ni tampoco se puede sustentar seriamente las especulaciones de raros gambitos electorales, claudicaciones deliberadas, estrategias geniales y demás. Aún los más serios analistas carecen de fundamentos para semejantes elucubraciones.

Sólo hay dos razones que parecen indiscutibles: 

* La sociedad se hartó.

* La sociedad ha elegido la prédica de formato liberal o similar cuyo estandarte levantaron tanto el candidato libertario como la candidata de Juntos por el Cambio. 

Y apenas formuladas estas dos fáciles conclusiones, surgen una pregunta y un comentario. 

* ¿La sociedad se hartó del gobierno, del peronismo o del modelo? 

* No hay dudas de que Milei fue quién mejor trasmitió a la sociedad el mensaje del liberalismo y del antiestatismo, más allá de la calidad o superficialidad con que lo haya hecho. 

Cuando Macri dice que más del 60% eligió el camino del modelo antiestatista y de libertad, puede estar llevando su optimismo a mezclarse con su esperanza. Está por verse la reacción de la sociedad cuando vea desaparecer lo que cree la protección del Estado. 

Y la sistemática postura del economista de levantar la bandera liberal y autoproclamarse su representante exclusivo, además de ser un sabotaje a su propia prédica filosófica, es también un arma que puede resultar de doble filo, como se explica más adelante.

Tampoco se puede sostener con ningún análisis, encuesta o indicio objetivo una opinión sobre cómo votará la ciudadanía en la próxima o próximas elecciones. Necesariamente cualquier pronóstico estará influido por las propias esperanzas, o, lo que es un poco peor, por los propios intereses de cualquier tipo.

Por el efecto de impulso numérico, y por el giro de muchos conductores, opinadores y aplaudidores que siempre se suman con alguna clase de expectativa al carro supuestamente triunfal de la política, el camino de Milei a la presidencia parece el más despejado. Lo cual unido a algunos síntomas, incoherencias, actitudes, discursivas, reculadas y respuestas del candidato pueden coadyuvar a lo que ocurrió con el gobierno de Macri o de Trump: una errónea lectura, mecánica, timing, comunicación, política o metodología, o un exceso de verborragia y descalificativos, o errores conceptuales o prácticos, hacen fracasar un proyecto. 

Eso haría pedazos cualquier sueño de salir del estatismo y volver a la libertad. La sociedad está desesperada, y anhela que un próximo gobierno le solucione todos sus problemas, sin quitarle ningún subsidio, ninguna ventajita y ningún privilegio, según el lugar que ocupe en la sociedad. Esa desesperada esperanza es en el fondo el verdadero peligro. Porque es capaz de mover a elegir a quien más promete o más grita, pero es capaz de condenarlo o inmolarlo si no cumple sus expectativas o lo que ha creído entender.

En ese contexto, un candidato demasiado contundente, descalificador, poco preparado y simplista puede ganar mucho apoyo, pero puede perderlo rápidamente y lograr el efecto contrario: el regreso fortalecido de lo que quiere combatir. Obra así como una vacuna: inocula un virus atenuado o muerto de liberalismo, en este caso, pero mune al organismo social de todos los anticuerpos que existen contra él para combatirlo y hacerlo desaparecer. 

Y ese es el riesgo que más deberían temer los amantes de la libertad, la libre empresa y el Estado serio, austero y responsable. 
 

¿No vuelven más?


Todavía recordarán muchos analistas las reacciones de enojo del gobierno de Macri ante cualquier crítica u opinión, contestada con esa frase de soberbia ignorante: “no vuelven más”, que tanto daño le hizo al macrismo y al país. 

Hay muchos síntomas de Milei que hacen temer un derrotero con una cierta reminiscencia del gobierno de 2015, pero esta vez con peores consecuencias, al menos desde el punto de vista de los amantes de la libertad, el mérito, la actividad privada y de rechazo a todo tipo de totalitarismo o autocracia. El candidato ahora con más chances, sutilmente a veces, aprovechando la no versación de sus seguidores otras, con algunas complacencias de los que sí son versados, con la impulsividad del hinchismo futbolero, con la crítica silenciada por el miedo a una descalificación a gritos de su parte o por otras razones no identificadas, ha cambiado su pensamiento y su discurso más de una vez. 

No es fácil olvidar sus artículos y ecuaciones en 2015, defendiendo el gradualismo y al Banco Central de Sturzenegger, que le hizo motejar de burro a quienes no coincidían con él, más su posición sobre ciertas empresas del Estado, que ahora pretende solamente obligar a no tener déficit, un sueño de Macri que esta vez supone que se logrará. La mismísima dolarización, que muchos han comprado como la salida definitiva de la inflación, símbolo argentino junto al escudo, la bandera, la escarapela y el himno, que el libertario adoptó no hace mucho, ahora ha sido pateado para dentro de un par de años. 

Eso no sólo puede desilusionar a muchos, sino que habla de una intención de controlar la cotización del dólar con algún mecanismo, a punto que se analizan las explicaciones que circulan. Como la aclaración de algunos sensatos de que llevará más de un mandato, (la columna cree que más tiempo) enderezar el torcido y enredado camino que se hereda, mientras sus votantes sumidos en el hartazgo esperan que la situación cambie en un tiempo prudencial, (¿por ejemplo dos meses?).

Por supuesto que esta columna aplaudiría una dolarización que fuera un colofón a un plan para bajar el gasto y evitar que futuros gobiernos nacionales, provinciales y municipales siguieran con el populismo ruinoso del gasto, de la platita, de las cuasimonedas inevitables. Pero eso no se logra con voluntarismo, ni tratando de poner presión sobre el Poder Legislativo con el argumento barato de que “el presidente elegido por el pueblo merece que se aprueben las leyes que quiere”, que debe recibir las mismas críticas y reprobaciones que Cristina Kirchner tratando de poner presión sobre el Poder Judicial pare eliminar el control de poderes. 

Además de un camino completo y mejorado para este aspecto, más allá de lo que defiendan los autores de la suerte de paper sobre el tema, es vital abocarse a proponer soluciones al problema de la  deuda interna en pesos del Estado, o de la deuda de los privados con los bancos o entre sí, que están tratados muy superficialmente, casi con simpleza, en los proyectos de dolarización, que ahora se han postergado. 

A esto se suma el problema de la paridad cambiaria, que debería dejarse liberada al mercado totalmente, sin intervención del antes incendiado Banco Central, que no parece seguir ese rumbo en varios de las ideas de dolarización, o las retenciones, finalmente otro tipo de cambio paralelo pero para abajo, o la apertura de importaciones, o el cepo, que ahora parece meter miedo a los liberales que no se atreven a prever los efectos de eliminar esas tiranías y entonces las postergan. Gradualismo, solían decirle antes. 

Inclusive cuando se habla de “atar las manos al Estado gastador con una ley de dolarización” parece olvidarse que una ley puede ser modificada por otra ley, o con cuasi monedas, o con toda clase de trampas. Al fin y el cabo, se vive en un país cuya Constitución dice que debe darse una ley de Coparticipación, y hace 30 años que es deliberadamente incumplida por todos los gobiernos, que han delegado desordenadamente en los jueces lo que debería ser cuerda del Congreso. 

Parecería que este tipo de análisis está poniendo sobre los hombros de Milei la solución de problemas que se vienen incubando desde 1946, de una u otra forma. Pero no es esta columna la que lo hace. Es justamente el voto del hartazgo, o el voto de los que creen que el liberalismo instantáneo predicado por un apasionado y enfurecido Milei que lo empuja a la presidencia, le resolverá todos los problemas en poco tiempo y como ellos lo desean, sufragio que dará una voltereta en el aire cuando advierta que eso no es así. Por eso es mejor corregir ahora mismo esa creencia, aunque cueste votos, principio que también es liberal. 

Casta ladrona

El exitoso eslogan contra la casta ladrona la Nueva Clase a la que hiciera mención hace 80 años Milovan Djilas refiriéndose a los burócratas políticos comunistas -lucha que esta columna suscribe– obliga a buscar aliados para empujar las leyes imprescindibles para la monumental renovación que se necesita y se promete. Con alguien se deben buscar alianzas legislativas y políticas. Al enojarse infantilmente contra Patricia Bullrich se desprecia la única alianza posible, lo que podría ser una posición temporaria con objetivos electorales, pero que no puede sostenerse más allá del teatro si se quiera ganar credibilidad y ejecutividad. 

Tal vez esa actitud que parece dogmática de descalificar a todos se refleja en la instantánea mutación de sus candidatas y candidatos (sic), que parecieron abandonar al día siguiente de las PASO su mesura y aún su profesionalismo para tomar la pose soberbia y prepotente de querer imponer sus ideas por encima del Congreso, o con 100 plebiscitos que no tienen efecto constitucionalmente, no sirven para nada, no conducen a ninguna unidad ni a ninguna solución, y predicen un fracaso heroico más que un éxito laborioso y posible. En cambio, Javier se empecina en una pelea de conventillo con Patricia, en la que parecen solidarizarse sus rodeadores.. No hay manera de que La libertad avanza pueda llevar adelante sus ideas o ideas parecidas sin una alianza con Juntos por el Cambio, gestión Bullrich. 

Puede decirse que la inversa también es cierta, seguramente. Y sería el caso de ser otro el resultado electoral. 

El otro asunto de fondo que requiere más estudio, precisión y mucho análisis de todo tipo, es el del gasto. También la columna considera que el presente nivel de despilfarro y consecuente déficit es el principal motivo del colapso. Pero de nuevo, enunciar y anunciar cierres de ministerios no es bajar el gasto, (recordar que Marra aseguró la reubicación del personal) como no lo es “emplazar a las empresas a que se autofinancien”, como bien lo aprendió Macri. Aerolíneas, YPF, Telam, la TV pública, para poner algunos ejemplos, son cuevas de corrupción, acomodo, dispendio, inutilidad y déficit. Y si las decisiones molestasen a bolsillos amigos, habrá que elegir a quién traicionar, puesto en criollo. En este punto también ha habido cambios y retrocesos que pueden terminar en una gran desilusión.

Salvo el inexplicable trascendido sobre Guillermo Francos, un favor, hay varios reputados economistas y respetados exfuncionarios que rodean y asesoran a Milei. Tal vez en vez de complacerlo deberían convencerlo de algunas realidades que pueden estallar no sobre el candidato, sino sobre toda la población. Los planes no deben ser un enunciado ni un punteo, sino que deben estar sustentados en análisis y factibilidades. Eso evita muchos retrocesos y desilusiones.

El tema primordial

La columna dedicara el espacio de varias semanas a discutir y proponer ideas para bajar substancialmente el gasto del estado nacional y de las provincias y municipios, el paso más importante de todos los que deben darse para poder hablar seriamente de un cambio. Todos los otros temas giran alrededor de este concepto, inclusive, o principalmente, la corrupción, componente no menor. Nada mejor que la reciente declaración sobre la privatización del Conicet del león libertario para aplicar a todo el rubro del gasto y los posibles remedios.

En este caso, como en todos los demás, la mitad de lo que se eroga sirve y la otra mitad es superflua, delictiva, ineficiente y prescindible. El secreto es averiguar cuál mitad es la que hay que eliminar. Y ese no es tarea de pensadores brillantes. Es laboriosa, minuciosa, tediosa y obsesiva. Podría decirse que no es tarea de economistas. Es tarea de contadores. No es un tema político. Es un tema de gestión. No hay que investigar solamente a los ñoquis. Hay que investigar a los ladrones de todos los niveles. No hacen falta cinco asesores brillantes. Hacen falta 10.000 funcionarios dispuestos a hurgar en la basura. Apoyados por los tres poderes. 

Eso es lo que tiene que entender quienquiera pretenda ser el Presidente de la República. Y sus asesores también. Cualquier otro camino es abrir de par en par una puerta para el retorno de la prepotencia, la descalificación y la mafia. O sea de la casta.