“El rey está desnudo”

Señor director:

Días atrás en Francia, un hombre trans denunció a un ginecólogo por no querer atenderlo. El médico alegó no tener esa competencia y expresó que científicamente un hombre es un hombre aunque se considere mujer.

Viene al caso, el cuento clásico “El traje nuevo del emperador” que nos habla de un rey vanidoso que quería vestir siempre las mejores ropas, tornándose vulnerable al engaño de dos ladrones que se hicieron pasar por sastres. Éstos le prometieron confeccionar el mejor de los trajes con las telas más finas, explicando que sólo los sabios lo podrían ver. El rey, por no quedar cual tonto, simuló ver el “traje invisible”. Sus súbditos por temor y obsecuencia le siguieron el juego y cuando llegó el desfile por las calles, el pueblo atónito no se animó a decir nada hasta que un niño gritó: “el rey está desnudo” y entonces el pueblo lo siguió.

Este cuento es rico en significados pero me detendré en algunos que vienen al caso:

- Los peligros de la masificación que invita a seguir ideas impuestas sin cuestionar, manipulando la realidad y subyugando la verdad a caprichos posmodernos de percepción y autopercepción.

- La búsqueda de una exaltación ficticia del hombre que incita a mostrarse a partir de “meras ropas” sin trabajar en su auténtica unicidad, conociéndose, desplegando sus dones.

- La obsecuencia y la comunicación temerosa a decir la verdad.

Es preciso diferenciar entre dos cuestiones: por un lado, el respeto que la persona trans merece en su dignidad y que es incuestionable, y por otro, la pretensión de obligar a los demás a no ver al “rey desnudo”, haciendo de esto último un derecho que pisotea el derecho de los primeros.

El verdadero respeto al prójimo está dado por la critica optimista que busca colaborar para que la persona descubra su dignidad y potencialidades, brindándole herramientas genuinas para llevar la propia vida. Una guía que dice, “cuidado, no vayas cerca del volcán porque entrará en erupción”, y no una que, con tono amoroso edulcorado, exclama: “¡hace lo que quieras, total, vos pensá que la lava no existe!”. ¿A quién le importa que esa persona no se incinere? La ideología de género incita a una ruptura en la dinámica interior-exterior, incomunicándolas y creando más problemas aún al ser humano.

En el afán de reinventarse, el hombre queda preso de un espejismo identitario y de un sufrimiento que siempre lo acompañará.

Es afligente cómo hoy se ataca a los niños, fomentándoles operaciones de cambio de sexo en vez de abordar la causa verdadera de sus problemas que no tendrá solución en un cambio arbitrario físico sino en arreglar con amor heridas de su corazón. Las consecuencias funestas que trae aparejado el negar la realidad de su cuerpo son terribles y la naturaleza hablará a través de un terremoto de enfermedades que no se podrán evitar.

Hoy está en crisis la bien entendida solidaridad. Es importante no dejarse engañar en esta era de la manipulación y entender que las personas interesadas realmente en el otro, se atreven a decir que el rey está desnudo y buscan vestirlo con ropas acordes a su naturaleza.

Isabel Saravia Tamayo