El recuerdo de una voz ilustre e inigualable

"Soy una persona que canta y asi me gustaría que me recordarán'', con estas palabras tan simples y modestas, alguna vez se autodefinió la célebre soprano española Victoria de los Angeles, de la que este año se cumple el centenario de su nacimiento. ­

Nació en Barcelona, el primer día de noviembre de 1923. Hija de un bedel de la universidad de la Ciudad Condal, pertenecía a una familia de músicos por parte materna, y tras sus estudios, se reveló ganando un primer premio en un concurso de canto en Ginebra y eso le abrió puertas de varios grandes teatros.­

Entre ellos está el caso de nuestro teatro Colón donde debutó en 1952 con festejadas versiones de `Manon', de Massenet y también de `Madama Butterfly', de Puccini con un éxito arrollador. Con el trascurrir de los años se presentó en `El barbero de Sevilla' de Rossini y en una deliciosa `Pélleas et Mélisande' de Claude Debussy, `Las bodas Figaro' mozartiana y otros roles como Elsa de `Lohengrin' de Wagner o `Werther' de Massenet, esta ya hacia finales de su carrera escénica, cuando se estaba despidiendo de la ópera.  ­

Pero su canto delicado y tan expresivo, su fraseo purísimo, se prestaban mucho a los recitales de cámara, que los hizo por todo el mundo y en el teatro Colón numerosas veces en esta actividad que declaraba como preferida, en reportajes que le hiciéramos, y que le permitieron una comunicación plena y directa, una empatía con el público, que la llamaba simplemente Victoria,  y que disfrutaba sus recitales, siempre convocantes.­

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ALMA SENSIBLE­

Porque el encantamiento de su personalísima voz, de soprano lírica, de mediano volumen, muy homogénea en la extensión de su registro, y emitida con  admirable técnica fonatoria, se aunaba en su caso con una gracia y elegancia en el decir, con un `duende' , como dicen los españoles, absolutamente propio. En el cancionero hispano (Falla, Granados, Mompou, Montsaltvatge y otros), en las arias antiguas italianas también, con el color propio, con su casi etérea emisión y modulación sonora saliendo de los modelos tipificados, logrando que los auditorios se rindan al encanto de esa voz. ­Alguna vez se la calificó como una suerte de antidiva, porque la personalidad delicada y sensible la retenía, pero se advertía también que en su introspección mucho influían los  problemas matrimoniales, ya que su marido del cual se separó en pocos años, fue a la vez su representante y empresario, afectando además mayormente, su patrimonio económico. Pero además, la cantante sobrellevó graves problemas con sus dos hijos, el mayor murió en un accidente de moto y el menor padecía síndrome de Down. Todo este marco de vida afectaba enormemente su sensibilidad. De ahí que fuera ajena siempre a todo exhibicionismo. ­

Asi era Victoria, a la que se dedica este recuerdo en su centenario, y que vivió hasta el 15 de enero de 2005 y que en nuestro caso, el público, que ella siempre elogiaba, fue en su carrera lirica uno de sus favoritos. Perduran afortunadamente sus numerosas grabaciones, que siguen manteniendo el recuerdo permanente y el deleite de su voz.­