Una vez más, el teatro a la gorra se yergue como una alternativa para pelearle a la crisis

El público, ese gran mecenas

En El Método Kairós, el espectador ya decide cuánto paga por la entrada en dos de sus obras, mientras que allí mismo y en otras salas las promociones con descuentos ayudan a mover la taquilla.

Tal como ocurrió en otras épocas de crisis económicas, el teatro a la gorra vuelve a ser una opción. En los últimos días dos obras se sumaron a la cartelera y adoptaron esta modalidad en la que es el espectador quien decide cuánto paga por la entrada. ‘Lino y Leno y el tripulante ocioso’ y ‘Descubriendo al Che’, ambas en El Método Kairós, pueden verse con esta forma de pago.

"Claramente estamos en un año complicadísimo y si bien nosotros, en otros años de crisis, tuvimos también varios espectáculos a la gorra, esta vez nos costó un poco más tomar la decisión porque hacía tiempo que no veníamos con esa situación. Tuvimos un gran 2023 en cuanto a la venta de tickets y ya desde el principio de este año detectamos la merma absoluta y empezamos a hacer pruebas para ver si lo que estaba faltando era deseo de consumir, si nuestros espectáculos habían perdido convocatoria, o bien, si la caída era estrictamente por falta de recursos económicos", explica Matías Puricelli, director de ‘Descubriendo al Che’ y uno de los responsables del Kairós.

LA DECISION

Así fue como desde esa sala del barrio de Palermo, primero sacaron a la venta entradas al valor de 5.000 pesos por 24 horas para la obra ‘El juego: Inicios’ y comprobaron que mucha gente tenía ganas de verla. No había falta de deseo del público sino una cuestión meramente económica.

"Entonces nos pusimos a ver qué espectáculos del Kairós tenían una coherencia artística como para ir a la gorra, como es el caso de ‘Lino y Leno…’, dirigida por Francisco Ruiz Barlett, que transita su quinta temporada y es una obra que tiene un concepto medio apocalíptico, muy filosófico y poético, con mucho mensaje social escondido. Y por otro lado, ‘Descubriendo al Che’, que también se apoya mucho en términos filosóficos".

El movimiento de público que se genera alrededor de estos espectáculos, más allá del mero resultado financiero, también fue importante a la hora de tomar la decisión de pasarlos a la gorra, porque si no hay gente viéndolas estas pieza no podrían subir a escena.

En términos de convocatoria, estas nuevas experiencias vienen siendo muy buenas. Ambas obras agotaron localidades en sus primeras funciones (se requiere reserva previa a través de Alternativa Teatral). "El movimiento y la sinergia con el público están ocurriendo. Además, el borderó no terminó siendo mucho más bajo que uno de entrada fija. Es la gente la que decide cuánto pone por espectáculo y si nosotros confiamos en que son de muy alta calidad, termina pasando que hay personas que no hubieran podido venir y pagan lo que pueden, quizás por debajo del valor de una entrada promedio, pero otra gente paga más", explica Puricelli.

DESDE SIEMPRE

Que cada espectador decida cuánto paga por ver un espectáculo una vez finalizada la función no es una modalidad nueva, sino que viene del teatro callejero y el sainete, y tuvo otros momentos de auge en nuestro país como en los ‘80. A comienzos de los años 2000, en plena crisis social y económica, el teatro Lorange (actual Apolo) puso en cartel ‘Una bestia en la luna’, con Manuel Callau y Malena Solda, también bajo esta modalidad. Otras obras como ‘El pelele’, con Claudio Gallardou, y ‘Pequeños fantasmas’, de y por Osvaldo Santoro, la imitaron.

Según Puricelli, el teatro a la gorra es viable también en otras salas independientes, "ya ocurrió y va volver a ocurrir este año, a menos que pase algo que nos sorprenda a todos y que realmente mejoren las condiciones socioeconómicas. En tanto y en cuanto siga todo como está, estoy seguro de que esto va a seguir sucediendo porque de lo que vive el teatro, además de lo que paga un espectador, es del espectador yendo a una función. El hecho teatral precisa inevitablemente la presencia del público y mucha gente hoy no está yendo a la sala porque no tiene la plata. Entonces va a haber un punto de equilibrio y ese es el que nos va a indicar cuánto sentido tiene hacerlo, dependiendo del costo que tiene realizar cada función en cada sala".

Aunque sin adoptar la misma modalidad, el teatro comercial ya empezó a hacerse eco de lo difícil de la situación porque la merma de espectadores se hace sentir en todos los circuitos. El Picadero hace algunas semanas anunció que varias de las producciones que pueblan su cartelera iban a vender localidades a 5.000 pesos. Claro que no se trata de la totalidad de la sala sino de un cupo de cincuenta entradas por función, a modo de "compromiso con el arte y la creación". "Sea la misma idea o no, se va a ir replicando en otros espacios porque nadie escapa a lo que está ocurriendo", sostiene Puricelli.

MENOS PUBLICO

La baja en la cantidad de público que asiste a las obras de teatro se viene sintiendo fuerte en los primeros meses del año. A comienzos de marzo fue Sebastián Blutrach, presidente de la Asociación Argentina de Empresarios Teatrales (Aadet) y director del Picadero, quien en sus redes sociales escribió que en la ciudad de Buenos Aires se registró una baja del 30 por ciento en cantidad de espectadores que poblaron las salas.

Y no sólo sucedió en el circuito comercial sino que también se ve reflejado en el off. "Se nota mucho, pero para no caer en el embudo negativo también se nota el deseo y lo que más está en juego acá es cómo nosotros afrontamos los costos, porque hay un deseo de seguir consumiendo como se lo venía haciendo. Si nosotros encontramos un punto de equilibrio y somos veloces en adaptarnos creo que el público va a seguir viniendo, porque, quién no quiere en este momento distraerse un poco. Pero si eso le cuesta mucho dinero no puede pagarlo. Ahí está el eje de la cuestión", concluye el responsable del Kairós.