El 15 de setiembre pasado el presidente de la República elevó al Congreso Nacional para su aprobación de acuerdo a las normas legales del presupuesto nacional. Ello dio motivo a no pocos comentarios sobre la fecha de su tratamiento, si iba a contar con los votos necesarios, los acuerdos que debía realizar, etc., etc.
Pero esto no es nada nuevo ya sucedía en el año 1884. El 16 de agosto de ese año el periodista español Eduardo Sojo conocido con el seudónimo de Demócrito daba a conocer en Buenos Aires el primer número de una revista semanal “Don Quijote” de divulgaba los detalles de la vida política local. Buen dibujante además, en la tapa estaba Don Quijote, lanza en ristre dirigida a una pared en la que estaba buena parte de la dirigencia política, mientras que Sancho Panza a esos candidatos les hacía en gesto de burla “pito catalán”.
El diario no dejó de poner apodos a los personajes de la época, el presidente Julio Roca recibía el conocido sobrenombre de “Zorro” por sus habilidades políticas; el gobernador de Córdoba Miguel Juárez Celman (concuñado de Roca) el de “Celemín” o “Burrito cordobés”: Carlos Pellegrini, era Pelegrilargo, Pelelegringo o Pelegrilargucho, por su elevada estatura o el origen saboyano de la familia; el intendente Torcuato de Alvear, respondía a “Don Palmerín” por las palmeras plantadas en Palermo o “Don Adoquín” por el empedrado de muchas calles, y al general Lucio V. Mansilla “Mantequilla” o “Malaquilla”.
En el primer número nomás la emprendió con los senadores, con el seudónimo de “El bachiller de Argamasilla” fue al Congreso, se ubicó en la barra y escribió que debió hacer gimnasia equilibrista por “todos los aprendices de malandrines politiqueros, que allí afilan su diente para yantar el presupuesto como en aquellas célebres bodas de Camacho dadivoso, cuyo grato recuerdo conservamos yo y mi fiel escudero Sancho, yantamos rica vianda los invitados”.
Después satiriza a Dardo Rocha “como colgado en su banca por ser de piernas cortas y no poder tocar el suelo… tengo para mí que debía llamarse Brocha pues aparente es para embadurnar situaciones políticas de otros formadas y que son limpias y claras”; prosigue con el senado Diego de Alvear: “un chiche era, tan bello me pareció con su cara inocente de gato de tienda y sus bigotes negros debido a menjunjes de brujas y astrólogos expertos… parecía un viejo carnero, por más que de otro lado me pareció un conejo ya, ya un cangrejo, y finalmente una rata diligente, de esas que de nache uso haciendo de mañas, amontonan en la cueva lo que pueden cuidar si de suegro es o de extraño”. Se refiere sin duda a la fortuna de su suegro don Juan N. Fernández. No deja de referirse a un “individuo chiquito, amarilloso, semejante a una madre de caracol llamado por mal nombre Juárez Celman y hombre que a estar a lenguas, se dice quiere ser presidente”.
Como vemos desde el primer número y en la primera página golpeó con ganas, además tenía la picardía de colocar apodos de animales a los políticos e incluso en un futuro de dibujarlos con rostros de distintas especies, en los versos que acompañan la caricatura que vamos a comentar junto a los nombres de algunos ya aparece esta característica, que además de causar humor en la gente hizo muy popular la publicación.
En la segunda y tercera página se publica lo que llamará “Galería Argentina Contemporánea” una caricatura titulada “Asalto a la olla del presupuesto”, donde se lo ve al presidente Roca sobre una olla mientras come a dos cucharas una “paz e intervenciones” y la otra “pitanzas y emolumentos”, su vientre abultado dice meses mayores porque “lleva en sí el fruto de sus amores con el Presupuesto durante seis años”; Juárez Celman tiene la suya grabada con “apetito cordobés” en alusión a sus ambiciones personales “paladeando el puchero”.
El arzobispo Federico Aneiros y el internuncio monseñor Luis Mattera, que dos meses después iba a ser expulsado por el conflicto con la Iglesia; el general Benjamín Victorica, ministro de guerra que se encontraba por el interior del país; Bernardo de Irigoyen titular de la cartera de interior; Victorino de la Plaza, ministro de Hacienda; Manuel Dídimo Pizarro “Toro” ex ministro de Instrucción Pública y Justicia y su sucesor el “rubio” Eduardo Wilde; el senador Dardo Rocha “Rata” que acaba de dejar la gobernación de la provincia de Buenos Aires; Pellegrini que en ese momento no desempeñaba ningún cargo era igual que “convidado de piedra” que no era otro que el general Mitre que aparece como un mendigo, merodeado con los perros que reciben los huesos que le tiran alrededor de la olla del presupuesto, mientras que se ven hasta los dedos de los pies por el estado de sus zapatos.
VERSOS EXPLICATIVOS
Lo que acabamos de comentar, en la página siguiente se publican estos versos explicativos: “Antes que el puchero dé su último hervor / Se colocan de la olla en derredor / Julio come por él y dos hermanos / Como mandan los códices cristianos / Creyendo que el puchero es patay chino / Come sin pestañear don Victorino / Benjamín está de expedición / Pincha y guarda haciendo provisión / Dardo para esto que es peor que rata / Toma el caldo en cuchara que es de plata / Para no parecerse nada a Dardo / Con todas come bien el rubio Eduardo / Federico infeliz, desesperado / Está comiendo por lo que ha ayunado / Bernardo! El apetito de Bernardo / Capaz de comer la flor de un cardo / Mattera como come en mesa ajena / Quiere hacer creer que no la tiene llena / Dídimo! Toro que rompió la estaca / Es capaz de comer toda una vaca / Miguel acostumbrado al ruin carnero / Paladea muy bien este puchero / Moyano! Si parece en sus excesos / Que ni a los pobres dejará los huesos / Pellegrini también bastante medra / Convidado lo mismo que el de piedra / Don Bartolo con todos sus amigos / mirando está el festín pobre mendigo”.
Claro que no terminó ahí, siguió pegando a la dirigencia de todo tipo, a la Comisión de Higiene de Catedral al Sur, por permitir tener un criadero de chanchos a los conventos de San Francisco y Santo Domingo preguntándose: “son sagrados esos humildes cochinos que hacen vida conventual?”. A Sarmiento apodado el “loco” promete que por “la compasión que nos inspira el grado de enajenación mental que sufre, nos obliga a no ocuparnos de él ni en la caricatura, ni en el texto de este número. El público comprenderá nuestra delicadeza”.
Vuelve a apuntar al senador Diego de Alvear por ser dispendioso con los fondos públicos: “el archi-millonario que en el Senado acuerda pensiones a todo el mundo, y permite que sus colegas le den una pensión a su hermana, en razón de ser la “hija del general Carlos M. de Alvear y hallarse sumida en una miseria absoluta”. A don Victorino a cargo de la cartera de Hacienda le dedica esta cuarteta: Anda diciendo tu madre / que yo tengo mala lengua / Y eso que a nadie le digo / lo que hace Plaza en Hacienda”.
El cólera había llegado a Montevideo, e inventa un telegrama de Mariano Balcarce ministro plenipotenciario en París a quien le habían anunciado el viaje de Eduarda Mansilla de García, hermana del general y reconocida escritora: “El cólera tarda mucho, no tenemos los vomitivos, ya se hacen preparativos, para atender a Mme. Eduarda”. No deja además de crear sospechas sobre el arzobispo Aneiros y algunos sacerdotes, con acusaciones sobre el decoro de su ministerio en materia de celibato.
Quien recorra las páginas de “Don Quijote” no podrá dejar de sonreír, verá que la vida pública y la política siempre fue material de burlas y chanzas, y a veces de muy grueso calibre. Este semanario y Eduardo Sojo aún esperan un detenido estudio por el testimonio de una época, aunque Miguel Terradas en su magnífico libro “El Creador de Caras y Caretas. Aventuras de un periodista” (Editorial Maihuen), ha abierto ya una brecha por donde comenzar.
