UNA MIRADA DIFERENTE

El presidente niño

Lo peor de las intempestivas y desubicadas actitudes del mandatario es que son innecesarias y no cumplen ningún objetivo. Sólo el de empalidecer un diagnóstico acertado.

A veces Milei semeja un rey infante. Hasta con un regente. O mejor, una regente. Su división entre traidores y leales, su indiferencia aparente ante el desmayo de un chico que culminó en una mala broma, su creencia de que conviene rodearse de amigos de larga o profunda data como si eso los dotara de alguna capacidad, sus tuits retrucadores, sus berrinches en reportajes, su largo discurso-anecdotario ante estudiantes que debió haber evitado, sus rabietas y sobrerreacciones cuando descubre algo que debería saber de antemano, como es la resistencia pasiva a que están siendo sometidas sus propuestas y la incapacidad de alguno de sus subordinados. 

Otras veces recuerda al Principito, con una sabiduría simple e inocente, que le hace defender principios indiscutibles y dar por supuesto que todos lo van a entender y aceptar. O cuando define con impecable exactitud la gravedad de los efectos de la corrupción generalizada sobre la sociedad argentina, frente a quienes sostienen con conveniente hipocresía que no todos son ladrones y declaman honestidades en las que nadie cree. Su frase “no hay plata” define con esa simpleza más que un mamotreto de mil páginas. 

Esa doble característica se nota en la forma de conducir y gestionar. La columna anticipó antes de la asunción del nuevo gobierno que, si bien con un diagnóstico y un plan acertados, había que esperar  idas y vueltas continuos en los procedimientos y decisiones aplicadas, por la inexperiencia de todo su equipo, y también por la forma de elegir a su elenco, algo en lo que su regente tuvo y tiene mucha responsabilidad e injerencia, que no debiera tener. 

La falta de conocimiento y experiencia en casi todos los temas hace que –algo también anticipado por la column – los caminos y las medidas que se deciden deban ser modificados hasta encontrar el rumbo correcto. Eso se nota en el cambio de estrategia para lograr la supervivencia de su DNU, la invención de la Ley Anticasta y el raro Pacto de Mayo, que por un lado intenta poner en evidencia a quienes se opongan a un decálogo indiscutible, que en varios casos puede significar cualquier cosa, según el gusto de cada uno, y por el otro parece querer dar una imagen contemporizadora y dialoguista. 

En realidad, más importante que el pacto es el requisito previo de aprobar ambos paquetes legales más una ley Bases completa, con lo que se podrá prescindir de cualquier otro pacto, acuerdo o como se le quiera llamar. La ley de Bases, con todo lo que le sobra y lo que omite, es sin embargo un instrumento más que suficiente para comenzar a cambiar la sociedad, y el Gobierno está dispuesto a hacer lo mismo que Menem: pagar para que se la aprueben. Y el término pagar no es eufemístico. Tampoco es sinónimo de negociar o consensuar.

Sociedad infantiloide

Una sociedad también infantil o infantiloide, con mucho de conveniente inocencia, no alcanza a comprender, o no quiera hacerlo, que la ley Bases contiene los mecanismos necesarios para aliviar el ajuste que está sufriendo en soledad, mientras otros sectores privilegiados y con más culpabilidad en el desastre se están salvando gracias al rechazo del Congreso de la norma. Cuando dicen “la casta no está pagando” prefieren olvidar que la casta se ha negado a hacerlo usando sus recursos y escudos legislativos. 

La decisión presidencial de pedir que se retrotraiga el aumento en sus remuneraciones a los legisladores, más allá de su validez constitucional, que siempre se usa como escudo para perpetuar las prebendas, es un buen ejemplo de la vuelta atrás de una tolerancia errónea que no se debió dejar pasar con facilidad. Ahora la acción cumple la imprescindible función de marcar el caradurismo de quienes pretenden ser padres de la patria y defensores de los derechos. 

¿O tal vez decidirán renunciar al aumento para evitar un conflicto de poderes? Perdón. Se trataba de una broma que se permitió jugar la columna. 
Lo mismo ocurre con el cierre de Telam, abandonando la idea de “ponerla en valor y venderla”. Eso mismo debería hacerse con muchas de las irrecuperables, superfluas y corruptas reparticiones, entes, áreas o empresas del Estado, sin esperar a fracasar y de que hacer tarde lo que se debe hacer ya. No se puede evitar el dolor del ajuste, pero se puede intentar ser equitativo. 

Otro cambio que urge es proceder a la judicialización de todas las irregularidades que se informan que se están encontrando, cuyas denuncias deben concretarse y procurar su rápido proceso. Si se suman todas las irregularidades enunciadas y las medidas administrativas tomadas, como la suspensión de pagos o la cesantías producidas, o la interrupción de ciertos contratos laborales y planes, el total de monto y casos es irrisorio, frente a la rampante exageración de todos los sistemas de empleo, subsidios, planes y compras y tercerizaciones del Estado. 

Esto habla del desconocimiento, tolerancia, miedo o disimulo de los funcionarios, lo que confirma que se impone una revisión de todas las designaciones realizadas hasta aquí, a todo nivel, aún ministerial.

El plan está funcionando

Ya se ha dicho aquí que las definiciones y diagnósticos del Presidente son los acertados. Pero sería irreal esperar que el mandatario sea capaz de llevarlos adelante en la práctica, entre otras cosas por esas facetas de su personalidad. En consecuencia, esa tarea debe ser desempeñada por su equipo. Los fieles amigos de Milei, que lo rodean, protegen y aplauden, deberían tener la lealtad de instarlo a escuchar a quienes de buena fe hacen su crítica, y también de incorporar a los funcionarios capacitados para limpiar la administración de su lastre, aunque no sean amigos. 

Habiendo hecho todas estas repetidas aclaraciones, el plan está funcionando bien. Se recordará que siempre se planteó –lo hizo esta columna– la necesidad de tener dos planes. Uno de transición o emergencia y otro estratégico y de mayor alcance.  El hecho de que algunos resultados estén resultando mejores que los previstos, (nivel de inflación, brecha cambiaria, valor del paralelo, riesgo país, expectativas en Wall Street, nivel de reservas que resucitó luego de la estafa de las reservas negativas - que mayoritariamente se prefirió ignorar, base monetaria estable) parece haber hecho olvidar el miedo de hace tres meses. Con lo que muchos reconocidos economistas critican el proceso como si se tratase de la aplicación del plan de fondo. 

Hasta ya hay quienes sugieren que habría que acelerar la salida del cepo, algo que hace 90 días nadie se hubiera atrevido a pensar, dado que la libertad que esa medida implica y la impredecible acción humana resultaban como jugarse el futuro a cara o cruz, una irresponsabilidad total. Algún éxito han tenido las medidas si en tan poco lapso se está clamando por la salida del cepo alegando que no tendrá demasiadas consecuencias. Paradojalmente, cuando se libere el cepo el clamor de los prebendarios y sus empleados y ensobrados se oirá hasta Saturno. 

También es superficial la discusión sobre el gasto nacional y provincial. Un desconocimiento a veces fingido, a veces auténticamente ignorante, impiden ver que buena parte de las injusticias del ajuste reside en el dispendio provincial, si no en el robo provincial. Cavallo y sus funcionarios deben recordar cómo las provincias, su gasto y su deuda destruyeron la Convertibilidad que terminó colapsando desastrosamente en 2001 y que desembocó en un matrimonio de aventureros piratas a cargo del país. 

La importancia de la inversión

Aunque sólo lleve un par de años afiliado a la escuela austríaca, Milei comprende la importancia de la inversión, la seguridad jurídica y la baja de impuestos para lograr el imprescindible empleo y crecimiento. Es posible entonces prever otro encontronazo con los sátrapas, perdón, los gobernadores, que sugieren escalas impositivas más altas a los beneficios de las empresas  y a los capitales para prenderse de su coparticipación, muerta por estúpida su idea de colgarse del impuesto país, que desaparecerá con la salida del cepo. 

 Reaparecerán los predicadores del concepto federal, (que es otra cosa) de los pactos preexistentes y del derecho preexistente de las provincias, (discusión que se ha saldado con la Constitución), del desfinanciamiento a la educación, a la salud (a los que jamás se les prestó atención provincial) que sólo son creíbles si no se estudian los presupuestos, pero que justifican paros, comentarios, malos humores, protestas y similares. 

También se hablará del avasallamiento a las provincias, aparecerán los constitucionalistas y recontra constitucionalistas proponiendo la persuasión y el consenso, como si se creyese que la pandemia privó de memoria a la sociedad. Y como en serio se creyese que se puede persuadir a la mafia, real o metafórica, diría el niño que tiene adentro Javier. O el Principito. 

Un buen recurso en esta instancia es ponerse en el trabajo de pensar quién haría la ciclópea tarea si no fuese Milei. Y cómo lo haría. Y ahí reevaluar.