La belleza de los libros

El perdurable encanto de la cuaderna vía: iniciadores

Me permito emular, por eficaz y bien sonoro, el título de aquella película de 1972 dirigida por Luis Buñuel, tomándome, eso sí, la libertad de reemplazar el adjetivo “discreto” por “perdurable” y el sociológico término “burguesía” por el literario “cuaderna vía”, recurso que me sirve de pretexto para referirme a un tema de mi agrado.

SURGE LA CUADERNA VIA

Hacia el primer tercio del siglo XIII se produjo en España el nacimiento de una biografía en verso de Alejandro Magno en la que los elementos de la realidad y los de la fantasía se hallan más o menos equiparados. Es el llamado Libro de Alexandre, cuyo autor no ha podido, hasta el día de hoy, ser identificado por los acuciosos trabajos de no pocos filólogos.

Con ese libro principia el llamado mester de clerecía, “poesía docta” contrapuesta a la “poesía popular” que, debido a ser practicada por los juglares, se denomina mester de juglaría.

He aquí la estrofa de autodefinición del Libro de Alexandre, que implica una (soberbia y despectiva) poética:

Mester trago fermoso; non es de ioglaría:

mester es sen pecado, ca es de clerecía;

fablar curso rimado por la cuaderna vía

a sílabas cuntadas, ca es grant maestría.

Como vemos, el autor –sea quien fuere– se siente muy orgulloso de su tarea y, por lo tanto, señala, con todas las palabras y sin ninguna modestia, que constituye una gran maestría el componer cuadernas vías en verso isosilábico rimado: ¡los juglares ni siquiera sospecharían cómo hacerlo!

Pues bien: ¿qué es la cuaderna vía? El siempre eficaz y preciso Rodolfo M. Ragucci (1) explicará perfectamente en qué consiste:

“La característica externa sobresaliente de este mester es lo que llama el poeta la cuaderna vía, esto es, una estrofa de cuatro versos, a sílabas cuntadas, de catorce sílabas cada uno, y con una rima única para los cuatro: es lo que se ha llamado también tetrástrofo monorrimo alejandrino. Los versos suelen sujetarse a medida rigurosa; se dividen en dos hemistiquios iguales (7 + 7)”.

GONZALO DE BERCEO

Gonzalo de Berceo vivió aproximadamente entre 1196 y 1264. Entre sus tantas obras, todas de carácter pío, cito Milagros de Nuestra Señora y las hagiografías Vida de San Millán, Vida de Santo Domingo de Silos, Vida de Santa Oria…

Dos botones de muestra son las cuadernas vías iniciales (celebérrima la segunda) de la Vida de Santo Domingo de Silos: (2)

En el nomne del Padre, que fizo toda cosa,

e de don Ihesu Christo, Fijo de la Gloriosa,

e del Spíritu Sancto, que egual d’ellos posa,

de un confessor sancto quiero fer una prosa.

 Quiero fer una prosa en román paladino,

en qual suele el pueblo fablar con so uezino;

ca non so tan letrado por fer otro latino:

bien ualdrá, como creo, un uaso de bon uino

.Según se aprecia, Berceo, al modo de los juglares, se conforma con que su tarea sea recompensada con un vaso de buen vino.

 JUAN RUIZ, ARCIPRESTE DE HITA

Su vida transcurrió entre las probables fechas de 1283 y 1350. De su única obra, el Libro de buen amor, elijo reproducir dos cuadernas vías (las 76 y 77): (3)

E yo, porque so ome, como otro, pecador,

ove de las mugeres a vezes grand amor:

provar ome las cosas non es por ende peor,

e saber bien e mal, e usar lo mejor. 

 

Assy fue que un tiempo una dueña me prisso;

del su amor non fuy ese tiempo rrepiso:

Ssiempre avía della buena fabla e buen rriso;

nunca ál por mí fizo nin creo que fer quiso. (4)

 

 En el próximo artículo (“El perdurable encanto de la cuaderna vía: continuadores”) veremos cómo esta estrofa medieval fructificó en los siglos XIX y XX.

 

1. Rodolfo M. Ragucci, Manual de literatura española, Buenos Aires, Editorial Don Bosco, 1947 (3.ª ed., 1953, págs. 46-47).

2. Gonzalo de Berceo, Vida de Santo Domingo de Silos, Introducción, edición y notas de Germán Orduna, Madrid, Ediciones Anaya, 1968, págs. 49-50.

3. Juan Ruiz, Arcipreste de Hita, Libro de buen amor, Edición, introducción y notas de Julio Cejador y Frauca, Madrid, Espasa-Calpe, Clásicos Castellanos, 10.ª ed., 1967, t. I, pág. 38.

4. Tal vez resultarán útiles sendas “traducciones” al español actual o, más bien, paráfrasis (libérrimas) de los textos medievales:

a) Alexandre: “Traigo un hermoso arte; no es de juglaría; es un arte de clerecía, sin error, ya que implica gran maestría componer cuadernas vías con versos isosilábicos rimados”.

b) Berceo: “En el nombre del Padre, que hizo todas las cosas, y de don Jesucristo, hijo de la Gloriosa, y del Espíritu Santo, que equivale a ellos, quiero componer un poema narrativo sobre un confesor santo. / Quiero componerlo en nuestra lengua habitual, la que emplea el pueblo para hablar con su vecino, ya que no soy tan letrado para escribirlo en latín. Bien valdrá, espero, un vaso de buen vino”.

c) Arcipreste: “Y yo, porque soy hombre, como todos, pecador, sentí hacia las mujeres, a veces, gran amor. Probar el hombre las cosas no es, precisamente, un error, ya que conviene conocer el bien y el mal, y entonces elegir lo mejor. / Así fue que cierta vez me cautivó una mujer; en tal ocasión no me arrepentí de su amor: siempre compartía con ella agradable conversación y alegres risas. Sin embargo, nunca hizo ninguna cosa por mí ni creo que quisiera hacerla”

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