“El oficio es lo más noble que tengo”

Mientras continúa girando con el unipersonal ‘Muerde’, Luciano Cáceres repasa su carrera y habla de ‘Subacuática’, la singular obra que dirige junto a Fernanda Ribeiz.

En un bar de esos que parecen anclados en el tiempo, Luciano Cáceres elige una mesa contra la ventana para una charla en la que repasa su carrera y habla de este presente que lo tiene en el doble papel de director en ‘Subacuática’ y actor en ‘Muerde’, dos obras que pueden verse actualmente en el circuito independiente.

Mientras afuera hace frío y algún que otro curioso se detiene tímidamente para observar a través del vidrio si se trata del protagonista de ‘Graduados’ y ‘Señores Papis’; adentro de ese local del barrio de Palermo, Luciano habla apasionadamente de su oficio y de su historia. Recuerda a ese niño que con cinco años de edad supo que quería ser actor mientras repetía la letra de un monólogo que hacía su padre, y a ese joven que a los 19, con un grupo de amigos armó su primer teatro independiente, Quintino, donde vivió seis años en la cabina de luces mientras por la mañana trabajaba de cartero y a la tarde en un kiosco.

 

PROYECTOS

Hoy, mientras protagoniza ‘Muerde’, que por estos días sale de gira para regresar a Timbre 4 en agosto, dirige también, junto a Fernanda Ribeiz, ‘Subacuática’, una experiencia distinta que combina teatro y audiovisual en una piscina real, en el Club Estrella de Maldonado del barrio de Palermo.

“A mí me parece muy inteligente y muy emocional la propuesta. Melina Pagorelsky, la autora, propone un texto muy sanador, inteligente y con mucho humor sobre un tema que podría ser desgarrador”, dice Cáceres sobre la pieza que protagonizan Juana Viale, Joaquín Berthold, Anahí Gadda y Mariel Santin, y que cuenta la historia de Pablo, un padre viudo que encuentra refugio en la natación.

-Es una obra con la que es fácil sentirse identificado.

-Sí, yo sin haber atravesado la viudez, me veo En lo que es la crianza. Soy hombre con una criatura, lo vivo con Amelia. Cuando me separé de la mamá (la actriz Gloria Carrá), ella tenía cinco años y, por ejemplo, en natación tenía la entrada resuelta porque le ponía la malla abajo y todo bien, pero a la salida siempre tenía que pedirle a una madre que me la mire porque no la podía meter en el vestuario de hombres y tampoco podía entrar yo en el de mujeres. Así todo. Ahora hay cierto avance con respecto a la mapaternidad, pero antes no pasaba. En un shopping también era un lío llevarla al baño. Y lo que también tiene la obra es eso de poder contrastar, porque la vida tiene esas cosas. El está atravesado por una tragedia, pero tiene la humanidad de la criatura que es el motor fundamental para salir adelante y también la oportunidad de darse cuenta de que lo está haciendo bien, que puede animarse a conocer a otra persona, porque había también un grado de culpa. Cuenta la historia de dos rotos, de alguna manera, porque además está el personaje de Juana, que es una madre soltera con un padre muy ausente y también le llega su oportunidad.

-¿Qué devolución tiene del público sobre esta experiencia?

-La mayoría salen muy conmovidos, agradeciendo la experiencia. Algunos otros te dicen: “no escuché bien o me salpicaron”, pero son los menos. Y también están los que amenazan: “vine con la malla abajo” (risas).

 

SU LUGAR

-¿Entre el actor y el director hay uno de los dos roles que hoy disfrute más?

-A mí me gusta mucho más dirigir. Me encanta esto de, en un texto imaginar un hilo, trabajar con todas las áreas. Me encanta el proceso, ser la autoridad y tener esa responsabilidad de dirigente. Encontrar un camino común para llegar a un puerto común y que todas las áreas puedan transitar el mismo. Y el actor también me gusta, amo ser actor. Me encanta el teatro y desde muy chico que lo hago. Antes de que yo pueda expresarlo, ya había algo que estaba marcado en mi historia. Estoy en un buen momento, haciendo una obra que me encanta (‘Muerde’), que me esta abriendo al mundo. Después de 37 años de hacer teatro recibo premios. Había recibido por la televisión, por el cine, pero en teatro nunca y me llegaron ahora. Lo estoy disfrutando.

-Empezó trabajando en el circuito independiente y, si bien hizo teatro comercial, siempre vuelve al off. ¿Siente que ese es su lugar?

-Es el lugar más creativo, de más experimentación, que te permite jugar otras cosas. Lo que está sucediendo ahora con el comercial es que mucho del teatro independiente va al comercial y funciona. Con ‘Muerde’ empezamos en la sala Moscú, pasamos al Metropolitan y dejamos de estar ahí porque teníamos la gira y ahora estamos en Timbre 4 (regresa en agosto). Mucha gente todavía se impresiona cuando me ve en una sala independiente y me dicen: “¡Qué bueno que hagas teatro independiente!”, pero yo lo hago de toda la vida. Por ahí lo más raro debería ser lo otro, pero como lo otro es tan masivo y te ve tanta gente se multiplican las veces que estás ah. Pero mi lugar es el teatro independiente, sin duda. Mi lugar es el del oficio. Creo que el oficio es lo más noble que tengo. Muchas veces se dice “uh, este labura de oficio” de manera despectiva y para mí es todo lo contrario. Ahí está la formación y la responsabilidad, como el que labura con herramientas, con maderas, con metal. Tenés que estar atento a la nueva dramaturgia, a los nuevos directores, a los nuevos colegas, a lo que está pasando, para poder estar aggiornado y entrenado. Vos en el teatro independiente sos el dueño pero en el comercial no sos tanto. Ni el director lo es, es más del productor. También amo el cine y a la tele la extraño mucho.

-‘Muerde’ es su primer unipersonal, ¿cómo se siente haciéndolo?

-Bien, con mucho miedo, pero siempre lo tengo con el teatro, con cualquier obra. Igual, agradezco que eso todavía me suceda. Cada vez que escucho el “apaguen los teléfonos celulares” pienso “¿qué estoy haciendo acá?”, me duele la panza. Lo que sí descubrí con respecto a la soledad, en el caso puntual de ‘Muerde’, es que hay algo de mucha complicidad con los espectadores. Hay una conexión directa con las miradas, con las respiraciones, con lo que pasa en la sala, que me hace dar cuenta de que no estoy solo y está bueno.

-Cuando empezaron a pensar la obra, ¿imaginaron que iba a tener tan buena respuesta?

-No. Lo primero que apareció fue el deseo de laburar con Fran (Francisco Lumerman), con quien nos conocíamos hace mucho pero nunca habíamos trabajado juntos. Yo tenía ganas de hacer un unipersonal y no me animaba; me habían llegado propuestas, algunas no me gustaban y en otras no me veía, hasta que llegó esto y lo hicimos, chiquito, ahí en teatro Moscú. Sacamos a la venta las entradas y se agotaron las ocho funciones de una, no podíamos invitar a la prensa ni a nadie, fue una locura. Vino bien angelado el proyecto. Es hermoso lo que está pasando con ‘Muerde’. Es una obra con muchos condimentos, momentos claros, oscuros, ternura, comicidad, mucha soledad y dolor. Es muy intensa y habla de un ser distinto.