RECUERDOS DEL ‘NOUVEAU ROMAN’

El movimiento literario que no formaron los literatos

Intrigante, disruptivo, revolucionario, el Nouveau Roman (la Nueva Novela) desafió los códigos literarios y redefinió la relación del lector con la ficción. Nacido en los años ‘50, este movimiento hizo vacilar las narrativas convencionales, a fin de bucear de otra manera en los misterios de la literatura.

Para los escritores de esta corriente, tal como lo explicitó una de sus principales exponentes, Nathalie Sarraute, no tenía sentido seguir escribiendo novelas al estilo de Balzac o Dostoievsky, con personajes, trama, inicio, desarrollo y desenlace. Los adeptos a este movimiento no toleraban las descripciones y privilegiaban los “flujos de conciencia”. En síntesis, cuestionaban la novela tradicional del siglo XIX.

Otro escritor de esa tendencia, Jean Ricardou, proclamaba que el “el texto ya no es mas la escritura de una aventura, sino la aventura de una escritura”.

En 1969, el año en que fue candidata al Premio Nobel de Literatura, Nathalie Sarraute, nacida en Rusia hace 125 años como Natalia Iliinishna Cherniak, visitó Buenos Aires y se alojó en el elegante Lancaster Hotel, de Córdoba y Reconquista, propiedad en ese momento de la condesa de Zouboff. Era la época en que yo –jovenzuelo- trabajaba allí de recepcionista, estudiaba en la Alianza Francesa y estaba encandilado con la literatura gala. No podía perderme la oportunidad.

PREGUNTAS

La vi un día en la coqueta confitería que daba a la cortada de Tres Sargentos. Allí estaba sentada una mujer pequeña y delgada, vestida con todo negro y arropándose con un chal también negro. Le pregunté si podía hacerle algunas preguntas y asintió con la cabeza.

-Señora -le pregunté-, ¿cuando fue que se encontró usted con el escritor y cineasta Alain Robbe-Grillet, para anunciar una nueva corriente literaria, conocida ahora en todo el mundo como “la nueva novela”? ¿Y en qué circunstancias se produjo ese encuentro?”

Nathalie Sarraute, encogida y envolviéndose más ceñidamente en su chal negro, separó un poco su silla de mi persona y dijo en voz baja:

-Yo nunca me crucé con Alain Robbe-Grillet…

-Pero seguro que usted leyó su novela ‘Proyecto para una revolución en Nueva York’?

-No, no he leído las novelas de Robbe-Grillet- me contesta, obstinada, Natalie Sarraute.

Yo no lo podía creer.

-Bueno, supongamos que usted nunca se encontró con Robbe-Grillet -no me calmaba yo-. Pero siquiera a Michel Butor usted debía conocerlo bien.

-Nunca conocí a Butor-, me retrucó la escritora y corrió un poco más su silla, tomando distancia del joven e impetuoso entrevistador.

Comencé a verter nombres de escritores franceses, representantes del Nouveau Roman: Marguerite Duras, Claude Mauriac, Jean Ricardou… Pero la escritora no conocía a ninguno personalmente y nunca había conversado con ellos. Y sólo cuando mencioné el nombre del escritor Claude Simon, Nathalie esbozó una débil sonrisa y dijo que sí, que cierta vez lo vio, cuando este pasó cerca de su mesita en el café, donde a ella le gustaba cenar, y a ella le dijeron que ese era Claude Simon, pero que no llegaron a presentárselo.

(El autor de Orión ciego recibió el Premio Nobel de Literatura en 1985).

Estupefacto, le hice entonces la pregunta que me estaba carcomiendo la cabeza:

-Natalia Iliinishna -le dije-: ¿cómo es entonces que todos ustedes, sin conocerse mutuamente, fundaron toda una corriente de la literatura francesa, el ‘Nouveau Roman’?

-La fundaron los críticos -me respondió-. Ellos leyeron nuestras novelas y las agruparon bajo el título de Nouveau Roman. Nunca nos juntamos entre nosotros. No teníamos tiempo para juntarnos. Estábamos escribiendo novelas. Todo lo que se dice sobre nosotros casi siempre nos sorprende y, por lo general, es falso.

Después de eso, Nathalie Sarraute, desvió su mirada hacia uno de los grabados que decoraban la confitería, y se olvidó de mi presencia. Cada tanto se arropaba aún más en su chal negro.