El rincón de los sensatos­

El mito de Sísifo es una metáfora del país­

­Sísifo fue un personaje de la mitología griega que fundó el reino de Corinto. Era tan astuto, que había conseguido engañar a los dioses. Ambicionaba el dinero y para conseguirlo recurría a cualquier forma de engaño. La leyenda cuenta que Sísifo fue testigo del secuestro de Egina, una ninfa, por parte del dios Zeus. ­

Decide guardar silencio frente al hecho, pero cuando Zeus se entera y, con la presencia de Hades, la condena fue mucho peor que la muerte. Estando allí, Zeus y Hades, que para nada estaban contentos con las tretas de Sísifo, deciden imponer un castigo ejemplar. Dicho castigo consistía en subir una pesada piedra por la ladera de una montaña empinada. Y cuando estuviera a punto de llegar a la cima la gran roca caería hacia el valle, para que él nuevamente volviera a subirla. Esto tendría que repetirse durante toda la eternidad. ­

Albert Camus, filósofo francés, lo sintetiza de una manera brillante: "Los dioses habían condenado a Sísifo, a transportar sin cesar una roca, hasta la cima de una montaña, desde donde la piedra volvía a caer por su propio peso. Pensaron, con algún fundamento, que no hay castigo más terrible que el trabajo inútil y sin esperanza''.­

Este mito constituye una metáfora de la Argentina, crisis permanente, progreso ausente, cortoplacismo a rajatablas, educación en furgón de cola, y así. Una secuencia conocida y letal, para cualquier ciudadano, capaz de minar el temple más robusto.

No existen planificaciones de gobierno, todo lo vamos haciendo, con un grado de improvisación temeraria.­

­DOBLE MORAL­

Sísifo parece encarnar al político argentino: astuto, emocional, dueños de una doble moral, portadores de inmunidad e impunidad a prueba de balas.

Se victimizan buscando responsables de los descalabros que ellos mismos originan, con una falta total de autocrítica, y en este campo podemos detallar muchas víctimas originales: el campo, los runners, la clase media, el omnipresente ex presidente Macri, los empresarios, los odiadores seriales, etc..

No dudan en levantar el dedo acusador, como único modo de dar autoridad a sus palabras.­

La roca, dura, sólida, y enorme, representa la ciudadanía, representada por todas las clases sociales, condenadas y atrapadas en un absurdo, que no lleva a nada, que se hunde cada vez más y más, en una crisis sin fin.

Como no hay mérito, de qué vale el esfuerzo.­

Todavía resuena, en mi inconsciente, esa frase famosa, de "estar condenados al éxito''... y vaya si lo hemos alcanzado con creces.

Las recetas no son nuevas. Son anacrónicas, llámense, control de precios, cepos y sapos, control de medios, retenciones, cepo al dólar, emisión monetaria, impuestos de los impuestos, ley de alquileres.

"No hay castigo más terrible que el trabajo inútil y sin esperanza" (Albert Camus).

Términos en crecimiento de la pobreza, corrupción, inflación, clientelismo político, deuda externa (generada por no se sabe quién y cómo)...

Anclados en el pasado, empeñados en el fracaso, no se discute el futuro, cuando los dioses (dado que ya no sabemos a quien acudir) piden que haya un proyecto consensuado de país, seguridad jurídica, independencia de poderes, instituciones sólidas, de manera que haya inversiones y crecimiento.

Observemos ejemplos, que contextualizan, lo dicho anteriormente.­

En estos días, el PAMI, en pleno contexto de negociación por la deuda externa, incorpora de un saque a 200 empleados, medida que huele a arbitrariedad y clientelismo (más gasto público).

En el Senado, se propone modificar el secreto bancario, y crear un impuesto, para quienes tengan bienes sin declarar en el exterior (más impuestos).­

La creación frustrada del Ministerio de la Resiliencia (más ministerios); tal vez, pienso que hubiera sido más adecuado, proponer el nombre de Ministerio del Amor (1984 de George Orwell).­

Confunden libertad de pensamiento y de expresión, con odio e intolerancia.­

Y siguen...­

"Locura es hacer lo mismo una y otra vez, esperando obtener resultados diferentes''.­

He ahí el absurdo: aquel que debe subir la roca de la existencia a una cima, luego ver cómo cae y volverla a subir una y otra vez. No hay recompensa, no hay alivio, he ahí el dilema.­