Las indecorosas declaraciones del futuro embajador de la administración Trump en la Argentina, Peter Lamelas, han generado reacciones en el ámbito político argentino, pero el gobierno del presidente Milei ha guardado silencio. Resulta preocupante que el Poder Ejecutivo de una Nación soberana finja demencia, como se dice ahora, ante las declaraciones del futuro funcionario estadounidense ya que constituyen una inaceptable injerencia en asuntos internos de nuestro país.
NOTORIA IMPERICIA
Lamentablemente no sorprende, ya que la administración Milei viene demostrando una notoria impericia en el campo de las relaciones exteriores, como en otros ámbitos también, más allá de la genérico alineamiento con Estados Unidos y Occidente (algo en cierta manera extemporánea ya que el conflicto Este-oeste ha quedado superado desde la caída del muro de Berlín) y su apoyo irrestricto (también polémico) al Estado de Israel.
La actitud claudicante ante la potencia occidental nos recuerda las tristemente célebres "relaciones carnales" de los tiempos menemistas (La miniserie Menem, que se emite por la plataforma Amazon nos recuerda aquella época y todo lo que significó en términos políticos, económicos, sociales y culturales), potenciadas de manera indigna para una Nación y su personería jurídica en el concierto mundial.
EN LOS TIEMPOS DE YRIGOYEN
Viene a cuento pues recordar episodios de asuntos exteriores de los tiempos del presidente Yrigoyen como el indeleble momento en que luego de asumir la presidencia de la República en 1916 recibió en audiencia al embajador de Su Majestad Británica Sir Reginald Tower, quien le manifestó su sorpresa al primer magistrado argentino por no haberlo consultado acerca de los nombres para integrar el gabinete de ministros antes de su designación, como era costumbre. Don Hipólito con gran serenidad pero de manera firme le respondió: "Su Excelencia deberá dar por concluída esa costumbre".
En igual sentido y en plena Gran Guerra, Yrigoyen defendía con ahínco la neutralidad argentina en el conflicto lo que le costó serias complicaciones en el frente interno de vastos sectores políticos que planteaban la necesidad de alinear al país con las potencias aliadas. Resultaba propicio que los submarinos alemanes habían hundido un par de buques mercantes argentinos provocando una severa crisis en las relaciones entre ambos países. Hubo intercambio de telegramas entre el gobierno argentina y la representación diplomática imperial y en cierta ocasión se conoció que el embajador alemán Conde von Luxburg se refirió de manera despectiva al canciller argentino Honorio Pueyrredón calificándolo de "asno" además de formular expresiones indecorosas para la soberanía argentina. El presidente Yrigoyen indicó que se le devolvieran las credenciales y se lo expulsara del país de forma inmediata, lo que efectivamente se hizo.
El magisterio yrigoyenista en el campo de las relaciones internacionales fundado en principios como la defensa de la autodeterminación de los pueblos y la no intervención en asuntos de otros países tenía fundamento en el derecho humanitario sintetizado en la máxima: "Los hombres deben ser sagrados para los hombres y los pueblos para los pueblos", algo que influyó sabiamente en la materia desplegada posteriormente por los gobiernos nacionales y democráticos, con algunas excepciones que como en el caso actual resultan lamentables.
* Presidente del Instituto Yrigoyeneano.