Por Diego Barceló Larran *
Pocos días atrás, el diputado Máximo Kirchner habló en un acto público y llamó a sus seguidores a “construir desde abajo”, ya que el “acuerdo por arriba salió mal”. Lógicamente, el llamado a la construcción tiene como objetivo final recuperar el poder.
Es evidente que toda fuerza política aspira a gobernar. Mucho más cuando pudo hacerlo durante mucho tiempo. Y eso es precisamente lo que llama la atención en el caso del kirchnerismo: Habiendo gozado de un amplio poder para llevar a cabo sus ideas, lo haya hecho con resultados catastróficos y, aun así, aspire a volver a gobernar.
Recordemos brevemente el recorrido de la inflación, un termómetro simple de la calidad de vida de la población. Cuando Néstor Kirchner asumió la presidencia en mayo de 2003, la misma era 14,3%. Cuando dejó el poder el dúo Alberto Fernández-Cristina Fernández de Kirchner, en diciembre pasado, la inflación era 211,4% y el país se dirigía a una hiperinflación. Además, las reservas del Banco Central eran negativas en unos u$s 14.000 millones y un 41,7% de la población estaba por debajo de la línea de pobreza. Un fracaso en toda regla.
Lo que llama la atención del caso kirchnerista es que piensen en construir para recuperar el poder sin antes darse (y dar al conjunto de la sociedad) una explicación de por qué obtuvieron tan malos resultados. No basta con decir “no coincidimos con este modelo de país”. En ausencia de esa explicación, hay que concluir que están convencidos de que sus ideas son las correctas; en ese caso, lo que deberían explicar es por qué piensan que las mismas políticas podrían dar buenos resultados en el futuro.
POCO CONFIABLES
Una democracia seria necesita de un gobierno responsable y, también, de una oposición confiable. Una oposición que ofrezca planes alternativos por si acaso las políticas del gobierno no brindan los resultados esperados.
El nuevo gobierno encabezado por Javier Milei, en menos de un año, está logrando hacer cosas que parecían muy poco factibles: reducir rápidamente la inflación, eliminar en un mes el déficit fiscal (es decir, hacer que la deuda pública deje de crecer), estabilizar la cotización del dólar, sanear el balance del Banco Central y acabar con los piquetes, solo para mencionar un puñado de grandes ejemplos.
La paradoja del caso argentino actual es que el kirchnerismo no fue capaz de hacer ninguna de esas cosas a lo largo de varios años, pero sin embargo pretende recuperar el poder para volver a aplicar las mismas ideas fracasadas. La paradoja consiste en que los planes alternativos de la oposición no prometen mejorar, sino empeorar lo que está haciendo el gobierno.
Por eso, antes de ninguna “construcción”, lo que resulta imprescindible es una autocrítica que explique el evidente fracaso del kirchnerismo como gestor de la cosa pública. Sin esa autocrítica, solo cabe pensar que la búsqueda por recuperar el poder tiene más que ver con el beneficio personal de sus dirigentes que con el bienestar general de los argentinos.
El kirchnerismo ya fracasó como gobierno; que no fracase también como oposición.
* Economista. @diebarcel