El hombre más bello del mundo era contrarrevolucionario

 

“La vida ya no me aporta nada. Lo he conocido todo, lo he visto todo, Pero principalmente, yo odio esta época, yo la vomito. Están esos seres que yo odio. Todo es falso, todo está deformado. No hay más respeto, no hay más palabra empeñada. Sólo cuenta el dinero. Uno oye hablar de crímenes a lo largo de todo el día. Se que abandonaré este mundo sin lamentarlo”.

Quien hace poco habló con tamaña angustia, fue otrora conocido como “el hombre más bello del mundo: el actor francés Alain Delon. Hoy está enfermo, abandonado por la mujer que amaba y desgarrado por la lucha entre sus hijos por heredarlo.

Nunca hubo un actor que tuviera tanto carisma. Cuando Alain Delón llegaba a un set, - como al del programa de Mirtha Legrand, grabado en el Hotel Sheraton en 1995, donde hice la entrevista - solamente se lo veía a él, todo el mundo lo miraba enmudecido. Tenía una suerte de aura, ejercía instintivamente una fascinación animal galvanizadora. Hasta extremos increíbles: el actor Waldeck Stanczak, que lo acompañó en “El retorno de Casanova”, contaba que vio como un asistente le alcanzaba - temblando - la hoja de filmación del día. “Non, ca suffit, arrête de trembler”, se encolerizó Delon, y su fastidio denotaba que no era la primera vez que su mera presencia infundía un respeto rayano en el temor. Respeto que - en otro plano - mostraron claramente las autoridades del Festival de Cine de Berlín al premiarlo en 1995 por su trayectoria. Por esas fechas lo entrevisté para la desaparecida revista “Telva”.

-Monsieur Delon, ¿que experimentó cuando le otorgaron el “Oso de Oro”?

-Por supuesto, me puso contento aunque, en general, soy indiferente a los premios. Como un reconocimiento a toda mi carrera cinematográfica, me parece justo. Creo que en el cine francés he jugado un rol importante y en el europeo también. Y aún quizá en el cine mundial.

-Una carrera que abarca una paleta de películas que van de la comedia de situaciones al cine-arte, interpretando los personajes más dispares, desde un asesino a sueldo hasta un Casanova en decadencia…

-¿Casanova? Es un rol que se aleja bastante del marco general de mi trabajo. Es triste ver que incluso los críticos profesionales a menudo no notan la diferencia entre un papel que se interpreta y un papel para el cual hay que reencarnarse. El de Casanova fue justamente uno de esos papeles en el que aumenté de peso, me dejé el cabello largo, me agregué profundas arrugas. Del film “El retorno de Casanova” se llegó a escribir: “Delon está sin afeitar, cojea y aulla”. ¡Pero si ese no era yo! Toda mi vida tuve éxito cuando hacía de héroe, pero bastaba que me pusiera a interpretar personajes débiles o infelices, para que la crítica y el público me rechazaran. Los papeles de asesino los hacía de taquito, y sin embargo era cuando más me elogiaban.

-Usted filmó con los directores más prestigiosos. ¿A cual de ellos admira más?

-A ninguno en particular. Luchino Visconti era universal e inteligentísimo. René Clément es quien mejor manejaba a los actores, mientras que Jean Pierre Melville era un excepcional fabulador. Cada cual en lo suyo.

Delon nació el 8 de noviembre de 1935. Ya en 1995 las facciones que antaño lo hicieran acreedor al título de “el hombre más bello del mundo” estaban comenzando a hacerse un tanto borrosas. No obstante su “charme” estaba intacto, su estado físico era envidiable y sus movimientos seguían siendo felinos, aunque se observaba cierta dejadez en su atuendo, otrora impecable.

-¿Cuando decidió hacerse actor?

-¡Nunca quise serlo! En mis tiempos, todos los jóvenes soñaban con ser “descubiertos” en la calle. Yo no. Y, sin embargo, a mi justamente me pasó eso: me pararon en la calle y me propusieron un papel.

-Le fue bien de entrada…

-Para imponerse siempre hacen falta un par de años. Tuve suerte, ya que me tocó trabajar con los más grandes cineastas en las condiciones más apropiadas. De todos ellos fui aprendiendo.

En sus comienzos Delon tuvo la inmensa ventaja de ser guiado por el colosal Luchino Visconti con “Rocco y sus hermanos” (1960) y por el no menos talentoso Michelangelo Antonioni en “El eclipse” (1961). En las postrimerías del siglo XX lo que estaba entrando en eclipse era su carrera cinematográfica. Hasta 1995 había protagonizado 87 películas.

-Así que ahora se ha convertido en un empresario…

-¡De ninguna manera!

-Y entonces, ¿para que creó la empresa “Adel-Film Production”?

-Me convertí en productor para hacer trabajos creativos. Un actor, por más genial que sea, siempre será un mero intérprete, sin demasiada libertad para elegir. Mi primer intento como productor fue la película “Infierno en Argelia”, que desde el punto de vista comercial fue un rotundo fracaso. Ya con “Borsalino” me fue muchísimo mejor. Yo aporté la idea, encontré a los guionistas apropiados, convoqué a Belmondo para que la co-protagonizara conmigo y, además, la dirigí. Pero uno siempre vuelve al primer amor, que en mi caso es ser actor.

-Con todo, últimamente usted es más que nada un hombre de negocios…

-Cuando rodaba una película me ocupaba de todo, menos de los negocios. En el proceso de producir “Monsieur Klein” casi me fundo y eso me obligó a que la siguiente película fuera netamente comercial. Claro que más tarde me ocupé también de cuestiones de negocios.

-Carreras de caballos, boxeo, perfumes, muebles…

-Todo eso me lo pude permitir tan solo gracias a mi trabajo de actor. Con la plata del cachet compraba pura sangres y cuadros.

-¿Una manera de invertir su plata?

-No. Se colecciona tan solo por placer. He tenido caballos, si. Pero, ¿qué clase de inversión es esa? Aunque uno de ellos fue campeón mundial. En cuanto al boxeo, organice un match que nadie quería promover: el de Carlos Monzón contra Jean-Claude Bouttier. Casi por casualidad gané en eso un poco de dinero.

-¿Pero con su empresa suiza seguramente gana algo más que “un poco”?

-Un buen día comencé a dudar de mi carrera cinematográfica, me dije que este tipo de trabajo cierta vez se me iba a acabar. Teniendo tres hijos, con un seguro de desempleo no llegaría muy lejos. Por eso, para mis hijos, ahora he creado esta base más firme, que es mi empresa comercial. Yo hago bien tres cosas: mi trabajo, estupideces y niños.

Seguramente en ese momento Delon estaba muy lejos de imaginar que en el 2024 sus tres hijos estarían trenzados en una feroz pelea por su herencia, estando él aún vivo…

-Usted usa su nombre para vender perfumes y anteojos. Y en Japón, incluso, cigarrillos.

-Y muchas cosas más. Si quiere, le mando un catálogo.

-Debe estar haciendo mucha plata…

-Pero también eso me obliga a trabajar mucho.

- Usted pone el nombre…

-Mi nombre tiene su prestigio, es cierto. Sin embargo, en cada país hay que encaminar las cosas de manera diferente. Una corbata italiana no responde al gusto japonés, y si se tratara de centroamericanos hay que agregarle colores más llamativos.

-¿Dónde se venden mejor sus productos?

-En Hong Kong, Singapur, Taiwan, Tailandia, Corea del Sur. También quiero lanzarlos en la Argentina. Lo cierto es que gano más ahora, que en mis mejores épocas de actor.

En el 1994 Delon fue noticia en la página de política de los diarios cuando participó del homenaje que se le rindió en La Vendée a los campesinos monárquicos franceses que 200 años antes se habían levantado contra la Revolución y fueron masacrados por el gobierno jacobino de París. En la oportunidad fue ovacionado por unos 30 mil asistentes al acto, junto al Premio Nobel de Literatura Alexandr Solzhenitsyn, a quien admiraba por su lucha en pro de la libertad de Rusia. Otro personaje para quien no escatimaba elogios era para el presidente argentino Carlos Menem.

-¿A quién ha votado en las recientes elecciones?

-Siempre voto a los candidatos de la derecha.

-Se dice que usted es seguidor del ultraderechista Le Pen. ¿Es su amigo?

-Tengo amigos que son de ultra derecha. A Le Pen lo conocí aún antes de que se hiciera famoso, por eso ahora tampoco le voy a dar la espalda. Una de mis indudables virtudes es la fidelidad a los amigos.

-¿Tiene muchos amigos?

“Si tienes un amigo, ya eres un hombre rico”, decía mi padre. Me siento muy rico porque tengo dos o tres grandes amigos. Es difícil tener muchos más.

Uno de esos amigos ultraderechistas fue Leon Degrelle, jefe de la Legion Valona, que en la Segunda Guerra Mundial combatió en el Frente Oriental contra la Unión Soviética y luego se refugió en España. Degrelle, quien se consideraba tradicionalista tomista, estuvo visitando a Delon, mientras este grababa “El Zorro” en Aranjuez y Almería. Había muerto poco antes de la entrevista, en 1994.

-Bélgica nunca cesó de pedir la deportación de Degrelle para que sea juzgado. ¿La de Degrelle fue una amistad incómoda?

-No. Porque él siempre se declaró inocente. De hecho había aceptado ser juzgado en Bélgica con la condición de que todo el juicio se transmitiera por radio. Pero las autoridades belgas se negaron a ello.

-Cuando tenía 17 años usted se enroló voluntariamente en el ejército para ir a combatir contra los comunistas en Indochina. Y estuvo en la famosa batalla de Dien Bien Phu. ¿Eso influyó en el curso de su vida?

-Por supuesto, al ejército le debo todo.

-¿Cómo reaccionaría si mañana le proponen un papel atractivo? ¿Volvería a filmar?

-Por sí mismo, un papel no podría interesarme. Los directores que yo amé ya se murieron y no tengo ganas de actuar en teatro, porque tendría que estar en el escenario los domingos. Si algún día me dan ganas de volver a las tablas, alquilaría un teatro e interpetaría el papel que quisiera. Yo lo he recibido todo, pero la felicidad es dar.

-¿Hay alguien en el mundo del cine que usted admire en el día de hoy?

-Hay gente que respeto. Pero, ¿admirar? Con los trucos electrónicos actuales no quiero tener nada que ver. Una película como Forrest Gump es sensacional desde el punto de vista técnico, por ejemplo, cuando Tom Hanks le estrecha la mano al presidente Kennedy. Pero si el cine se convierte en una suma de trucos electrónicos, la gente dejará de creer en él.

-¿Cómo vive a sus hijos?

-Tener hijos después de los 5O es toda una experiencia. A los 20 o 30 estamos concentrados en nosotros mismos. No sabemos amarlos ni gozarlos.

-¿Qué se siente al ser amado por todas las mujeres?

-Nunca fui un Don Juan. El hombre que intenta conquistar a una mujer pierde el tiempo, porque, invariablemente, la mujer es quien elige. Claro, a mí siempre me eligieron. Pero nunca tuve un romance con una estrella durante un rodaje.

-¿Por qué filmó tan poco en Hollywwod?

-Tengo un mal recuerdo de los Estados Unidos, nunca me sentí cómodo. Es que soy demasiado latino, demasiado europeo para estar en un país así.

-Por sus ideas políticas usted es una rara avis en el mundo del cine…

-Soy de derecha, por formación familiar y por convicción anticomunista. Siempre estuve abierto a todo tipo de mensajes, pero prefiero aquellos que impulsan el progreso.

-Y desde esa óptica, ¿cómo ve el estado de la sociedad?

-El Sida está obligando a una moralidad forzosa. Y la droga es un castigo a los hombres, desatado por la codicia.

-¿Qué rol ocupa Dios en su vida?

-Uno cree en Dios, después deja de creer, pero cuando surge un gran problema vuelve a rezarle.

-¿Cuál es su fórmula para seguir luciendo bien?

-Mi secreto para mantenerme en forma: no practicar ningún deporte, amar intensamente y tomar hectolitros de agua.

En 1987 Delon se habia casado con la modelo, presentadora de televisión y periodista holandesa Rosalie van Breemen.

-¿Cómo vive su matrimonio con una mujer bastante más jóven?

-Casarse teniendo cincuenta y tantos años con una mujer de veintitantos, es acceder a un milagro: uno se vuelve triplemente vital.

-¿Es usted un hombre celoso?

-No soy celoso, pero sí posesivo, como lo somos todos aquellos hombres que estamos concientes del tremendo poder de seducción que ejercen las mujeres y que queremos conservar nuestro tesoro.

“El hombre más bello del mundo” no pudo conservar su tesoro. Rosalie lo dejó en el 2002 y eso le produjo un colapso emocional, probable causa de su actual estado calmitoso. La madre de sus hijos menores, Anouchka y Alain-Fabien, (el mayor, Anthony, es hijo de la fallecida actriz Nathalie Delon) ha adoptado un perfil bajo ante la disputa por su herencia.