El rincón de los sensatos

El historiador Roy Hora y la ecuanimidad

Don Arturo Jauretche fue un pensador de volumen. Talentoso y creativo, a nivel de los grandes polemistas argentinos del siglo XIX. Tomaba la pluma, y la espada quedaba en las sombras. Inteligente y zumbón no dejaba títere con cabeza. Sus luces y sus sombras podían apreciarse de manera clara, la ambigüedad le era ajena. En sus agudos entreveros político-literarios no se andaba con chiquitas, remilgos o mariconeadas. No engrupía de debute. Su lema central era, que las palabras al “salir salgan cortando”. En uno de sus tantos entreveros se divirtió con Félix Luna a quien denominaba el ecuánime. Lo respetaba por sus aportes historiográficos pero rechazaba el justo medio de don Félix; aseguraba de él, que siempre se colocaba en una posición de bendigo a tutti y que desde el púlpito neutral distribuía justicia mitad por mitad, eclécticamente.

La introducción viene a cuento porque el espíritu de don Félix, y no su talento, pareciera no haber desaparecido en estos tiempos revueltos. Una rareza. Aunque quienes lo intentan -el asunto de bendigo a tutti, digo- fracasan irremediablemente.

LA IRA DEL CIELO

Que Javier Milei es un hombre complicado, nadie lo duda. Que es grosero y soez, tampoco. Que su boca puede ser asimilable a una cloaca, del mismo modo. De todos modos, su lenguaje no es muy distinto del que transita por los medios de comunicación orales y de ciertos grupos o bandas que hacen de la procacidad y el mal gusto una propuesta musical con pretensiones de arte popular. Dejaremos para otra nota este asunto.

Lo que nos convoca hoy es la manera intempestiva con que Karina Milei hizo desaparecer el Salón de las Mujeres, una necesidad, a mi ver y entender, justa y necesaria, pero imprudente el día que se realizó. No era conveniente de ese modo. Volveremos.

Este arrebato ha sido considerado por el historiador Roy Hora, hombre de talento, a veces desperdiciado, un error, porque afirma que ese salón “ha sido una de las grandes innovaciones que Cristina Kirchner introdujo en su primera presidencia” (sic) para inmediatamente buscar el preciso centro y criticarla por la creación, un año después, de la Galería de los Patriotas Latinoamericanos versión ‘nac and pop’ del populismo progre. Hasta acá el perfecto equilibrista. ¡El varón de la ecuanimidad! Una de cal. Una de arena.

Por lo tanto lo que Roy validó es que a las mujeres hay que crearles una sala que las mantenga alejadas de los hombres. Tal como hizo Cristina y eso es correcto. Seguramente no pensó bien el asunto, se trata de un estudioso talentoso, en tal caso su inconsciente revela que ha caído bajo la influencia de un clima de época que azota, aún, a los más advertidos.

Digámoslo con todas las letras, una sala con solo mujeres propone una visión radicalizada de la gesta feminista. Cualquier feminista bien intencionado hubiera incorporado las mujeres al lado de los hombres en una nueva sala integradora tal cual es la vida real. Tal cual es el transcurrir cotidiano. ¡Pero Roy no la vio!

Hay sin embargo en su nota, de la cual estamos tomando las ideas, publicadas en Clarín el 12 de marzo pasado, dos disparates más que no podemos dejar pasar. Afirma: “No sólo no hay mujeres sino que tampoco hay figuras asociadas con la historia de nuestra democracia” en el nuevo salón creado por Karina Milei, “pues son absolutamente discutibles Victorino de las Plaza y sobre todo Carlos Menem”.

EL FRACASO DE LA ECUANIMIDAD

El historiador Hora partió de la idea de equilibrar la balanza maltrecha por Karina cuando creo una sala que no guarda ningún orden histórico, ideológico, político o de sentido común, si se quiere entendible en alguien que desconoce nuestra historia, (debemos decir que su hermano tampoco) y desbarrancó. ¿Perdonable? Queda a opinión del lector. Lo cierto que para encontrar a un político que conozca de historia habría que remontarse a Winston Churchil, o en nuestro país a Bartolomé Mitre. Pero sigamos con lo nuestro.

Está claro que la nueva sala es un cambalache. Faltan un grupo importante de los buenos. Será para otra nota. Pero lo de Roy Hora es más grave por ser un profesional de la historia, de modo que dejo dos ideas. Maltratar a Victorino de la Plaza es una tontera casi imperdonable fue el vice de la Ley Sáenz Peña y el que entregó el poder a Hipólito Yrigoyen, y naturalmente un hombre del viejo régimen, al que hay que comprender contextualizándolo. Pero lo peor de lo peor como decía mi tía Cota es afirmar que Carlos Menem no es un hombre de la democracia. ¡Tomá mate!