EFEMERIDES

El genocidio de Bleiburg: los crímenes y los silencios

Por Carmen Verlichak

Zagreb. Mayo de 1945. Terminada la Segunda guerra mundial, millares de personas - croatas, eslovenos, bosnios, serbios y cosacos entre otros- abandonaron sus lugares buscando refugio en las leyes y la Convención de Ginebra para los prisioneros de guerra. Se sabia que Tito y sus partisanos tomarían el poder de manera totalitaria y sin contemplaciones para el que pensara distinto, sea en su creencia religiosa sea en su postura política. Ya se iba extendiendo lo que hasta entonces se ocultaba en los montes y en las guerrillas: el odio exterminador.

Fueron columnas enteras de niños, mujeres y hombres, así como soldados que habían estado combatiendo en el lado equivocado de la guerra.

La intención de esta miriada de personas fue huir de la masacre que se veía venir y así se entregaron en Austria al V Cuerpo de los ingleses asentados en Austria, en ese momento al mando del sur de Europa.

Sin embargo, y aunque la guerra había terminado, no hubo para ellos ni antes ni después ninguna Convención ni derecho humanitario que los amparara.

Los ingleses -por decisión de Toby Low, luego Lord Aldington- los entregaron a los partisanos y entonces se desató el infierno, relucieron los cuchillos y atronaron los aullidos de las fieras, las violaciones y las metrallas. Los que se habían entregado no tenían arma alguna.

LARGA CACERIA

Se lo llama la masacre o el genocidio de Bleiburg porque en los descampados de esa pequeña ciudad austríaca empezó la matanza, pero la cacería continuo en los días, las semanas y los meses que siguieron y se extendió por toda la región. Las fronteras con Rumania. Eslovenia y Croacia están llenas de fosas comunes, algunas de tamaños increíbles, los huesos y la sangre de esos mártires están desparramados por todo ese sur de Europa. Son parte de nuestra propia humanidad que yace sin vida, sin nombre, sin tumba ni justicia.

Aunque los cálculos son más que inciertos -entre otras cosas por el silencio- se considera que el número de victimas alcanza entre 300.000 y 500.000. Lo que es cierto es que hace un par de meses, a 80 años de los sucesos, aun hoy se encuentran nuevas fosas comunes. Fueron asesinados en masa, pero no lo son. Cada una de estas muertes es una tragedia en si misma.

Fue el conde Nikolay Tolstoy, historiador ingles y ruso, uno de los primeros y quizá el que más profundamente estudió lo sucedido. Como resultado, publicó "El ministro de las masacres". Y acusa a Toby Low por este genocidio. Tolstoy fue enjuiciado por injurias y, a pesar de los testimonios de sobrevivientes, fue condenado a pagar la pena mas alta conocida hasta ese momento. Hoy Tolstoy sigue siendo una autoridad en el tema.

PRIMAVERA

Mayo es el mes de la primavera en Europa, el mes en el que el cielo es celeste y la tierra se colorea de flores.

Esa vez no, el poeta lo dijo así:

No me hables de la primavera, no en Bleiburg; allí el cielo se puso negro, los caminos y los campos se pusieron rojos de sangre y en lugar del trino de los pájaros se oyeron los aullidos de los asesinos.

La justicia divina ya llegó para las victimas y también para los verdugos; así lo creemos y lo sabemos. Pero se necesita la justicia de la tierra porque no se puede minimizar el sufrimiento de las victimas y con eso multiplicar la injusticia.

Las victimas son parte de la humanidad a la que pertenecemos, precisamente por eso son necesarios el recuerdo y la justicia de la historia.

EN EL JOCKEY

Recientemente el historiador Ignacio Bracht, académico de prolífica trayectoria hizo una exposición en el Jockey Club sobre este genocidio que permanece en silencio y sin justicia humana durante ya 80 años.

Recordó también -con detalles para el estremecimiento- el Holodomor en Ucrania, el Katyn de los polacos por órdenes de Stalin, las alrededor de 200 mil victimas en la Vendee que fueron masacrados por defender la monarquía francesa y la religión católica.

Y yo agrego el de Srebrenica (Bosnia) de 1995 cuando los serbios llegaron a esa localidad y durante 10 días se dedicaron a eliminar a todos a los varones desde los 7 a los 70 años (fueron unos 8.000).