El frasco de la calma para niños inquietos y nerviosos

Durante su infancia, los niños afrontan diversas situaciones, que ponen a prueba sus habilidades sociales y su capacidad de gestión emocional. El universo emocional del niño se va construyendo en base a la interacción con el entorno, las propias experiencias y el aprendizaje que va realizando en el seno familiar. Es normal que tengan rabietas, crisis de llanto, angustia o se enojen frente a ciertas situaciones. La injusticia, la crueldad, la indiferencia o las pérdidas pueden desencadenar emociones tales como miedo, tristeza, angustia, ansiedad o inseguridad, sensaciones que el niño habitualmente no sabe gestionar.
Además, la inquietud, la ansiedad y la hiperactividad son cada vez más comunes en los niños, dado que viven inmersos en un mundo de adultos ansiosos, apurados y desatentos. Adultos que están llenos de ocupaciones, estresados, nerviosos o cansados. 
Si bien las emociones son una respuesta biológica natural en el ser humano, el aprender a gestionarlas es algo que no se aprende en la escuela. La gestión emocional es una de las competencias básicas para el éxito en la vida, tanto a nivel personal como profesional. Por eso es tan importante brindar a nuestros niños educación emocional desde etapas tempranas de la vida.
Es importante escuchar y respetar la emoción que está transitando el niño y nunca censurarlo. Las emociones no son buenas ni malas y siempre tienen un propósito, nos están señalando algo. En lugar de censurar al niño, podemos abrirle interrogantes: ¿Qué te enojó? ¿Cuál fue la situación? ¿Qué hiciste?
También es importante enseñar al niño a canalizar positivamente cada emoción: el enojo nos invita a poner orden a alguna situación, la alegría nos invita a celebrar, la culpa nos invita a reparar el daño que causamos. La emoción es un impulso para la acción, nos invita a diseñar acciones. Hacerle preguntas tales como: ¿Qué podrías hacer la próxima vez? ¿Qué te hubiera gustado hacer? ¿Qué estás necesitando ahora?
Por último, la paciencia es un factor clave en la crianza. Un niño puede tener varias rabietas hasta que un día aprenda a gestionar ciertas situaciones. La calma, paciencia y contención de los padres es fundamental. Darle el tiempo necesario para realizar esos aprendizajes, con frases como: “Comprendo tu impotencia”, “La próxima vez sabrás como hacerlo”, “Confío en vos.... sé que podrás” 

PEDAGOGÍA MONTESSORI
Frente al remolino de emociones que los niños presentan habitualmente, el frasco de la calma es una técnica de la pedagogía Montessori que resulta ser muy efectiva, sobre todo con los niños más pequeños, a la vez que es simple, económica y fácil de implementar en cualquier circunstancia y contexto. Los niños pueden dedicar una tarde a elaborar su propio frasco de la calma y los padres o educadores, acompañarlos en el proceso.
El ‘frasco de la calma’ en su interior contiene agua, pegamento y purpurina. En un frasco plástico con tapa, llenamos con agua dos tercios del envase, agregamos dos cucharadas soperas de pegamento transparente, purpurina de colores y una pizca de colorante. Lo cerramos y sellamos bien y ya lo tenemos listo.
La principal funcionalidad del frasco de la calma es que el niño lo use cuando se encuentre en un momento de rabia, frustración, ansiedad o inquietud, situaciones en que no pueda canalizar y gestionar sus emociones. Primero lo agita con todas sus fuerzas para liberar la tensión y luego se sienta frente al frasco y se enfoca en observar el efecto de la purpurina descendiendo lentamente. Este ejercicio, relaja al pequeño y lo entretiene por el tiempo necesario, hasta que transita la emoción y recupera la calma.
El frasco de la calma se está implementado en muchos hogares y escuelas como una técnica sencilla de gestión emocional. Algunos de los beneficios que nos brinda son la posibilidad de descargar la tensión, de ejercitar el enfoque y la atención del niño, permite la relajación visual y favorece la creatividad. Además, es un objeto portátil, fácil de transportar y que todos pueden elaborar en casa.

El universo emocional del niño es hermoso, rico en sensaciones y pleno de vivencias. Permitir que aflore su inocencia y espontaneidad, emociones y sentimientos es fundamental. No existen emociones buenas o malas, todas las emociones necesitan ser escuchadas, reconocidas y valoradas, para poder canalizarlas positivamente.

Roxana Anahi Timo
Médica Pediatra (M.N. 88.956) Health Coach