La compañía teatral de improvisación festeja su recorrido con un show con invitados, este viernes en el ND Ateneo
El fenómeno Improcrash cumple 20 años
Rodrigo Bello, uno de los fundadores, reflexiona sobre cómo el grupo se ha adaptado a los cambios culturales y en el humor, y destaca el valor de la improvisación en el sector corporativo.
No es fácil hacer reír al público durante veinte años seguidos. Sin embargo, el grupo Improcrash encontró la manera. Desde hace dos décadas, con sus improvisaciones despiertan la risa de quienes llegan a sus shows. “Yo no he visto gente en un teatro tantas veces matarse de risa desde el escenario como con Improcrash. Yo hago otras cosas, pero con el grupo explotan de la risa”, dice Rodrigo Bello, parte del trío que completan Luciano Barreda y Paula Farías.
Este viernes, en el ND Ateneo, celebrarán sus veinte años de historia con una función llena de invitados especiales, en la que, una vez más, la improvisación será la gran protagonista.
“Fuimos creciendo y viviendo los diferentes momentos de la Argentina, porque nacimos en 2005 y desde ese momento hasta acá han pasado muchas cosas. Hemos surfeado las diferentes olas y también nosotros cambiamos, como ha cambiado el humor en general, y nos fuimos adaptando y proponiendo nuevas formas de reírnos, de hacer comedia. Fuimos, y somos muy versátiles en ese devenir. Estamos muy contentos”, afirma Bello.
ADRENALINA
Improcrash nació en 2005 tras de una gira por Mar del Plata, mientras los actores hacían otro espectáculo. “El productor se había ido y nosotros dijimos ‘che, podemos hacernos cargo’. Alquilamos una casa donde vivíamos todos juntos. Después, con un grupo más chico decidimos tener una compañía, hicimos una gira y viajamos a España. Esos cinco meses por diferentes ciudades españolas, todos juntos, nos dieron mucho vuelo y mucha convivencia, nos unieron bastante”, recuerda Bello.
Más allá de las funciones en el teatro, uno de los puntos distintivos del grupo es el haber aplicado la técnica de la improvisación en el ámbito corporativo, donde realizan shows y capacitaciones para empresas con el objetivo de potenciar las capacidades creativas y productivas. “Eso nos ayudó a organizar nuestra vida alrededor de esto”.
-¿Cómo manejaron los cambios en el humor que se dieron en el último tiempo?
-En nuestro caso hay dos universos. Por un lado, el del teatro. Cuando la gente viene a vernos es todo muy libre, nos adaptamos a la era y somos parte de ella por eso hay cosas que antes nos causaban gracia y ahora no, porque el humor habla de lo que pasa y siempre, por lo menos como nosotros lo entendemos, está muy cercano a los puntos de dolor. Nos reímos un poco de lo que nos duele. Después hay otro universo que tiene que ver con nuestro laburo en empresas y ese es un mundo con un poco más de cuidado. Ahí ya tenemos el chip de que, si se habla de política, es sólo un poquito, y lo mismo pasa con el sexo y la religión. Si bien el objeto de humor cambió porque ya no nos reímos de alguien que puede tener una discapacidad física, ahora podemos jugar con eso en escena. Pero lo importante es que no nos riamos de él sino que él se ría de nosotros o de alguna situación planteada. Hay algo de poder blanquear la injusticia y el humor es la mejor herramienta para decir ‘acá está pasando algo’. También la comedia es muy cruel porque si la gente no se ríe, no funciona. Si la sala no se ríe el espectáculo no es de humor.
¿Qué les pasa a ustedes si la gente no se ríe?
-En estos vaivenes de la economía argentina, nuestro crecimiento como grupo y nuestro sostén fue tener una pata en el mundo corporativo, que es la unidad de negocios que alimenta a la otra. La verdad es que tenemos mucha experiencia. Pueden suceder micromomentos donde no cause gracia una situación, pero por lo general no pasa. Nos ha pasado que primero no le encontramos la vuelta y la vamos hallando en el momento. Lo bueno es que nosotros improvisamos y nos vamos adaptando cuando vemos que la cosa va funcionando, nos vamos dejando llevar. Además, el humor es contagioso.
COMEDIA SIN RED
-En estos veinte años, ¿qué es lo más insólito e inspirador que les pasó sobre el escenario?
-A mí me quedó en la mente una función que hicimos en España para novecientas monjas. Ver un auditorio gigante lleno de monjas fue impresionante. Nosotros hacíamos funciones dentro de unas convenciones que hacían unas escuelas católicas, que tenían que ver con la difusión de un libro. Había una charla y nosotros éramos la parte lúdica de ese evento. Fue algo que me quedó en la memoria para siempre. Hay algo que pasa cuando hacés funciones en otros países que es que muchas veces no sabés de qué se están riendo y lo vas descubriendo mientras estás actuando. Hay algo del humor que está muy anclado a la idiosincrasia de cada lugar, que es muy propio. Si bien el humor se globalizó, es un desafío hacer reír a gente de otras culturas.
-¿Hay cosas que antes se animaban a hacer y ahora ya no?
-Nosotros hacíamos unos videos en la calle que se llamaban ‘Desafíos urbanos’, previos al Instagram y Tik-Tok. Era como muy reel el formato de lo que hacíamos. Ahora es como “¡Ay, Dios! No sé si tengo el cuerpo oxidado o eso ya no me causa tanta gracia”. Subimos algunos viejos a redes y funcionaron, se hicieron virales a destiempo porque lo subís ahora y te ves recontra joven porque pasó hace diez años, pero ya nos cuesta hacerlos.
-¿Cuál es la lección de la improvisación que más valoran en el mundo corporativo? -Hay muchos valores para poner en práctica, pero a mi entender la que más se valora es que desde la aceptación de lo que el otro me propone yo puedo proponer algo más. Sería adueñarme de la idea del otro, no estar todo el tiempo en conflicto y contrastando, sino que la acepto y sumo algo. Eso también empieza a generar una confianza porque si sé que voy a ser aceptado va a ser más fácil que proponga algo.
