El dueño del saco verde

El baúl de los recuerdos. En 2009, Ángel Cabrera ganó el Masters de Augusta, uno de los certámenes más importantes del golf. El cordobés es el único latinoamericano que puede jactarse de tamaño logro.

El 14 de abril de 1968, Roberto De Vicenzo peleaba golpe a golpe con el estadounidense Robert Goalby en una definición sin margen para el error en el Masters de Augusta. El argentino no se equivocó. Sí lo hizo Tommy Aaron, quien le contó un impacto más en el 17° hoyo. El Maestro perdió por ese descuido que él, por un simple acto de confianza, avaló con su firma en la tarjeta. El 12 de abril de 2009, Ángel Cabrera derrotó en un doble desempate a Kenny Perry y Chad Campbell e hizo realidad el triunfo que no consiguió De Vicenzo. El Pato se convirtió así en el dueño del famoso saco verde que reciben quienes se consagran en Augusta.

Para el mundo del golf, esa prenda es todo un símbolo. Lo usan los socios del prestigioso Augusta National Golf Club. Y desde 1949 también lo hacen los ganadores del Masters. Ese certamen es uno de los cuatro torneos más importantes de este deporte, junto con el Abierto de los Estados Unidos, el Abierto Británico y el Campeonato de la PGA (Asociación de Profesionales de Golf).

Ganar en Augusta implica hacerse un lugar en la historia. Y vestir durante un año el famoso saco verde. Sí, solo se lo lleva durante 12 meses. Es decir, hasta que llega el momento de cedérselo al vencedor de la siguiente edición. En 1962, el sudafricano Gary Player cometió la travesura de no devolver el saco que había conquistado en 1961. Solo él se atrevió a hacerlo.

El puño en alto del Pato, el único latinoamericano que se quedó con el título en el Masters de Augusta.

Más allá de la emblemática prenda, Augusta entrega el hermoso Trofeo de los Maestros -en realidad, recibe una copia-, una medalla de oro, un premio en efectivo y el honor de pertenecer al club de por vida.

EL MÁXIMO TRIUNFO DEL PATO

El Pato Cabrera se hizo acreedor a todos esos honores en 2009. Es el único latinoamericano que se quedó con el título en Augusta. No había podido hacerlo De Vicenzo en 1968, pero el cordobés lo logró en una apretada definición contra los estadounidenses Perry y Campbell. El argentino había tenido un rendimiento muy parejo en las dos primeras jornadas (68 golpes) y eso le permitió encarar las dos restantes con muy buenas perspectivas de éxito.

Campbell había arrancado con 65 impactos, pero los 70 del día siguiente lo retrasaron. Algo similar le ocurrió al japonés Shingo Katayama (67 y 70). En cambio, Perry (67 y 68) se erigía como el principal rival de Cabrera, quien con 69 en la tercera ronda demostró que, contra todos los pronósticos, asomaba como un firme candidato. Dejó atrás a sus rivales y arribó a la jornada de cierre con grandes posibilidades, pero pareció temblarle el pulso al final y perdió terreno con 71 impactos tras fallar varios drives. Cuando se antojaba que Perry iba a heredar el liderazgo, firmó dos bogeys (un golpe más que el par de la cancha) en los últimos hoyos y también sumó 71 golpes. Campbell no les perdió pisada y con una excelente vuelta de 69 hizo posible un triple empate en el primer puesto. Los tres culminaron sus recorridos con 276.

Se imponía un desempate. Figuras como el espectacular Tiger Woods (280), que ya acumulaba cuatro títulos en el Masters, el también estadounidense Phil Mickelson (279 a pesar de un notable cierre con 67 que no le alcanzó para buscar su tercer campeonato) y Katayama (278) se transformaron en meros espectadores de una definición apasionante. Cabrera, Perry y Campbell debían jugarse a todo o nada. Empezaron en el hoyo 18. Campbell resultó el primero en quedar fuera de carrera por un bogey. La lucha quedó reducida a dos participantes.

El cordobés logró el torneo que se le escapó por un error ajeno al Maestro Roberto De Vicenzo en 1968.

El Pato, en ese entonces de 39 años, se mostró muy confiado en el hoyo 10, a diferencia de Perry, a quien los nervios le jugaron una mala pasada. El triunfo quedó en poder de Cabrera. El argentino consumó el éxito más importante de su carrera. Enfundó su cuerpo en el histórico saco verde, el que por un insólito error no había podido vestir el venerable De Vicenzo.

EL PRIMER GRAN GOLPE

El cordobés no solo es el único latinoamericano que festejó en Augusta desde el nacimiento del certamen en 1934. También se transformó en el argentino que más majors consiguió. Del selecto grupo de cuatro torneos del Grand Slam del golf, Cabrera obtuvo dos: el Masters de 2009 y el Abierto Británico de 2007. Ese primer gran impacto le permitió igualar lo que había hecho el Maestro De Vicenzo en 1967.

Nadie esperaba demasiado de ese cordobés nacido el 12 de septiembre de 1969 a quien sus padres habían abandonado a los 8 años. Su humilde origen lo había llevado a seguir el ejemplo de sus amigos y trabajar de caddie el Córdoba Golf Club. De ese modo, hacía unos pesos para ayudar a su abuela, quien lo había alojado en su casa. En los links mediterráneos conoció al jugador profesional Juan Cruz Molina, quien le regaló sus primeros palos. En ese momento lo acogió Charlie Epps, un estadounidense que se encargó de enseñarle los secretos de ese deporte y de la vida.

En 2007 el cordobés ya había hecho historia con la obtención del Abierto Británico.

A los 20 años, el Pato ingresó en el profesionalismo. De a poco fue escalando posiciones abrazado a su talento y a su determinación. Escaló tanto que en 2007 tuvo la primera oportunidad de su vida para llevarse un majors y no la dejó pasar. Poco le importó que debiera vérselas con Woods, ese fenómeno que en esos días era el mejor jugador del mundo. Relegó por un golpe al estadounidense y se hizo un lugar entre los máximos exponentes del golf. Dos años después, volvió a tocar el cielo con las manos en el Masters de Augusta. Desde ese momento y para siempre, Cabrera tiene el privilegio de decir que vistió el emblemático saco verde.