El duelo individual y el colectivo: arquetipos, rituales y sombras
“El proceso de individuación puede ser descrito como el despertar a sí mismo en la segunda mitad de la vida, en la cual la vida misma se dirige cada vez más hacia la muerte, su culminación y propósito.”
C.G. Jung, “Recuerdos, sueños, pensamientos”
La muerte de una figura trascendental, como el papa Francisco, no es solo un evento biográfico, histórico, sino un punto de inflexión existencial para millones de personas. El Papa, como figura paterna, y al mismo tiempo del senex, el anciano sabio, global, representaba y encarna valores universales ideales que al desaparecer, nos dejan un vacío de ellos. Ese vacío implica también una pérdida de referente moral, generando una crisis de significado. En culturas en las cuales las figuras del padre y del sabio son seriamente cuestionadas, adquiere una significativa importancia. Su muerte nos confronta con nuestra propia fragilidad, y expone las grietas en nuestro tejido emocional individual y colectivo ya que su figura trasciende lo religioso para encarnar un arquetipo de amor, compasión, y reconciliación global con todos nuestros semejantes.
Este evento moviliza una gran cantidad de procesos individuales y al mismo tiempo colectivos, pero las preguntas son relativas a ¿cómo funciona el duelo en estos casos? ¿Es igual para una persona que para una sociedad?. Vemos desde los rituales sagrados, a la frialdad cínica, o a los que aprovechando su desaparición hacen la exegesis del personaje y la persona. En definitiva el duelo, o su ausencia, revela cómo las personas y las sociedades negocian con lo intangible y actúa de un fascinante develador del alma humana.
Tradicionalmente y en particular desde la psiquiatra Elisabeth Kübler-Ross se definieron cinco fases (negación, ira, negociación, depresión, aceptación), del duelo individual que no son un manual rígido y secuencial. Según Kübler-Ross tras la muerte de un referente, es normal sentir:
1. Negación: "No puede ser, debe ser un error". Puede traducirse en teorías conspirativas;
2. Ira: "¿Por qué a él? ¿Dónde está Dios?". En redes: críticas a la Iglesia, a políticos o incluso a el mismo.
3. Negociación: "Si rezamos, quizás se salve". En lo colectivo: peticiones globales de oración.
4. Depresión: Tristeza profunda, aislamiento.
5. Aceptación: Integrar la pérdida y seguir adelante. En el plano colectivo puede tratarse de: memoriales públicos o proyectos en su nombre.
El duelo colectivo, a diferencia del individual, se trata de una red de emociones compartidas que trascienden las fronteras, religiones y culturas de lo individual. Es interesante ver la multitud para despedirse del Papa Francisco y la diversidad de culturas y de alguna manera la uniformidad del sentimiento que expresaban. Según Freud, el duelo implica un desprendimiento gradual de lo que nos une con el objeto perdido.
Pero, ¿cómo se aplica esto a una figura como el papa Francisco, cuyo rol trasciende lo personal para encarnar valores universales? Esto puede ser visto desde los arquetipos que dan estructura al inconsciente colectivo hacia donde Karl Jung nos invitó a mirar. Así por ejemplo desde esta mirada, los rituales funerarios son actos “alquímicos! que permiten transformar ese dolor en significado. A diferencia del modelo de alguna manera secuencial de Kübler-Ross, Jung señala, como en otros aspectos, a la unidad, a la coexistencia entre la sombra (lo no incorporado o reconocido) y la luz (lo consciente).
Quizás eso permita ver cómo se expresa de manera clara en lo colectivo, entre la tensión de aparentemente opuestos como pueden en este caso del Papa, ser las sinceras expresiones de dolor y amor y la de mecanismos de evasión y hasta hostilidad o negación manifiesta. A muchos nos ha resultado extraño y hasta generado malestar ver aspectos de esa "sombra", en su aspecto tóxico, en estos días, por ejemplo, al momento de escribir esto recibo en una cadena de mensajería un supuesto articulo francamente denigratorio sobre Francisco.
Al mismo tiempo vemos aspectos reprimidos como la necesidad de usar la ocasión para exaltar la propia figura, en forma de actos egocéntricos y narcisistas. A veces se negocia el duelo mediante la negación y el intento de denigrar la imagen, sin comprender que es la propia sombra de quien lo hace, quizás expresión de tantos otros. La muerte de un líder moral puede proyectar esa sombra que se manifiesta en discursos que minimizan o hasta demonizan su legado ("Era un hombre con sus contradicciones") o en la negación del dolor mediante hiperactividad o la necesidad de seguir con ocupaciones “más urgentes”.
Es interesante, pero uno de los logros que esas denuncias y aclaraciones formulan, se trata de cuestiones que el mismo Papa denunció: sociedades progresivamente individualistas, mercantilistas, desiguales etc. Desde esta lectura, el duelo no es pérdida, sino especialmente una oportunidad para integrar esos aspectos negados, como propone el proceso de individuación.
Pero el proceso de duelo no es grato y en muchos casos se busca evadir del mismo y ese dolor se disfraza para así silenciarlo. No todos se permiten o pueden tocar esos aspectos del ser. La sombra genera miedo desde el origen de la humanidad. Algunos individuos, especialmente líderes públicos, adoptan posturas de distancia emocional, rigidez, usando mecanismos como el pragmatismo extremo, negación activa, la banalización, hasta la ironía que llega al sarcasmo. Esa evasión no es menor ni trivial, la pérdida del ritual es síntoma de una sociedad que teme enfrentarse con su vulnerabilidad y confunde la coraza con fortaleza, la ausencia de ritual con la posibilidad de escapar de esa sombra. Al mismo tiempo, a nivel colectivo, social esa evasión, lejos de ser inocua, genera fracturas sociales.
Jung advirtió que lo reprimido retorna como proyección. Si una sociedad no procesa su dolor, este resurge en formas tóxicas: teorías conspirativas, chivos expiatorios (minorías, instituciones) o discursos de odio. Ejemplo de ello son las polarizaciones en torno a figuras públicas que, ante pérdidas simbólicas, optan por deslegitimar el dolor ajeno.
Así como el individuo debe integrar su sombra para alcanzar la plenitud, las sociedades necesitan confrontar sus contradicciones tras una pérdida. ¿Fue Francisco un revolucionario o un conservador? La ambigüedad, lejos de ser un problema, es un motor de crecimiento si se acepta.
Byung-Chul Han y la sociedad del cansancio: En “La Expulsión de lo Distinto”, Han de quien a veces se olvida que en más de filósofo es teólogo, critica la tendencia contemporánea a evitar todo lo que altere la comodidad. El duelo, por su crudeza, es "expulsado" a favor de un presente eterno, trivializando pérdidas profundas. En su crítica al neoliberalismo emocional, Han describe cómo la obsesión por la productividad convierte el duelo en un "tiempo perdido". Líderes que ridiculizan el luto ("Las lágrimas no construyen nada"), reflejan esta lógica, priorizando la eficiencia sobre la conexión humana. Byung-Chul Han describe nuestra era como la "sociedad del cansancio", donde la hiperactividad reemplaza la reflexión profunda. Líderes que ridiculizan el duelo colectivo ("¿De qué sirven las velas?") reflejan un miedo a la vulnerabilidad, priorizando la eficiencia sobre la empatía.
Por su parte Peter Sloterdijk (Crítica de la razón cínica) ve al cinismo incluido en estos caso de duelo como una coraza contra la desilusión. Quienes desprecian el dolor colectivo ("¿De qué sirve llorar a un Papa?") suelen esconder un miedo a la impotencia, convirtiendo la ironía en un escudo contra la fragilidad.
SOCIEDAD DESACRALIZADA
Lo dicho hasta aquí sugiere algo no considerado en una sociedad desacralizada y es el riesgo de no procesar los duelos, y en particular los colectivos que tienen profundas consecuencias.
Darian Leader, en The New Black: Mourning, Melancholia and Depression, señala que la negación del duelo colectivo y la consecuente desconexión emocional conduce a una melancolía crónica y vemos sociedades que, incapaces de afrontar el costo de ese tránsito, se anclan en la ira o la apatía. En su obra insiste en que ese incapacidad de ver procesos naturales vividos negativamente se termina transformando el duelo en patología, la depresión.
Otro aspecto que vemos mucho en estos días en nuestra sociedad es la polarización ideológica despojando del contexto simbólico a la figura del Papa. Así, grupos ideológicamente antagónicos instrumentalizan la figura del Papa para justificar agendas opuestas (ej.: "Francisco era progresista" vs. "Francisco traicionó la tradición"), vaciando su legado de los aspectos profundos. El próximo conclave es mostrado por algunos medios como un proceso de elección semejante al particular estadio político que transitamos en nuestro país, mostrando a futuros potenciales candidatos como supuestos aliados o enemigos del propio pensamiento. Cercano a esto es que en la incapacidad de procesar el dolor colectivo, se exacerban conflictos ideológicos contra algunos temas centrales en el papado de Francisco como el llamado a un mundo más ecuánime o la crisis migratoria.
Es en este sentido que la no aceptación e incorporación de la sombra, la convierte en tóxica, ya que lo no procesado resurge como fanatismo, teorías conspirativas o ataques a personas o instituciones. Ejemplo: grupos que instrumentalizan la figura del Papa para justificar discursos de odio.
Finalmente la farandulización, inevitable secuela de no abordar el proceso en su magnitud y esencia, lleva a que los medios toman a la audiencia en sus aspectos más infantiles como eternos púberes (puer eternus) y predomina la modalidad del espectáculo por medio de transmisiones 24/7, titulares sensacionalistas, transmisiones morbosas, buscar obtener que un cardenal devele su voto etc, que vacían el duelo de significado, reduciéndolo a entretenimiento y fomentan una relación inmadura con la pérdida.
Por el contrario la resiliencia, procesar un duelo o sanar en ese proceso, si queremos usar ese término, exige integrar múltiples aspectos que pueden ser para algunos contradictorio, como por ejemplo reconocer las contradicciones del legado del Papa sin idealizaciones y rescatando lo trascendente. Ene se sentido es integrar los diferentes aspectos, incluidas las sombras.
PUENTE ENTRE LO VISIBLE Y LO INVISIBLE
La muerte del papa Francisco, como todo duelo colectivo, es un espejo que revela quiénes somos y qué hemos reprimido o no reconocido en nosotros mismos y nos obliga a mirar de frente aquello que Jung llamaba "la noche oscura del alma": un espacio donde lo individual y lo colectivo, lo racional y lo sagrado, se entrelazan. Se cita a Jung con la expresión "Hasta que lo inconsciente no se haga consciente, seguirá dirigiendo tu vida y lo llamarás destino y a Rilke: "La vida y la muerte son una unidad. Quien no las comprende como tal, solo vive a medias". En ambos casos, si bien son citas de las cuales se desconoce el origen e inclusive la existencia, muestran de una manera bastante fiel su pensamiento, quizás de allí la difusión. Procesar esta pérdida no es un acto de nostalgia, sino un desafío ético: ¿Seremos capaces de convertir el vacío en un llamado a la acción, o permitiremos que la sombra de lo no dicho nos divida? Procesar este duelo no es cerrar una herida, sino aprender a caminar con ella, recordando que en la aceptación de nuestra finitud radica la semilla de la esperanza.
Nada ha muerto jamás; todo lo que es, es siempre y transforma continuamente su forma.Herman Hesse, 'Siddhartha'