Con su discurso de apertura de las sesiones ordinarias el presidente Javier Milei empezó una nueva etapa de gestión. La primera tuvo dos hechos centrales. El más importante fue el ajuste de shock diseñado por el ministro de Economía, Luis Caputo, para evitar la híper que consiguió un equilibrio fiscal tan rápido como precario. El otro, fue el fracaso legislativo del proyecto de reformas llamado “Bases” para dar consistencia legal al saneamiento de las cuentas públicas.
Para consolidar el ajuste Milei debe, a partir de ahora, conseguir una de dos cosas: un poco probable apoyo de la dirigencia política instalada en el Congreso o el tiempo necesario para que la persistencia del apretón fiscal y monetario convierta en tendencia la todavía incipiente baja del dólar y la inflación. En otras palabras, que los resultados positivos del ajuste se conviertan en una palanca política.
De continuar la caída de la inflación, Milei confirmará el respaldo de la mayoría social que lo votó y aún hoy constituye su único aliado frente a lo que él denomina la “casta” parlamentaria. Con las descalificaciones que les propinó el viernes en el recinto de Diputados Milei parece haber descartado un acuerdo fácil con los legisladores, porque en los hechos todo recorte del gasto público significa una automutilación para ellos.
El Presidente apuesta, por lo tanto, a ganar un par de meses con el señuelo de un pacto fundacional en el que nadie cree. Ni los políticos que machacaron durante años con el Pacto de la Moncloa, ni el gobierno que es consciente de lo irreductible de las posiciones. A pesar del papel iracundo que representa en público, Milei es realista y a lo que está apostando en la etapa actual es a un aplazamiento del conflicto de poderes con el Congreso. Lo que queda por definir en ese plano es el costo fiscal de su estrategia.
El resultado de la tregua ofrecida a la oposición es una incógnita. Los mercados respondieron con entusiasmo al mensaje del viernes en el Congreso, pero nadie se engaña. Desde el gobierno norteamericano hasta el FMI le reclamaron que le dé una sustentabilidad política mínima.
Esto es así porque la batalla se libra no sólo en los mercados, terreno que Caputo conoce y en el que sabe cómo manejarse, sino también en el Congreso, “terra incognita” para el equipo político de Milei y que al contrario de Caputo es deficitario.
¿Cómo sanear ese déficit? Con dos recursos. Uno, abrirle la canilla a algunos gobernadores para evitar que hundan el DNU 70 en la Cámara de Diputados (en la de senadores está sentenciado). Dos, armar una alianza con el PRO y algunos otros bloques que permita al oficialismo alcanzar un tercio para poder vetar sin posibilidad de réplica los proyectos opositores que se conviertan en ley, por ejemplo la coparticipación del impuesto País, por ejemplo el manejo de los fondos fiduciarios.
En suma, llegó la hora de encarar ese déficit político, clave para la supervivencia de la gestión.