Páginas de la historia

El debut de Gardel en París

La consagración del tango en París data del 2 de octubre de 1928, cuando Gardel debutó en el Florida. Es un lugar común -pero no se puede dejar de repetir- que el tango comenzó a ser aceptado por la burguesía y la oligarquía argentinas, únicamente tras su éxito internacional, sobre todo tras el furor que causó a comienzos del siglo XX, entre los habitantes de París. Había sido tildado hasta entonces de música de prostíbulo (la expresión corresponde a Leopoldo Lugones, pero era ampliamente aceptada hasta que el tango regresó de Francia cubierto de gloria).
La clase pudiente debió escoger entre continuar dándole la espalda o aceptar esa versión atemperada y de esmoquin, que volvía de su paso por los elegantes salones franceses. Bien sabido es que sucedió esto último y, desde entonces, París se convirtió en el Parnaso del tango.
Intentar un listado más o menos exhaustivo de todas las letras que mencionan a esa ciudad, conduciría al fracaso. Desde ‘Madame Yvonne’ hasta ‘Anclao en París’ o al ‘Siempre París’ de los hermanos Expósito, hay numerosos ejemplos populares como ‘Canaro en París’; hay otros hoy casi olvidados, entre ellos ‘Francesita’, ‘Place Pigalle’ o ‘Noches de Montmartre’.

FECHA MÍTICA
La consagración del tango en París tiene, repito, una fecha mítica y emblemática: 2 de octubre de 1928, día del debut de Carlos Gardel en el cabaret Florida como ya mencioné. Su amigo y letrista Enrique Cadícamo fue testigo privilegiado y terminó escribiendo un libro entero acerca del asunto. “Las mesas estaban en su totalidad ocupadas”, recordó allí. Pero el tango, en realidad, había hecho su aparición en París por lo menos dos décadas atrás. La primera noticia que se tuvo en París de ese ritmo exótico que era el tango data de 1900, cuando fue proyectado un filme mudo con imágenes de baile.
En 1907 la casa Gath & Chaves de Buenos Aires se decide a emprender la producción de fonogramas, y envía a Alfredo Gobbi y a su esposa, la cantante chilena Flora Rodríguez, para que graben unos discos en compañía de Angel Villoldo. Este, es sabido, fue músico, periodista y compositor y fue el autor de la música de ‘El Choclo’ con letra de Enrique Santos Discépolo y Marambio Catán. Y creó la letra de ‘La morocha’, con música del uruguayo Enrique Saborido. Los Esposos Gobbi permanecieron siete años en París, impartieron cursos de tango y hasta fundaron una casa de edición.
Ya en 1910, Mistinguett, famosa vedette de la bohemia parisiense, bailó un tango en un concurrido music hall.
Diez años después, en 1920, el bandoneonista Manuel Pizarro puso a funcionar un cabaret totalmente tanguero: El Garrón. Pizarro debutó con gran éxito ante la presencia del embajador Marcelo T. de Alvear que fue después presidente de la Nación. Entonces Pizarro mandó llamar a sus hermanos, también músicos. Muchos locales vecinos empezaban a incluir tangos en el repertorio. Entonces Pizarro, sin competencia alguna -cuenta Cadícamo- comenzó a formar conjuntos típicos, dejando a cada uno de sus hermanos al frente de los mismos: Salvador en el Hermitage de Champs Elysées, Alfredo en el Washington Palace de la rue Madelaine, Domingo en el hotel Claridge, también de Champs Elysées.
Manuel Pizarro estaba empezando a dar conciertos en la prestigiosa sala Pleyel cuando en 1925, llegó a París nada menos que Francisco Canaro, uno de los dos creadores de la orquesta típica junto con Roberto Firpo. Agregaríamos que el famoso tango ‘Canaro en París’ fue escrito ese mismo año en Buenos Aires por Juan Caldarella y Alejandro Scarpino.
Después de Canaro fue el turno de Carlos Gardel, que pisó París el 10 de septiembre de 1928. Debutaría como ya expresamos antes, veintidós días después: el 2 de octubre de 1928. Manuel Pizarro supo en el acto que Gardel había llegado y que tenía la ilusión de cantar en el cabaret Florida, administrado por su hermano Salvador. Enrique Cadícamo estaba en ese momento en Barcelona, siguiendo al trío Irusta-Fugazot-Demare, decide viajar a París.
Osvaldo Fresedo con su orquesta trabajaba en el renovado El Garrón, el ya famoso cabaret tanguero de Manuel Pizarro, con Ernesto Famá como cantor. Por entonces, actuaban también en París, entre otros, Enrique Delfino y Julio De Caro. Cadícamo, ya de regreso en Barcelona, recibió del guitarrista Barbieri el pedido de una letra que aludiera a los argentinos inmersos en la magia de París. Nace entonces ‘Anclao en París’, con aquel famoso estribillo que habla de Montmartre.
La Segunda Guerra Mundial, sin embargo, marcó la muerte de toda una época. Por eso tuvieron que pasar décadas para que el tango pudiera volver a París y también a otros países de Europa. Y cerramos con un aforismo impreso en el libro… “El tango se hizo universal. Pero siguió siendo argentino.”