El costo político más alto es el del dólar fuera de control
Siete días de política. Macri continuó equivocándose al no abandonar el gradualismo. No es responsable de la adversa situación global, pero sí de dar señales contradictorias sobre el ajuste que generan desconfianza
La volatilidad cambiaria es sin duda el desafío de mayor riesgo que enfrenta Mauricio Macri desde que se instaló en la Casa Rosada. Lleva ya largos dos meses y no encuentra la manera de ponerle fin. Peor aún, cree que puede seguir usando la estrategia gradualista que le permitió el triunfo electoral de 2017, pero ese error de diagnóstico puede costarle la reelección el año próximo.
El dólar está sin precio por distintos motivos. Algunos pueden ser controlados por el gobierno; otros, no. Macri no puede, por ejemplo, impedir que los fondos financieros migren a Wall Street.
Tampoco la guerra comercial lanzada por Donald Trump para que la economía norteamericana crezca en el corto plazo y así asegurar su reelección. Si los Estado Unidos se convierten en una aspiradora de dólares, nada se puede hacer desde Buenos Aires para revertir el hecho.
Por eso no bastó el cambio en el Banco Central, el préstamo del FMI ni el "upgrade" a mercado emergente. Hay un fuerte shock de desconfianza que sólo puede ser neutralizado con un shock de confianza, pero el gobierno no parece haber sintonizado la frecuencia por donde pasan esa noticia.
Por lo contrario, da señales de que persistirá con las medidas que abultan el déficit fiscal. Anteayer cobró estado público una versión que venía circulando desde que Juan José Aranguren fue eyectado del gabinete: los subsidios a la energía que iban a desaparecer en 2019 se prolongarán hasta 2021.
La brutal devaluación de los últimos 60 días impactó en el precio del gas, pero el gobierno no quiere que sea trasladada a las tarifas por su efecto inflacionario. El problema es quién se hará cargo del sobrecosto.
El sucesor de Aranguren, Javier Iguacel, parece convencido de que no lo hará el usuario, por lo que tocará al Estado poner los fondos. Esto no depende ni de la Reserva Federal norteamericana ni de Trump; depende de la decisión de Mauricio Macri. ¿Qué hizo Macri? El mismo viernes con el dólar a casi 30 pesos "prometió" que iba a cumplir con la reducción del déficit, intención abiertamente contradictoria con un eventual gradualismo en las tarifas.
Simultáneamente gobernadores y legisladores peronistas también prometieron acompañar al presidente en el intento de cumplir las metas fiscales pactadas con el Fondo, pero son los mismos que hace un mes aprobaron una ley de rebaja de tarifas con un costo fiscal impagable que Macri vetó. Pero ellos no deben ser creíbles; la responsabilidad es del presidente, por lo tanto el ajuste tiene que hacerlo el presidente. Todo lo demás es "relato".
La verdad sobre la voluntad de la oposición de contribuir a bajar el déficit se sabrá a la hora del votar el presupuesto 2019. En ese momento se conocerán las condiciones de un eventual acuerdo con el PJ. Se sabrá por ejemplo si insiste con la idea de pasar AySa, Edenor y Edesur a la provincia de Buenos Aires y a la ciudad de Buenos Aires, los dos principales bastiones electorales de Cambiemos.
El problema de todas manera no es exclusivo del presidente. Hay una línea política del oficialismo que insiste con un discurso mezcla de optimismo y voluntarismo que era supuestamente para no deprimir a los consumidores, pero que a esta altura contribuye a generar desconfianza. El jefe de gabinete, Marcos Peña, por ejemplo, recitó el miércoles ante el recinto semivacío del Senado el mensaje con el que viene insistiendo desde hace dos años como si nada estuviese pasando. Como si no se hubiese levantado un viento en contra que cada vez se parece más a un huracán.
La carrera imparable del dólar tiene por lo menos dos causas locales. La moneda norteamericana sube más en Argentina que en otros emergentes por la magnitud del déficit fiscal y porque el sistema financiero es chico. Como no puede financiar el déficit del Estado hay que recurrir al endeudamiento externo, lo que hace que cualquier cambio de tendencia global tenga una fuerte repercusión interna.
Esto, sin embargo, no quiere decir que el dólar carezca de precio. No lo tiene por desconfianza en las dudosas promesas oficiales. Frente a una situación como la actual hay pocas recetas a mano.
Subir los impuestos y bajar subsidios son dos de ellas, pero Macri prefiere prometer créditos subsidiados a las Pymes y no aplicar retenciones al agro sin atender el cambio de escenario, sin reconocer la emergencia, sin comprender que un dólar descontrolado le causará más daño electoral que reconocer la realidad y aceptarla.