El corte a tijera de Mario, el peluquero del Papa Francisco

Entre los locales comerciales que confieren un perfil distintivo y con reminiscencias hispánicas a la Avenida de Mayo -características indelebles del ‘‘viejo’’ Buenos Aires-, sobresale en el Pasaje Roverano la peluquería que
desde 1975 atiende Mario Sariche, oriundo de Chivilcoy y porteño por adopción.

Su compañero de tareas desde hace más de 25 años, es Juan José Ciacero. Una placa blanca con letras negras indica sobre la avenida, el número 560. Fundado en 1969 por dos socios (uno de ellos de apellido Romano), el lugar se distingue por su estilo tradicional -cuatro sillones para la atención del cliente, espejos amplios (cuyos cristales recuerdan los enigmas tal vez más sutiles por los cuales transita la poesía de Jorge Luis Borges), dos
percheros de madera, dos ventiladores de bronce lustrado, y el restante mobiliario con los implementos del oficio: tijeras, máquinas de recorte con sus accesorios, peines y cepillos, junto con los infaltables potes de fijador para el cabello recién cortado. 

Nada habría de extraño en esta descripción, si no fuera que a esa peluquería solía concurrir para ‘‘dejarse cortar el cabello’’ y a su vez acercarse a un sector anexo de pedicuría, Jorge Bergoglio, luego designado sucesor de Benedicto XVI en la cátedra de Pedro, con el nombre de Francisco.

"Recuerdo a Bergoglio como un hombre afable, cortés en el trato, y de una cultura y formación intelectual sobresaliente como suelen serlo los jesuitas. Siempre estaba bien informado y podía discurrir con autoridad sobre las cuestiones cotidianas más diversas’’, relató a La Prensa Mario Sariche.

‘‘Le preocupaba el flagelo de la droga, la inseguridad, la formación de precios, el costo de vida. Se reunía, por su tarea pastoral, tanto con un millonario como con un cartonero. En la peluquería -recordó con orgullo Sariche- no pedía turno por anticipado, sino que aguardaba el momento del corte de cabelllo como un parroquiano más. Abonaba el costo del servicio y, como buen porteño, cumplía con el rito de la propina. Necesitamos mucha gente así en el Gobierno y también fuera de la administración pública’’.

Actualmente concurren a requerir los servicios de la peluquería Romano, el obispo Joaquín Sucunza y otros clérigos de la Catedral. El miércoles 5 del mes actual se hizo presente (recomendado por Sucunza) monseñor
Mario Aurelio Poli, quien sucedió a Bergoglio como arzobispo de Buenos Aires y cardenal primado de la Argentina.

Las manos expertas y habilidosas de Mario y Juan José muchas veces también recortaron y delinearon en forma precisa los bordes del cabello del historiador Félix Luna, del ex intendente metropolitano Saúl Bouer y de muchos habitués de la Casa Rosada. Sin embargo, los peluqueros, por cuyas manos pasaron personajes célebres de la cultura y el quehacer político de la Ciudad, seguramente nunca imaginaron que le llegarían a cortar el cabello al mismísimo representante de Cristo en la tierra.