La belleza de los libros

El baile de los 41 maricones

Por Danilo Albero

El martes 19 de noviembre de 1901, los lectores de La Tribuna y El Universal, y luego otros periódicos, se enteraron del incidente ocurrido a las tres de la madrugada del lunes en la calle de la Paz –hoy Ezequiel Montes–; un baile non sancto interruptus.

Pronto el escándalo sería la comidilla de la sociedad mexicana. De los mentideros de la elegante calle de Plateros –hoy avenida Madero–, a corrillos aglomerados en torno a vendedores callejeros. Todos los habitantes de la ciudad presentían que, entre el numerus clausus de implicados, había personajes conocidos.

Las primeras crónicas del baile coinciden en el número de participantes: “…tuvo conocimiento la policía de la 8ª demarcación, de que en la casa número 4 de la calle de la Paz, se efectuaba un baile sin el permiso necesario. Luego de tropezar con dificultades para ingresar, la policía encontró a cuarenta y dos individuos que bailaban al son de una murga de barrio. Al notar su presencia, algunos, vestidos con ropa de mujer, pretendieron huir, pero a policía no dejó salir a ninguno y los 42 fueron llevados a la comisaría y de allí a la cárcel de Belén por ataque a la moral. Como complemento diremos que algunos de los vestidos de mujeres, fueron reconocidos pollos frecuentadores de Plateros. Vestían trajes de mujer, llevaban pelucas, pechos postizos, aretes, y las caras maquilladas. Al saberse la noticia en los boulevards se hacen toda clase de comentarios y se censura la conducta de dichos individuos. No damos a nuestros lectores más detalles por ser en sumo asquerosos”. El Popular. Diario independiente de la mañana. Miércoles 20 de noviembre de 1901.

SE RIFO UN PIBE

Tres días después, el suceso se popularizó en rosarios de historias, chismes, editoriales, canciones, y bromas populares donde la realidad se difuminó. Marañas de pormenores, reales e inventados, alimentaron la imaginación colectiva: en la velada habría una señora encargada de la comida y bebida y atender a los músicos.

La fiesta, según comentarios no documentados en periódicos, pero incorporados al imaginario popular, incluiría la rifa de un adolescente: “Se trataba… según dicen, / De efectuar alegre rifa, / De un niño de catorce años, / Por colmo de picardías”. Hoja Suelta, 20 de noviembre 1901.


Dos días después, los involucrados se redujeron a 41. Había nacido la leyenda de “los 41 maricones”. El prófugo, que dejó impar el número de parejas del non sancto baile, in subitum tiene nombre y apellido: Ignacio de la Torre y Mier (1866-1918), cuya homosexualidad era secreto a voces.
Aristócrata relacionado con la sociedad mexicana, terrateniente, político y funcionario inescrupuloso, amante del juego, los caballos, y automóviles de lujo, casado con la hija consentida de Porfirio Díaz, Amada Díaz, razón por la cual el dictador toleró y encubrió sus escándalos y negociados.

La presencia de Ignacio, Nacho, de la Torre y Mier en el baile nunca fue probada, pero algunas investigaciones la dan por cierta. Detalle que hizo reflexionar al escritor Carlos Monsiváis: “Luego quedan 41, eso aviva el rumor que será leyenda, luego ‘verdad histórica’: el prófugo es Ignacio de la Torre. La presencia del Primer Yerno de la Nación, le confiere el ingreso a la memoria histórica”. “Verdad histórica”, probada en los hechos; el trato del 42, pretendidamente ausente al baile, con Porfirio Díaz se distanció.

EMILIANO ZAPATA

Además, de la Torre y Mier tuvo otra desavenencia que marcó su destino. Hábil jinete, propietario de una hacienda en Morelos, sabía de un diestro caballista enrolado, por rebelde y contestatario, en la leva del ejército. Nacho intercedió ante Porfirio Díaz para liberar a Emiliano Zapata y destinarlo como caballerango a México para atender su caballada; comprobar que en esos establos los caballos vivían con más cuidado que los pobres aumentó el fervor del rebelde. Años más tarde, triunfante la revolución, Ignacio de la Torre y Mier fue enviado a prisión; cuando Zapata regresó a México lo hizo trasladar al estado de Morelos donde fue alojado en distintas cárceles.

“El baile de los 41 maricones” dejó una huella en el arte y la cultura; ilustrado por caricaturas de Guadalupe Posada como parejas de esqueletos vestidos de mujer y hombre.

En Los 41 novela crítico social (1906) de Eduardo Castrejón (seudónimo), que agotó varias ediciones. Y, en 2019, la obra de Fabian Cháirez La Revolución, conocida como Zapata Gay, lo muestra desnudo, con zapatos de tacón, montando en pelo un semental blanco, tocado con un sombrero rosa, cubierto sólo por una fina cinta con los colores de la bandera mexicana.