A 41 años de la Gesta

El avión argentino que combatió solo contra toda la flota inglesa

Lanzan una campaña para repatriar la aeronave que se encuentra en los Estados Unidos. La misión y el valor de su piloto, el aviador naval Owen Crippa.

Por Nicolás Kasanzew

El 21 de mayo de 1982 al aviador naval Owen Crippa le ordenaron hacer meramente un vuelo de reconocimiento, en un avión de entrenamiento avanzado, el Aermacchi 4 A 115. Y salió en solitario, a pesar de que la doctrina lo prohibía: siempre tienen que ser dos aeronaves como mínimo en una misión. Se trataba de saber si la flota británica ya había llegado al Estrecho de San Carlos.
Pero tras el promontorio Güemes, el teniente de navío ve delante suyo un helicóptero inglés Lynx, en vuelo estacionario, de guardia. El argentino comienza a ganar altura para atacarlo. Cuando está muy próximo y listo para disparar sus cañones, observa un gran despliegue naval en el sector entre el Puerto San Carlos y el frigorífico.
Sin dudarlo un instante, aunque no tiene órdenes para ello y su avión es totalmente inapropiado para ese cometido, Crippa decide atacar a las fragatas, por representar estas un blanco mucho más rentable. Gira bruscamente y la inercia de su avión lo lleva a poca distancia del helicóptero: no más de diez metros. Recién en ese momento el piloto inglés detecta su presencia e intenta una brusca maniobra de descenso. Crippa alcanza a observar su cara de desesperación. Y le dice mentalmente al británico: "Dios dispuso que este no fuera tu día". Sonríe y se aboca al ataque a la flota. Son las diez de la mañana.

EL ATAQUE A LA FLOTA
Para entrar en la trayectoria de tiro al primer buque inglés, la fragata Argonaut, debe aplicar "G" negativas (contraponerse a la fuerza de gravedad), esforzando su avión. Pero cuando está a la distancia necesaria y aprieta el disparador, ¡no sale ningún proyectil!
Siente rabia y pena porque se arriesgó para llegar hasta ahí y no puede atacar. Ansiosamente, comienza a revisar todas las perillas de su tablero de armamento. Descubre que no había conectado una llave "master". Lo hace y comienza a disparar.
Como me contaba Crippa, el flujo adrenalínico hace que los segundos transcurran en cámara lenta. Y siente que le sobra el tiempo.
Primero dispara con sus cañones de 30 milímetros y luego con cohetes Zuni. Puede observar cómo sus proyectiles hacen impacto en la cubierta y la arboladura de la fragata. El joven piloto sabe que debe atacar sus radares y sistemas de comunicación para dejarlo inoperativo, ya que la capacidad de fuego de un Aermacchi no puede producirle daños mayores. Simultáneamente, los ingleses comienzan a dispararle. En la zona hay gran cantidad de naves, lanchas de desembarco y helicópteros enemigos. "Hasta que entro en puntería, estimo que estaba a trescientos metros de la fragata. Pero habré tirado a ciento cincuenta, cien metros más o menos. Tiré estando muy encima del buque", me comenta el aviador naval.
Un historiador inglés relata este hecho de la siguiente manera: "En una acción bravía, Crippa atacó la Argonaut con cañones y cohetes, causó algunos daños en la cubierta del buque y dos marineros resultaron heridos: era un anticipo de la determinación que iban a mostrar los pilotos argentinos" (Martin Middlebrook, Argentine fight for the Falklands, Barnsley, England, 2009).
Y esto es lo que cuenta el propio Owen, ante mi pregunta sobre los daños infligidos a la Argonaut: "De lo que vi, los cañones de 30 milímetros impactaron en el sector de una pieza de artillería antiaérea que estaba disparándome o que sospeché con esa intención, y en la zona de puente de mando, antenas, radar y radios, que es lo que estimé podría dejarla con alguna complicación para el combate. Los cohetes no se dónde pegaron, porque cuando los lancé, inmediatamente inicié la recobrada del avión y giré para escapar. Pero daños menores, sin lugar a dudas. Como tirarle a un elefante con un rifle 22, sólo apuntando a los ojos".
Para ser un 22, causó bastantes daños. Así los enumera Kit Layman, capitán del Argonaut: "Vino por sobre el monte, volando muy bien, en un rasante de contorno, y nos ametralló con fuego de cañones y cohetes. Tuvimos algunos daños menores y un agujero en el radar aéreo 965. Estaba demasiado cerca para tirarle con los misiles Sea Cat, pero las antiaéreas Bofors y las armas pequeñas de la cubierta superior abrieron fuego. Tuvimos tres hombres heridos, incluyendo a uno que perdió un ojo, y al maestro armero Francis, que recibió una porción de metralla una pulgada por encima de su corazón". (Citado por Martin Middlebrook en Operation Corporate, Penguin Books, London 1985, p. 219).
Hay que tener en cuenta que Owen atacó por donde la oportunidad se lo permitió. No tuvo tiempo de buscar el mejor ángulo que le diera mayores probabilidades de impactos. El cálculo de un ataque convencional no se dio en este caso. La aproximación se produjo por la amura de babor, unos 10 grados más que en un ataque convencional.
 

ESCAPE Y SORPRESA

El aviador naval termina su ataque pasando a muy pocos metros sobre la arboladura del buque y duda entre girar 180 grados y regresar por donde había ingresado o continuar su trayectoria. Se decide por la segunda opción pensando en que si mantiene vuelo rasante y escapa entre las unidades enemigas les va a dificultar el tiro. Así lo hace, pasa a setecientos kilómetros por hora y a tres metros del agua zigzagueando entre todos los buques. Lo hace con una mano en el bastón de comando y la otra en el sistema de asiento eyectable, listo para accionarlo, ya que algún impacto directo no le daría mucho tiempo. En la última parte de su escape, observa que desde uno de los buques, el transporte de tropas artillado Fearless, le disparan un misil. Realiza una maniobra de evasión a baja altura, observa cómo pican los proyectiles en las laderas a medida que va escapando, salta por sobre una pequeña península, y gira antes del antiguo frigorífico. Supone que pasando Punta Chancho se encontrará a salvo. Pero lo espera una sorpresa: se topa con una gran cantidad de buques. Piensa: "Si le digo esto al Comando, van a considerar que exagero, mis superiores creerán que no son más de seis o siete". Entonces, esquivando el fuego graneado del enemigo, vuelve para hacer un relevamiento. Se mantiene orbitando entre la zona de cerro Montevideo y Campo Verde y, con pasmosa sangre fría dibuja, en el anotador que los pilotos llevan en su rodilla, un croquis de la zona, con la ubicación de las unidades navales: catorce buques de guerra y transportes. Luego escapa hacia la zona de Darwin, en vuelo rasante, por la ladera sur de las Alturas Rivadavia, literalmente pegado al suelo, para evitar ser atacado por la artillería propia. Tiene la suerte de que esto no suceda. Así continúa hasta Fitz Roy, donde retoma la comunicación con el operador de la torre de control de Puerto Argentino, le adelanta lo que ha descubierto y pide que le preparen munición para volver a atacar. Con mi camarógrafo, Alfredo Lamela. estábamos en la lancha de Prefectura en Puerto Argentino y por su radio escuchamos la voz de Crippa gritando: "¡La hice mierda, le di a una fragata, la hice remierda, le pegué los ocho cohetazos! ¡Tengan lista la munición, tengan listos los cohetes, que vuelvo a salir!". Y la voz que desde Puerto Argentino le preguntaba: "Está bien, teniente, pero ¿necesita también combustible?". "No, no, el combustible me alcanza para ir y volver, pero preparen los cohetes, ¡que estén listos! ¡Los cohetes! ¡Los cohetes!" , seguía urgiendo el aviador naval. Aterriza y no le permiten despegar nuevamente. Lo trasladan a la Central de Operaciones para que detalle lo observado frente al general Menéndez y otros jefes. Su información es de fundamental importancia porque corrobora que es en San Carlos donde tiene lugar el desembarco principal. En base a los datos que proporciona Crippa, enseguida se lanzan oleadas de unidades de la Armada y de Fuerza Aérea, desde las bases del continente, con aviones de mayor capacidad de fuego. Y que comienzan a diezmar a la flota invasora.

 

EN LA POSGUERRA

Ese avión Aermacchi 4 A 115, -pieza histórica por donde se la mire- en la posguerra fue vendido desaprensivamente por los mandos de la Armada a un particular, residente en los Estados Unidos. Los intentos para recuperarlo fueron vanos, hasta que finalmente este año, tras lanzar una colecta popular, y gracias al préstamo de una institución, Crippa logró comprarlo a nombre del Aeroclub Sunchales y está a salvo en el hangar de un argentino en Atlanta. Pero falta traerlo de vuelta. Crippa se apresta ahora a lanzar una campaña para recaudar los fondos que permitan devolver el crédito, y afrontar los gastos para embalarlo, transportarlo hasta Sunchales, hacer armar el avión consiguiendo los insumos y repuestos que hagan falta, y luego construir el emplazamiento donde será montado. Es decir, se ha dado un paso importante, pero falta un largo camino. Lo prioritario hoy es conseguir rápidamente esos recursos.

Los que quieran colaborar pueden depositar su aporte en una cuenta del Aeroclub Sunchales: BANCO MACRO CUENTA ESPECIAL EN PESOS Nº 437609458188023 AEROCLUB DE SUNCHALES ALIAS: QUESO.CICLO.SUELA

Owen Crippa pide que se le dé la mayor difusión posible a esta colecta, para conseguir el dinero necesario a fin de traer a la Patria al histórico 4 A 115.