En el Museo Histórico Nacional un equipo de especialistas trabajan para rescatar los objetos culturales del país

El arte de restaurar el patrimonio

Con paciencia y dedicación Ana Morales viene trabajando con elementos de gran valor trascendental. Los desafíos del sector no aminoran su vocación tardía que le ha permitido rescatar valiosas piezas.

Es una mañana nublada y en el Museo Histórico Nacional el personal se presta a abrir las puertas al público. Allí, en un rincón del ingreso, la restauradora Ana Morales recibe a La Prensa para dialogar sobre sus últimos trabajos de restauración, que pueden ser observados en la muestra “Tiempo de provincias”, y los desafíos del sector para el desarrollo de su trabajo.

La exposición, de reciente inauguración, despliega parte de la invaluable colección de objetos que la destacada galería ha resguardado desde hace más de 100 años.

Morales, quien es experta en la restauración de obras en papel, trabajó en la preservación de una proclama informando el fin del duelo por la muerte de Encarnación Ezcurra, esposa de Juan Manuel de Rosas, que data de 1840. Además, se puede observar el “Reloj de las 14 provincias”, un artefacto que data de 1837, que celebra la unión de las provincias en la Confederación. Realizado con madera de cedro tallada y pintada cuenta con elementos de papel que tuvieron que ser meticulosamente restaurados para poder exponerlos.

Los caminos que llevaron a esta médica recibida en la Universidad de Buenos Aires a cambiar de profesión para dedicarse a la restauración estuvieron fundados en su entorno familiar. La mía fue una vocación tardía. Mis padres fueron artesanos, lo mismo que mis abuelos. Mi formación en medicina me ayudó a entender con cierta facilidad y fluidez, la importancia de saber conservar y preservar lo que hoy llamamos patrimonio, bienes culturales, materiales e inmateriales”, resaltó la restauradora en conservación de obras sobre papel que desde hace  12 años también trabaja en la preservación de fotografías.

Cuando uno habla de restauración se lo asocia más a la pintura, a la escultura, pero no a un documento. En este último se busca preservar el registro, lo que contiene ese objeto en papel. Los archivos han recobrado importancia desde hace un par de décadas porque no había una tradición de conservarlos. Es más, en una época trabajar en un archivo era una suerte de castigo para el empleado. Y hoy existe la carrera de archivología y de bibliotecología, por ejemplo, como una especialidad aparte y tienen una relevancia notable porque los archivos tienen que ver justamente con la documentación, con el registro de la memoria y los hechos históricos”, explicó la conservadora.

DONACIONES

Una de las particularidades del Museo Histórico Nacional es su extensa colección de objetos de la Argentina del siglo XIX. En su mayoría proviene de colecciones particulares que fueron donadas para su conservación. Sin embargo, en las últimas décadas la afluencia de objetos de valor histórico ha disminuido, en general, debido a diversas circunstancias.

“Se ha perdido esta costumbre de la donación o la sociedad ha olvidado que tiene la posibilidad de dejar estas pertenencias. También es más común que haya colecciones que salen a la venta y no pasan por una donación. Lo cierto es que nuestros museos se conforman particularmente con donaciones de colecciones que tienen nombre y apellido”, señaló la antigua médica.

Luego agregó que: “Mucho depende de la pasión del coleccionista, de cuáles son las posibilidades económicas y los intereses personales. El coleccionista normalmente reune algo que le interesa, es decir, un área que le interesa. No colecciona objetos sin sentido, tiene una línea. Si a alguien le interesa la pintura de los años 60, le interesa un movimiento, se convierte en algo similar a un detective, que va buscando las distintas cosas y ahí va conociendo sobre su historia”.

Antes de los museos y los coleccionistas, existe otro ámbito de resguardo de esos objetos del pasado. Las familias son el primer espacio donde, de generación en generación, se preservan objetos que pertenecieron a miembros queridos de este vínculo privado. La taza de la abuela, la gorra del abuelo, la silla de un tío, los libros de un padre, entre otros, son algunos elementos que permiten mantener una cierta idea de que aún están en el presente.   

En nuestras casas y familias, de acuerdo también al estatus social, económico y cultural, porque también hace al caudal educativo que arrastran, atesoramos objetos. Y esos tienen que ver con el valor que le damos al guardar, por ejemplo, una fotografía. Esta es para el familiar muy valiosa porque donde está registrado, por ejemplo, nuestro bisabuelo. Es como el tesoro de la familia”, señaló la especialista.

Así, una visita a un museo permite encontrar historias a veces parecidas con el propio pasado o con historias relatadas en la currícula escolar. “Imágenes de cuadros o textiles, por ejemplo, lo que se puede observar en el Museo del Traje donde se encuentran con elementos que te recuerdan a piezas de tu familia. No porque sean de igual época, sino que a veces te recuerda un color, un bordado o un diseño que alguien usaba. Entonces, ese juego del espectador con el objeto o con la exposición en sí, me parece que es interesante, porque obliga espontáneamente a repensar la propia historia. No solamente desde lo social, sino también desde lo privado”, declaró la restauradora.


ECOS DEL PASADO

Se dice que la primera vez que se ve un objeto la curiosidad por su historia es lo primero que genera interés en el restaurador. Los materiales que lo conforman se entremezclan con detalles de su pasado y, muchas veces, se debe investigar su procedencia y estado original para respetar su aspecto.

“No lo podemos cuidar y querer si no conocemos el objeto. Por eso es importante la apertura de los museos y la divulgación de las colecciones, de las piezas únicas que están en el Museo. También es significativo saber por qué las custodiamos, las cuidamos y las exhibimos. Esos objetos, a través de un guión, documentan o registran momentos de la historia, momentos de la vida de las personas”, subrayó Morales.

Actualmente Morales se encuentra trabajando en un registro histórico de comercio de la época colonial. Esto permite conocer detalles olvidados de cómo fluían las relaciones interpersonales y las transacciones entre el siglo XVIII y XIX.

“Nosotros somos un museo histórico, que habla del pasado argentino. Cuando se va a una exposición o a un archivo, por ejemplo, el visitante se puede encontrar con objetos familiares. En este momento estamos trabajando con un fondo de libros copiadores de la época colonial, que va de alrededor de 1790 a 1800. Estos, en particular, son registros de tres comerciantes muy importantes del Río de la Plata. En aquella época, el comerciante o el escriba del establecimiento, que era el copiador, registraban las cartas, las facturas, los recibos, las transacciones comerciales de ese mercader en un libro. Un ejemplo de lo que encontramos es la reproducción total de una carta tal cual la recibió o los detalles de que se enviaba un paquete a España con telas y productos, como carne”, mencionó la restauradora.

La particularidad de esos volúmenes es que son registros fieles del comercio de aquella época y no es un libro aislado, es todo un fondo. “Esto nos permite conocer cartas y registros que son puramente de negocio, pero hay también otros que son más privados. Por ejemplo, hay reproducciones de cartas donde el comerciante le habla a un amigo, un conocido que tiene en Europa, sobre el casamiento de su hija. Relata lo beneficioso que va a ser ese matrimonio arreglado y que el pretendiente vive lejos porque es europeo. Entonces le pide a ese amigo español referencias, pero está seguro que va a ser beneficioso para la familia, porque también hay ciertas conveniencias”, resaltó la docente en la Universidad de San martín (UNSAM), en la Escuela de Arte y Patrimonio.

INTERDISCIPLINADO

En lo que actualmente es denominada como la ciencia de la conservación de bienes culturales, se caracteriza por el trabajo interdisciplinario. “Los conservadores debemos tener un conocimiento muy certero en principio de la materialidad del objeto, de su historia y de su contexto. Esto se debe a que son todos los perfiles que le van a dar un valor a ese elemento. Y cuando nosotros conservamos y tenemos la posibilidad de intervenirlo, de restaurarlo, tenemos que tener en cuenta todos esos pasos”, señaló la especialista.

Para conocer la historia y composición de elemento un equipo interdisciplinario trabaja en conjunto para abordar correctamente su restauración. La posibilidad de realizar estudios químicos y analisis físicos a los objetos permitirá que el material utlizado sea el correcto.

De esa forma se toman muestras, por ejemplo, de los estratos de la pintura, para hacer análisis que permitirán que se puedan conocer los pigmentos con que ha sido confeccionada la pintura. Estos muchas veces ayudan a ubicar en tiempo y, a veces, hasta la posibilidad de pensar en el origen de esa pintura a través de la composición material de ese color.

Consultada sobre los desafios que hoy atraviesan para conseguir los materiales de la calidad para la restauración,  Ana Morales dijo que: “En pintura, particularmente, cuando tenés que rellenar o integrar un color, se trabajan pigmentos puros. Esos pigmentos se combinan, se mezclan, se aglutinan con una resina que ya conocemos su envejecimiento a través de al tiempo. Entonces, siempre se reintegra el color. Estoy hablando, en principio, de la pintura de Caballete”.

Hay ciertas premisas en el ámbito de la conservación que los profesionales deben conocer y tener en cuenta para respetar la obra cultural. “Una se llama retratabilidad que significa que cuando realizo la intervención debo hacerlo de tal manera que se pueda remover dentro de un tiempo porque los materiales envejecen de manera diferente. Además, hacemos una mínima intervención porque lo que se busca es que no se note el trabajo del restaurador. La consigna es mantener la estabilidad del objeto para que se preserve a través del tiempo sin alteraciones que lo desestructuren y que esa intervención no sea posibilite la lectura del objeto”, explicó la especialista. 

Por otra parte, existen daños en los objetos del pasado que simbolizan un aspecto de la historia y por eso no deben ser restaurados. En la muestra de Tiempo de Provincias se puede ver un chaleco que aún cuenta con una rotura producida durante el asesinato de su dueño, Florencio Varela. “Cuando se conoce la historia de la rotura del chaleco se tiende a preguntar qué hacer con este pedazo de la historia. Se plantea cómo intervenirlo para que el objeto textil no se siga rompiendo por el paso del tiempo y, además, tiene que ver cómo está confeccionado el chaleco y con qué tela. Entonces, por un lado la materialidad y por otro lado la historia”, dijo la restauradora.

INFLACIÓN

Los bienes constituyen una parte importante del patrimonio cultural de un país. La conservación de los objetos existentes puede plantear un reto importante ya que son muchos los factores que afectan su estado, entre ellos, las condiciones de almacenamiento inadecuadas, el cambio climático o situaciones adversas como las inundaciones. Todo ello puede dar lugar a un deterioro o incluso a la pérdida completa del patrimonio cultural mundial.
“El papel es un material muy delicado, muy susceptible al entorno, es decir, al clima, a la radiación lumínica y a la luz. Entonces, cuando están guardados, requieren estar rodeados de materiales de buena calidad. Es decir, tienen que estar guardados en sobres de papel con ciertas características para que duren en el tiempo. Son papeles confeccionados con celulosa pura celulosa, sin en colorantes, sin aditivos, que tienen un PH neutro, porque con un entorno de acidez o de alcalinidad para el papel es dañino”, explicó la restauradora del Museo Histórico Nacional.

Un dato interesante es que hasta 1850 los papeles eran confeccionados a partir de trapos y estos estaban hechos de algodón y de lino. La paradoja es que “siendo los más antiguos, son todavía de mejor calidad que los papeles de mitad del siglo XIX hasta hoy. Por eso se han preservado mejor luego de tantos años”.

En Argentina hay algunos papeles, no son muchos, que responden a estos requisitos de que sean de pura celulosa, que tengan pH neutro y que no tengan aditivos. Pero en esta época de inflación, dólar por el cielo y falta de importaciones es necesario un rebusque para conseguir insumos. “Siempre los conservadores estamos en la búsqueda de estos recursos, porque en general estos papeles no se fabrican con destino al área de la conservación, sino con otros destinos. El papel que nosotros usamos, por ejemplo, es el que se está empleando en prácticamente la mayor parte de los museos que tienen patrimonio de papel. Pero es una pieza que se utiliza para envolver los instrumentos quirúrgicos para llevarlos a la autoclave que sirve para esterilizar estos objetos. Se llama papel de grado médico o papel plano de grado médico”, explicó la referente cultural.

Detrás de un profundo trabajo, donde cada detalle cuenta para preservar al objeto, existe una vocación que se alimenta con la reacción del público. Admiración, curiosidad y una gran pasión por la historia motiva que decenas de personas visiten todos los meses el Museo Histórico Nacional. 
“Me hace muy feliz que los objetos, una vez restaurados, se puedan exhibir y que los ciudadanos los puedan descubrir, disfrutar y que les genere interrogantes por qué esa es la función. Mi trabajo es para toda la ciudadanía, porque son objetos del patrimonio nacional”, concluyó Ana Morales.