La belleza de los libros

El arte de contar una buena historia

George Steiner, el crítico más fino del siglo XX, identificó dos elementos fundamentales que hacen que una novela merezca ser leída: la calidad de su poética y la calidad de su filosofía. Básicamente, tiene razón; y además, como decían los romanos, de gustibus non est disputandum, máxime cuando se trata de un paladar tan sofisticado como el del rabí Steiner.
Para no dejar afuera a centenares de joyas de la literatura de género podríamos agregar un tercer factor decisivo para el goce de la lectura: el arte de contar una buena historia.
Es una condición natural al ser humano. Al calor de una lumbre, las buenas historias estaban allí antes de que se inventase la literatura Y seguirán con nosotros si algún día -Dios no lo permita- los libros se extingue.
Y entre los grandes contadores de historias se encuentra ese inglés que llevó la novela de espionaje a unas cimas más jamás holladas, demostrándole a los comentaristas remilgados que no existen géneros menores sino escritores grandes, medianos o pequeños. Hablamos, naturalmente, de John Le Carré (1931-2020), que en paz descanse.
Vamos a recomendar en esta columna una de sus mejores creaciones. Entregada a la imprenta en 1977, aún hoy El honorable colegial (Noguer, 621 páginas) es una notable experiencia de lectura que nos sumerge en las negras técnicas del agente secreto en el campo de operaciones. Un trabajo en solitario al borde de la desesperación, "con periodos de horrible inercia, intercalados con periodos de horrible frenesí".

EL CASO DOLPHIN
Se narra, de manera retrospectiva, el llamado Caso Dolphin. Al frente del deshonrado y maltrecho MI6 está George Smiley, una de los personajes entrañables del universo lecarreano. El miope y regordete espía había descubierto —en una novela anterior— al topo moscovita en el Sancta Sanctorum del poder inglés. Son tiempos de restañar las heridas.
Smiley ordena a su círculo íntimo trabajar en Ia búsqueda de negativos, es decir rastrear aquella información que el traidor Bill Haydon deseaba ocultar a los ojos de Londres. Se descubre finalmente que un magnate chino, irreprochable ciudadano del Imperio Británico, recibe miles de dólares de la KGB. Smiley necesita un eficaz agente de campo para atar cabos en Hong Kong aquella "rica y egoísta roca británica, dirigida por un grupo de mercaderes con papada que no ven más allá de su barriga".
Jerry Westerbey es entonces rescatado del exilio en la Toscana. El protagonista de la novela es un aristócrata corpulento, hijo de un magnate de los medios. Se lo describe como "esa clase de inglés que se encuentra como en casa sólo en Oriente".
En la populosa colonia asiática, Westerby fingirá ser corresponsal de un diario inglés. Sí, amigos, el periodismo es una de las tapaderas de los servicios de inteligencia. La historia es inteligente y electrizante. Le Carré se toma su tiempo para narrar, para desenrollar el misterio; hay una amorosa atención por los detalles y todos los personajes lucen verosímiles. Los escenarios son Hong Kong, Londres y las junglas del sudeste asiático donde los militares norteamericanos están en retirada, pero la CIA sigue muy activa, incluso en el tráfico de drogas. Estamos en los setenta, en plena guerra fría: Rusia y China eran enemigos declarados.
Peter Prescott, uno de los más lúcidos críticos del periodismo estadounidense, notó que las novelas de Le Carré avanzan en tres frentes:
a) El estratégico:
El gran juego de las potencias que siempre suma cero. Estados Unidos. Rusia China y Gran Bretaña tratan de imporner su propia agenda de intereses.
b) El táctico: Los planes de la burocracia estatal de ambos lados de la trinchera para sacar ventajas. Smiley vs. Carla.
c) Las escaramuzas individuales: El agente Westerbey extorsionando un banquero lujurioso; eludiendo los intentos de asesinato de un piloto mercenario en la Tailandia rural; perdiendo la cabeza por una rubia inglesa que había reclutado el enemigo.
Claro está, no todo en esta novela se subordina el argumento. Usted encontrará, por ejemplo, una sensata reflexión sobre la disputa ancestral entre Oriente y Occidente. El estilo, aunque muy claro, no renuncia a la belleza. No hay frases, ni párrafos, ni capítulos demasiado cortos. John Le Carré va a quedar, es inevitable concluir en la última página de este viaje maravilloso.