Vivimos en una época apocalíptica. El fin de los tiempos se avecina. Pandemias, plagas, sequías, asteroides amenazantes, políticas rampantes, criptomonedas esquivas (ya de por sí la palabra cripto tiene reminiscencias tenebrosas), cambio climático y pronósticos de millonarios predicen la llegada del fin de los tiempos.
Entre tantas expresiones que parecen conducirnos a ese fin inexorable, hay una que crea alarma y desazón, esa frase tan temida que nos augura lo peor:
Nuestra imaginación vuela del tenebroso medioevo a las penumbras primitivas. ¿Qué será de nosotros sin
Frase preferida de los bancos, al escucharla de un oficial de cuentas un frío sudor corre por nuestra espalda al imaginarnos que nuestros ahorros se volatilizan, o penetran las insondables profundidades del agujero negro financiero, donde los billetes se convierten en carbono e hidrógeno (como en el caso de los pesos argentinos).
INFINITA RED DE CABLES
El sistema se ha caído. ¿Qué es el sistema? Imaginamos una infinita red de cables monocromos, conectados entre sí en intrincados circuitos creados por brillantes mentes perversas, mefistofélicos científicos abocados a perturbar nuestras apacibles existencias, que eran bucólicas antes de la aparición del
Todos estos pensamientos lúgubres sobre la llegada del Armagedón cibernético se esfuman cuando se encienden las luces de la computadora, los números se ordenan en nuestra cuenta o los saldos se acreditan en las empresas, aunque semejante noticia nos deje ese sabor amargo en la boca, ese sudor en las manos, esa certeza incierta que esta no es la última vez que el sistema caerá.
Junto a frases como "ponga su contraseña'' (que ya son tantas que ni idea de cual usamos, más allá de la consabida de nuestro cumpleaños), o lo que es peor "ponga su nueva contraseña'' (consigna que nos invita a ser inventivos, aunque nuestra desmemoria juega en contra) o "ponga su número de tarjeta de crédito (frase que evoca inmediatamente a hackers codiciosos sentados en poltronas comiendo palomitas de maíz en reconditos países atrás de la ex cortina de hierro ) y la última y más aterradora "espere que será atendida'' ,por quien sabe quién ni cuándo ,lo que garantiza minutos y horas de escuchar
EL FIN DE LOS TIEMPOS
Desde que el hombre es hombre siempre ha especulado con el fin de los tiempos, los adivinos aventuran fechas posibles en mensajes crípticos, y los milenaristas van un paso más allá y ponen día y hora a la segunda llegada del Señor quien ( hasta el momento )no se ha dignado volver.
Desde Sodoma y Gomorra creemos que nuestros excesos nos granjean un merecido castigo y la extinción de seres tan viles pululando por el planeta. En los últimos años parece que el Apocalipsis es una meta buscada por nosotros, una especie de suicidio en masa por agotar al planeta e irritar a su clima con tóxicos y gases. Todo el planeta parece sostenido por tenues hilos, sutiles conexiones e inestables equilibrios, que rompemos con la escasa elegancia de un elefante en un bazar.