Detrás de las noticias

El antes y el después de las legislativas

Finalizados los comicios de renovación legislativa en la Ciudad de Buenos Aires y a la luz de los resultados podemos efectuar un análisis objetivo del proceso. Lo primero que salta a la vista es la dificultad de desdoblar las elecciones porteñas de la problemática nacional con la intención de hacer foco en una agenda vecinal y localista.
La ciudad capital del Estado Nacional pese a su status jurídico autonómico similar a las provincias mantiene una íntima vinculación con la problemática nacional, de modo que intentar concentrar la discusión pública en problemáticas vecinales como cualquier municipio o provincia resulta infructuoso por reduccionista ya que por tradición cultural la ciudadanía y las propias fuerzas políticas que disputan el escenario por acción u omisión nacionalizan la campaña.
El electorado porteño, el más informado y supuestamente sofisticado del país, elude aquellas propuestas o candidaturas que le ofrecen una mirada puramente local ya que se adapta fácil y naturalmente al debate nacional de coyuntura. Se ha dicho que la Capital es la caja de resonancia nacional por motivos obvios. La estrategia de los primos Mauricio y Jorge Macri de separar el comicio local buscando perjudicar a Javier Milei, quien con anterioridad a convertirse en presidente (2021, 2023) había obtenido módicas marcas electorales por carencia de estructura y candidatos taquilleros, fue una lectura incorrecta del momento y del ánimo de la sociedad porteña.

ESTRUCTURA Y RECURSOS
El Gobierno Nacional hizo valer su estructura, capacidad y recursos, exponiendo como cabeza de lista a un candidato nuevo pero indisolublemente ligado a la figura presidencial, con altísimo indice de conocimiento por su rol de vocero, que además fue explícito en no ofrecer otra propuesta que su identificación política y personal con el presidente.
El oficialismo nacional interpretó correctamente el momento y el ánimo social de la burguesía porteña que parece bastante satisfecha con el esquema socieconómico que combina un tipo de cambio controlado y una relativamente baja inflación, escenario naturalmente seductor de los sectores medios como con Martínez de Hoz y Menem-Cavallo.
El peronismo, la principal oposición y demonizado como bestia negra a través de la campaña, repitió guarismos históricos en un distrito naturalmente esquivo a cualquier oferta de dicho lema partidario, cualquiera sea el candidato que encabece (Recordar Filmus, Recalde, etc.). Sin usar los símbolos partidarios peronistas, ni recurrir a la liturgia típica, ni contar con los referentes nacionales (CFK, Kicillof, Massa) y con un candidato ya probado y de procedencia original no peronista como Leandro Santoro, con un discurso centrista y con la confesa intención de ampliar su base electoral, la misma se mantiene firme y estable pero no crece.

ESTALLIDO FINAL
El estallido final de lo que fue Juntos por el Cambio/Cambiemos, otrora exitosa marca y coalición electoral durante toda la segunda década del siglo XXI y que gobernó con razonable éxito la ciudad asegurando la sucesión de tres administraciones, se cobró como víctimas a todas sus partes, aunque resuene más estruendosa la derrota del PRO por haber sido la expresión mayoritaria y columna vertebral de aquella estructura, aunque los paupérimos guarismos de la Coalición Cívica y Evolución (UCR+ P. Socialista) demuestran que es desastrosa la estrategia divisionista cuando se comparte electorado. El conjunto es superior a las partes.
La reivindicación aunque modesta de Horacio Rodríguez Larreta a quien acompañarán en su debut como legislador otros dos integrantes de su lista en su esperable retorno a la lucha por la jefatura ejecutiva local constituye otro de los efectos no deseados del negligente desguace de una coalición exitosa.

TURNOS ELECTORALES
Finalmente y como dato más relevante que debiera ser objeto de análisis y trabajo planificado de partidos y coaliciones, los diferentes turnos electorales anticipados que se llevaron a cabo en el país dejan en claro una actitud abstencionista de buena parte del electorado en condiciones de sufragar.
Eso se hizo evidente en todas las provincias que vienen realizando comicios locales y la Ciudad de Buenos Aires no fue la excepción, ya que votó algo más que la mitad de la ciudadanía en condiciones de sufragar, siendo notable que el 47% no concurrió al comicio y casi el 2% de los que asistieron votaron en blanco. Esa marca es relevante en un país y una Ciudad que tienen legal y constitucionalmente establecido el voto obligatorio si bien con penalizaciones entre simbólicas y ridículas.
El voto obligatorio tiene una larga tradición de más de un siglo cuando fue uno de los puntos de acuerdo entre Roque Sáenz Peña e Hipólito Yrigoyen para llevar a cabo la más importante reforma política de la historia con la confesa intención de crear ciudadanía en un país que por entonces poseía bajos índices de alfabetización y una alta proporción de habitantes no nativos.
Varias décadas más tarde fue por el impulso de Raúl Alfonsín a la reforma constitucional de 1994 que constituyó la más consensuada y estable de todas las modificaciones a la Ley Suprema del siglo XX en que fue consagrado el sufragio obligatorio como reaseguro de la consolidación democrática y una continuidad histórica de aquella doctrina sentada por Saenz Peña e Yrigoyen.
La elevada proporción de ciudadanos que desistieron de participar de la elección porteña o que aún concurriendo no optaron por ninguna de las diecisiete (17) listas que se presentaron debería significar un toque de atención por no haber logrado movilizar ni conmover a la ciudadanía, quizás porque esta se encuentra cómoda o no percibe peligro ni dificultad alguna en el escenario actual ni en el futuro inmediato o tal vez como una suprema actitud de desentendimiento de una disputa que considera ajena y que pertenece al mundo de estructuras políticas enfrascadas en su propia endogamia y entropía.
Volviendo sobre la cuestión y considerando que casi la mitad de los electores no concurrió o no eligió a ninguna de las listas, debería tenerse en cuenta que los excesivos festejos y celebraciones de los satisfechos deberían también sufrir un recorte del 50%.