ESPAÑA Y BUENA PARTE DEL MUNDO CELEBRAN EL CENTENARIO DE SOROLLA
El año del “pintor de la luz”
Tras un eclipse de su figura, el siglo XXI asistió a la renovación del interés por el notable artista valenciano. Su obra inspira exposiciones, retrospectivas, actos públicos y algunas indagaciones escritas.
Para el ambiente artístico de España este 2023 es el año de Joaquín Sorolla, "el pintor de la luz", de cuya muerte se cumple un siglo exacto.
Días atrás hubo actos encabezados por sus descendientes, con flores y música de violonchelo en el cementerio de Valencia donde está enterrado el artista, y otros en la casa de Madrid en la que vivió y que hoy alberga su museo.
Los colores azules, amarillos, blancos y verdosos, que el artista plasmó en sus lienzos, fueron los que predominaron en el conjunto floral que el bisnieto del pintor, Antonio Mollà Lorente, y su tataranieta, Ana Richi Pons-Sorolla, depositaron el pasado 10 de agosto en la tumba del cementerio de Valencia en la que descansan sus restos.
Con el sonido de un violonchelo de fondo, Mollà subrayó la importancia del homenaje a "un formidable pintor" y a uno de los "hijos más ilustres" de Valencia, cuyas playas retrató en numerosas de sus obras.
Los restos de Sorolla fueron trasladados a su ciudad natal días después de fallecer en Cercedilla, Madrid, el 10 de agosto de 1923, tres años después de sufrir un ataque de hemiplejia.
Aunque en un principio fue enterrado en un panteón de su familia política, posteriormente su nieto, el arquitecto Francisco Pons Sorolla, construyó un mausoleo propio en el mismo cementerio.
En dicho sepulcro, de líneas sencillas y que contiene el escudo de la ciudad y una corona de laurel en cuyo centro se lee la palabra "SOROLLA", reposan tanto los restos del pintor como los de su mujer y musa, Clotilde García, y sus tres hijos, así como de otros miembros de la familia.
EVOCACIONES
En España el Año Sorolla se ha manifestado en museos y espacios expositivos, en estaciones y trenes, en calles y palacios, en sellos, vinos y monedas, en medios de comunicación y, también, en comercios físicos y virtuales que venden un sinfín de productos basados en algunas de sus obras más conocidas, como Paseo a la orilla del mar (1909) o Chicos en la playa (1910).
El aumento del interés por la figura del pintor quedó en evidencia en la cantidad de visitantes a su museo en Madrid, que recibe a unas 250.000 personas al año, de las que el 32 por ciento son extranjeros, en una tendencia creciente entre turistas estadounidenses y franceses, principalmente.
"Lógicamente, España es el país que más valoró a Sorolla, también a veces a fuerza de comprobar cómo en el extranjero se lo coronaba como uno de los mayores artistas de su tiempo", señaló el director del Museo Sorolla de Madrid, Enrique Varela, en una entrevista con la agencia EFE con motivo del centenario del fallecimiento del pintor.
París le rindió todos los honores que pueden expresarse en premios y medallas. Y Estados Unidos aportó la gloria de la fama, de las exposiciones, de las ventas, los encargos, los clientes y el público.
"Verdaderamente el éxito de Sorolla en Estados Unidos fue memorable y supuso la confirmación y culminación de la dimensión internacional de su arte", agregó Varela.
El especialista considero que "tras la magnífica generación de sus seguidores y discípulos que mantuvieron viva la llama, llegó un momento en que puede decirse que 'había que matar al padre', y hubo una generación posterior a él que acabó renegando del sorollismo".
Y "con el horizonte de las corrientes internacionales, las vanguardias, los informalismos, etc., del sorollismo se pasó al antisorollismo. Y sobre Sorolla se posó el silencio, no el olvido, pues su obra estaba ya en los museos", recordó el director del museo.
UN QUIEBRE
A comienzos del siglo XX, Sorolla era el pintor español más reconocido internacionalmente, pero tras su muerte en 1923 su figura se fue olvidando fuera de España, algo que en los últimos años ha cambiado, con importantes exposiciones en París, Londres, Milán, Dallas o Nueva York.
En las últimas décadas del siglo XX hubo un despertar por su pintura, que se consolido en el XXI, y que significó "la recuperación total en la valoración de su figura", afirmó Varela.
El punto de inflexión lo marcaron las exposiciones Sorolla-Sargent en el Museo Thyssen de Madrid y en el Petit Palais de París en 2006-2007 y Joaquín Sorolla en el Prado madrileño en 2009.
Luego llegó el momento de Sorolla, maestro español de la luz que le dedicó la National Gallery de Londres en 2019, la primera retrospectiva del artista organizada en la capital británica desde 1908.
Otra muestra destacada fue la de 2013 en el Museo Meadows de la ciudad estadounidense de Dallas, Sorolla y América, en la que se recuperaron pinturas que expuso en Nueva York, Boston y Búfalo y piezas de colecciones particulares.
La muestra de Dallas constituyó una importante reivindicación de su figura, que continuó con la retrospectiva que en 2016 organizó la Kunsthalle de Múnich, en el mismo año en el que sus obras colgaron del Museo de los Impresionistas de Giverny, Francia.
Tierra adentro fue el título de la muestra que le ofrendó el Museo Nacional del Arte Antiguo de Lisboa en 2018 y Joaquín Sorolla. Pittore di luce se llamó la que fue montada en el Palacio Real de Milán en 2022.
"Sorprende que, con toda la vinculación de Sorolla con Italia, especialmente en sus años de formación, pero también después, no sea un artista muy conocido" en el país transalpino, opinó Varela.
OBRAS Y VIAJES
En vida Sorolla dejó alrededor de 4.000 pinturas que comenzó a realizar desde la juventud, cuando se formó en las Escuelas de Artesanos y en la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos.
Determinantes fueron los viajes que hizo a Roma -becado por la Diputación de Valencia- y a París, donde absorbió enseñanzas de impresionistas y naturalistas.
Pese a su afán de internacionalización, Sorolla volvía cada vez que podía a Valencia, una de sus musas, y cuya luz habría de impregnar la mayoría de sus obras.
La otra gran fuente de inspiración fue su esposa Clotilde, a la que veneraba, según lo demuestran las cartas que le enviaba cuando se encontraba fuera del domicilio familiar de Madrid.
Sorolla fue un viajero incansable. Recorrió buena parte de Europa, España y Estados Unidos, donde triunfó en varias ciudades, entre ellas la bulliciosa Nueva York.
Allí se expone su trabajo más ambicioso y descomunal: Los paneles de Visión de España, un encargo pedido por lo Hispanic Society que minó su salud y contribuyó a aproximarlo a la muerte en 1923.
VERSION ESCRITA
Como parte de los homenajes a Sorolla también vieron la luz algunas publicaciones relevantes en torno a la figura del valenciano.
Una de ellas es Cómo cambiar tu vida con Sorolla (Lumen), de César Suárez, libro que combina biografía, ensayo y ficción al retratar las facetas más inspiradoras de su protagonista, más allá del obvio talento que dejó patente en sus lienzos.
“Juego un poco con la moda de la autoayuda”, explicó el autor a eldiario.es, “me hacía gracia hacerlo con alguien tan situado en la hornacina de la historia como Sorolla. ¿Por qué no puede ser él un referente?”.
De su mano el libro recorre los salones de París y la emergente Nueva York de finales del siglo XIX y XX, periodo en el que se desarrolló la modernidad. También vivió la Belle Époque, el Madrid de las tertulias y zarzuelas y las tribulaciones de la literaria generación del 98, que menospreció la “alegría de vivir” de sus cuadros.
El autor destaca la “extraordinaria vida” que manifestó Sorolla, “su lealtad, su don natural para pintar, la confianza en sí mismo y la manera de admirar su tierra sin caer en radicalismos ni fanatismos”.
“Analizaba qué cuadros triunfaban en el Salón de París y por dónde iban las corrientes. Quería triunfar y ganar dinero”, apuntó el periodista, quien cree que la infancia de Sorolla es otra de las etapas interesantes de su biografía.
“Venía de una clase social humilde. Sus padres eran vendedores de tela y murieron cuando tenía dos años -precisó Suárez-. A partir de ahí lo adoptaron su tía y su tío, que era cerrajero e intentó enseñarle el oficio; pero pronto se dio cuenta de que su verdadera vocación era la pintura”. Por ello, decidieron enviarlo a estudiar dibujo a la Escuela de Artesanos de Valencia, donde lo ayudaron a desarrollar su talento y pasión.