El amor es más fuerte

Fernando Cavenaghi vive el final de su unión con River. Como antes Norberto Alonso, Enzo Francescoli y Ariel Ortega, se da el lujo de despedirse de los hinchas que tanto lo veneran. El cierre de un romance eterno que se construyó con goles, títulos y una pertenencia incondicional.

El amor por la camiseta es el motor que alimenta la pasión de los hinchas. Los hace emocionarse con sólo ver a su equipo en la cancha, sentir que tocan el cielo con las manos cuando gana y sumergirse en el más profundo abatimiento cuando pierde.  

En este fútbol mercantilista en el que los jugadores generalmente son aves de paso y provocan enamoramientos repentinos, casi instantáneos que se desvanecen más temprano que tarde, existen ejemplos de amor verdadero y eterno. Esto se da en contadas situaciones, y los simpatizantes corresponden a ese sentimiento cuando detectan que los jugadores sienten lo mismo que ellos. Casi el ideal de esa relación idílica y perfecta al mismo tiempo es Fernando Cavenaghi, el goleador que por estas horas le está terminando de decir adiós al fútbol y que lo hace con la camiseta de River, ésa que amó y sigue amando como lo hacen los hinchas que lo veneran.

Si hiciera falta dar pruebas de amor para confirmar la fortaleza de una relación, Cavenaghi, el Torito, Cavegol, ese pibe nacido el 21 de septiembre de 1983 en General O’Brien, provincia de Buenos Aires, la dio en el mejor momento posible. El club vivía los peores días de su existencia, por primera vez había descendido y ya no era un equipo de Primera. Esa infamante condición para los millonarios orgullosos de su pasado pleno de gloria requería actos de grandeza. Y ese delantero devoto del gol y de River decidió volver cuando más se lo necesitaba, cuando era preciso demostrar que era capaz de dejar todo por la camiseta con la banda roja cruzada en el pecho.

Corría el segundo semestre de 2011 cuando los empobrecidos millonarios se preparaban, a las órdenes de Matías Almeyda, para afrontar el certamen de la B Nacional. Cavenaghi se sumó al equipo de la mano del Chori Alejandro Domínguez, otro que decidió dejar todo por River y plegarse a la cruzada en busca del ascenso. Su idilio con el gol seguía gozando de buena salud y sus 19 conquistas en 37 partidos resultaron fundamentales para concretar el tan ansiado como obligado regreso al fútbol grande. Misión cumplida y confirmación de que el amor era más fuerte.

Quizás hoy se antoje un dato menor que ese sentimiento incondicional no haya sido correspondido cuando, meses después, el presidente Daniel Passarella y el DT Almeyda les bajaron el pulgar a Cavenaghi y al Chori. En realidad, no es un dato menor, pero agiganta el lazo entre el atacante y la camiseta. Porque después de esa partida, abrupta e indeseada, el Torito se dio el gusto de regresar para que sus últimos días coincidieran con los más felices de River. A la colección de títulos locales le agregó el más deseado por los hinchas: la Copa Libertadores de 2015. Con la Copa en sus manos, le dijo adiós para siempre a River… como si pudiera despedirse tan fácilmente de algo que se ama tan profundamente…

Pero la historia termina así. Y allá, lejos en el tiempo, tuvo un comienzo.  Tras dar sus primeros pasos en las infantiles de los clubes Rivadavia de Chacabuco, Sportivo Bragado y Bragado Club, en 1996 fue descubierto por Galdino Luraschi, el técnico de la Novena de River. Se mudó a Buenos Aires y todo fue color rojo y blanco. Su debut en el fútbol grande fue contra Estudiantes, el 11 de febrero de 2001, cuando Américo Gallego lo hizo ingresar en reemplazo de Javier Saviola en un partido que terminó 6-2 para los de Núñez en la fecha inicial del torneo Clausura.

El primer gol llegó el 6 de marzo en la Copa Libertadores de ese año en un 4-0 sobre Guaraní, de Paraguay, por la Copa Libertadores. Y el ámbito local su festejo inicial fue en la 11° jornada del Clausura en un 3-2 sobre Argentinos, con el arquero Raúl Sanzotti como víctima.  Y así como no debió esperar demasiado para inscribir su nombre en la lista de goleadores millonarios, tampoco le tomó mucho tiempo obtener el primer título: ganó el Clausura de 2002, certamen del que además fue máximo artillero con 15 tantos en 19 fechas. Su dimensión de ídolo se fue edificando a base de títulos y goles. Fue campeón en los Clausura 2003 y 2004, B Nacional 2011-12 el Torneo Final 2014 y la Superfinal de la temporada 2013-14. Y más allá de las fronteras argentinas se alzó con la Sudamericana 2014, la Recopa Sudamericana 2015 y la citada Libertadores.

Cuando se permitió estar lejos de Núñez pasó por Spartak de Moscú (2004-06), Girondins de Burdeos (2007-10), Mallorca (2010), Internacional de Porto Alegre (2011), Villarreal (2012), Pachuca (2013) y el final en Apoel Nicosia (2015). Pero ya sea en Rusia, Francia, España, Brasil, México o en los últimos días en Chipre, siempre tuvo el corazón en River.

Y dejó goles, muchos goles, 109, contando torneos locales de Primera División, de la B Nacional, Copa Libertadores y Sudamericana. De penal, de taco, de cabeza, de cerca, de lejos… de todas las formas posibles y siempre con la camiseta que ama como el hincha que es.