EL RINCON DE LOS SENSATOS

El alivio no será eterno

Pasados los primeros días de alivio -bastaba pensar en cuatro años más navegando entre dos formas irreversibles de personalidad psicopática, la perversa y la hipócrita, para que avanzara el desasosiego-, el futuro gobierno no ha de tener más remedio que dedicarse a la realidad. Y si no produce los cambios de fondo que por ahora ni siquiera enuncia, es altamente probable que perversión e hipocresía tengan su nueva oportunidad.

Basta repasar el gobierno de Macri para entenderlo. En ese momento, más allá de las buenas intenciones, la ausencia de una perspectiva cultural que reemplazara a la ya entonces evidente Agenda 2030 dio lugar al derrape. Porque no era suficiente la lectura de esos manualitos norteamericanos de autoayuda política que ostentaban los entonces juveniles mentores del Presidente. Había que saber más y ellos no tenían idea. Cosa que con mucha probabilidad puede repetirse si, como se insinúa, marchamos hacia un exclusivo liberalismo económico desconociendo el vacío cultural que conlleva lo hasta aquí planteado por los triunfadores.

Típico es el aborto. Durante el gobierno de Macri quedó claro el rechazo popular a su liberalización. Sin embargo, apenas asumido, el entonces nuevo de los Kirchner halló el subterfugio para entronizarlo y hoy el asesinato de futuros argentinos en el vientre materno se ha transformado en práctica médica obligatoria. Con lo que eso significa ya para la demografía pero, sobre todo, para el alma de la Patria.

En otro orden, la obra pública está siendo deformada y su descrédito promete hacerlo más. Que los Kirchner y sus cómplices -entre ellos varios empresarios privados- la hayan transformado en negociados a costa de su calidad, no quita que históricamente la obra del Estado haya iniciado y/o sostenido fundaciones esenciales para la sociedad entera. Escuelas, colegios, universidades, hospitales, caminos, trenes, vías navegables, hablan claramente de que se cumplió la premisa que nos trajo el padre Leonardo Castellani acerca de la función gubernamental de “hacer caminos” allí donde no puede llegar la iniciativa particular, para una vez consolidados eventualmente dejarla en tales manos. Pero para eso se necesitan patriotas capaces de empeñar lo principal de sus destinos trabajando en la función pública como si estuvieran sirviendo bajo bandera, lo que también puede terminar siendo heroico.

Olvidar lo anterior, que no requiere extenderse en más ejemplos, es olvidar el deber hacia los compatriotas. Como hacen sistemáticamente los miembros de la acertadamente llamada “casta”, que ya intentan formar parte del futuro gobierno. Para romper a tal enemigo interno es preciso empeñarse. Y eso no se va a lograr a menos que se suspenda el sistema electoral establecido por el pacto de Olivos pergeñado entre Alfonsín y Menem.

Tal arreglo, que consagró a los partidos políticos como única vía de acceso para los representantes de la ciudadanía, ha universalizado el cursus honorum que constituye a la casta. Sin echarlo por tierra, la casta -hoy sólo parcialmente derrotada- va a volver. Con el tercer senador, su burocracia y todo lo demás.

No se trata entonces sólo de extirpar sin miramientos los tumores que sostienen hoy al estatismo elefantiásico, fuente consabida de corrupción; hay que desarmar al sistema que los genera, donde el resultado del pacto de Olivos ha sido crucial. Tarea singularmente profunda que sólo puede basarse en las raíces más nobles de la Patria para generar una república genuina y cercana a sus hijos, hartos de tener que votar a desconocidos que les presentan por televisión.