El Vaticano como Unidad Básica
"Si acaso gobernaras a tu pueblo/
No has de olvidar que todo poder viene de arriba/
Y que lo ejerces por delegación, como instrumento simple de la Bondad Primera/
Josef, el gobernante que lo ignora u olvida, se parece a un ladrón en sacrilegio/
que se va con el oro de una iglesia.
En 2015, el Papa Bergoglio nombró a Juan Grabois -piquetero K, a tiempo completo- consultor del Pontificio Consejo de Justicia y Paz.
En septiembre de 2020, designó a Gustavo Béliz, como miembro de la Academia Pontificia de Ciencias Sociales, órgano vaticano, que tiene por finalidad "...promover el estudio y el progreso de las ciencias sociales, económicas, políticas y jurídicas a la luz de la doctrina social de la Iglesia''. Béliz, como sabemos, es el Secretario de Asuntos Estratégicos de la Presidencia de la Nación.
En abril de este año, Bergoglio concedió a Grabois un
Ahora, acaba de nombrar al Ministro de Economía, Martín Guzmán, en la citada Academia Pontificia de Ciencias Sociales. En ella, como aquí en las reuniones de gobierno, ha de codearse con Béliz.
Dicha Academia tiene veintiún miembros, provenientes de trece países. La preside el obispo argentino Sánchez Sorondo, de modo que nuestro país no aparece poco representado dentro de ella. Más bien, lo contrario.
Es posible que Guzmán y Béliz vivan de su sueldo y no de otra cosa. Démoslo por hecho. Pero ello no es suficiente para atribuirles "integridad moral''.
Porque ella no existe cuando se forma parte de un gobierno, plagado de escándalos y con tentáculos que llegan al corazón de un Poder Judicial complaciente con la inmoralidad pública.
Béliz y Guzmán no son niñitos que ignoren como se gestó el sobreseimiento de Cristina en la causa Hotesur, casi simultáneo, al nombramiento del segundo en dicha Academia. Además, obedecen al presidente -sí, con minúsculas- de la fiestita de Olivos y comparten afanes políticos con figuras de la probidad moral de Moyano, Boudou, De Vido y otras alhajas.
Prestan, pues, en el ámbito político, el grado de colaboración que, en el ámbito penal, es castigado con la misma pena que le cabe al delincuente. Claro, ésta no es la esfera penal. Estamos en el plano político. Pero en él, vale la condena moral. Y no es que en este gobierno haya algún corrupto. Sucede lo inverso: a su través, la corrupción se ha institucionalizado. Nadie, mayor de edad, ignora con quien colabora, ni los fines que persiguen aquellos a los que asiste.
Grabois, por su parte, dijo hace muy poco que le "hacía ruido" la fortuna de los K. Al día siguiente, volvió sobre sus pasos y se disculpó, cobardemente, con ellos. En otras palabras, sabe que roban, pero consiente.
Hay quienes, con buena fe, ven en Bergoglio una personalidad universal que, cuando actúa, no lo hace pensando en su país natal. La realidad, lo estamos viendo, es otra. Dada su trascendencia, está universalizando sus preferencias en cuanto a política argentina. A la cual, envía mensajes.
Bergoglio, en otro plano, es neutral. Promueve a Guzmán y a Béliz que, por una parte, son funcionarios de Alberto y, por la otra, acatan mansamente las órdenes de Cristina.
Encabezamos estas líneas con un fragmento del poema